Guadalajara
Fandiño el vasco que confirmó en Madrid
Iván Fandiño confirmó ayer su doctorado con el toro «Catalán» y cerca estuvo de hacerle faena. Sumó dos tandas buenas con la derecha y cuando el caramelo empezaba a tener sabor quiso el torero plantar cara al toro por el pitón que tenía veneno. Y el lucimiento se esfumó, y del arte no quedó más que los ecos de lo que pudo ser y no fue. El sexto resultó un cabrón sin buscarle más vueltas. Por uno y otro pitón quería el sabor de la sangre fresca y apunto estuvo de encontrarla en una voltereta seca, aunque después le perdonó la vida por no querer hacer más presa. Confirmó en Madrid un bagaje digno con material más bien indigno, sobre todo el grandón que cerró plaza, con 635 kilos.
Saldaba así Fandiño su confirmación de alternativa en la capital. El vasco venía a Madrid a ratificar el paso del doctorado. Atrás dejaba un camino de vértigo para la mitad del escalafón. Hace tiempo, años, quizá siete u ocho, el torero vasco, fuera de tipo pero con una afición de hierro, dejó su tierra de Orduña para buscarse la vida en la dureza más fría de la profesión, para muchos olvidada y para la mayoría desterrada: las capeas de Guadalajara. En aquella tierra Fandiño mató toracos de verdad, toreados después de darle fiesta los mozos. Mérito tuvo soportar aquéllo, borrar después las artimañas aprendidas y ahondar en la búsqueda de la pureza. Ni ante el cabrón se tomó ayer ventajas. Torero. Torero.