Calcio

Final épico

La Razón
La RazónLa Razón

l Madrid-Roma fue partido para equilibristas, para quienes, como en el viejo circo, el menor descuido puede costar la vida del artista. Ninguno de los dos conjuntos podía fiarse lo más mínimo del otro. El Roma, con buen manejo del balón, quería mantener la ventaja del gol con el que llegó de su ciudad y para ello no se complicó la vida. Se afirmó atrás con solidez y buscó el contragolpe con Totti y Mancini, que son sus mejores armas atacantes.

Estos partidos parecen hechos para que las grandes figuras se conviertan en las protagonistas. En las academias cinematográficas no se olvida a los intérpretes de papeles secundarios y en el fútbol hay ocasiones en que es más importante el Javier Bardem que el Tom Cruise de turno. En el Madrid siempre se espera a Raúl, Guti y Robinho y pocas veces se concede trascendencia a Gago, jugador metódico, quien no arriesga el pase porque no se complica la vida y busca siempre al compañero que ha de verse menos comprometido con el balón en los pies. No inventa, pero es efectivo.

En el equipo romano se piensan en Totti y Mancini y quien llega a los disparos más impresionantes y peligrosos es Aquilani especialista en estrellar dos balones en los postes y, en definitiva, quien da equilibrio y serenidad al centro del campo es De Rossi. Las estatuillas también deberíamos repartirlas en el fútbol entre los secundarios. En este tipo de partidos son tan principales como los definidos como tales. Taddei hizo el primer gol romano y Raúl, en claro fuera de juego, llegó al rescate y empató. Se repartieron los papeles protagonistas y secundarios.

Al final, el partido cobró emociones épicas. El Real Madrid, con un futbolista menos sobre el campo, buscó con las pocas fuerzas que le quedaban el gol que le permitiera llegar a la prórroga. No hubo caso y además Vucinic sentenció con el segundo tanto.