«Gordos: tensos y dulces» por Bartolomé Beltrán

El denominado síndrome metabólico se define como la acumulación en una persona de varios factores de riesgo vascular: obesidad visceral o central, diabetes mellitus tipo 2, aumento de triglicéridos e hipertensión arterial. Todos estos fenómenos comparten el mismo vínculo fisiopatológico como es la resistencia a la acción de la insulina. La suma de estos factores triplica el riesgo de aparición de enfermedad cardiovascular. Las cifras elevan a la categoría de epidemia el problema, cuya consecuencia fundamental es el aumento en las enfermedades y en la mortalidad cardiovascular, que es la primera causa de muerte en nuestro medio. La causa del incremento de la frecuencia de síndrome metabólico en países como el nuestro hay que buscarla en el cambio de los hábitos de vida. La obesidad no es sino el resultado de una ingesta de calorías que excede el gasto de las mismas. También resulta necesario reducir el sedentarismo y las dietas ricas en azúcares simples y grasas saturadas. Modificar los hábitos de vida es una tarea ardua que compromete a los gobiernos. Si estas medidas básicas (dieta equilibrada en cuantía y calidad y ejercicio físico regular) no son suficientes para corregir la patología asociada al síndrome metabólico (diabetes, hipertensión, dislipemia), es necesario prescribir el tratamiento farmacológico específico.