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La maldición de los necios: los excesos que nos llevaron a la crisis
Más allá de sesudos estudios financieros, el economista Trías de Bes explica en su último y premiado libro el porqué de la crisis: un «síndrome del necio» que ha contagiado a todos. ¿Síntomas? Exceso de confianza, gula, envidia, autoengaño...
Qué supondrá la crisis mientras no se solvente? Las cosas, por su nombre: lo primero, sufrimiento: los que se queden sin empleo, los que sean embargados, los que especularon y no salieron a tiempo... Nos comimos parte del pan del mañana, y eso implica hambre de hoy. Las recesiones suponen una reducción del nivel general de la actividad, con lo que la riqueza per cápita se reducirá. La evolución del desempleo está siendo preocupante. No quiero ser agorero, pero la realidad es que la evolución de la tasa de paro tiene un comportamiento peculiar. Cada vez que la tasa de desempleo ha cambiado de signo, para bien o para mal, el asunto no suele ser coyuntural, tanto en España como en el resto de los países de Europa. Cuando el paro empieza a disminuir lo hace durante varios años, y cuando aumenta, también: es un fenómeno de grandes inercias (...).Se acabó la reventa de pisosLa segunda repercusión es que hay que volver a trabajar duro. Algunas personas han estado viviendo del acceso fácil al dinero. Se ha acabado comprar para revender como forma de hacer dinero. Una de las consecuencias del final de las especulaciones es que la única forma de ganar dinero es mediante un trabajo que añada valor.No afirmo que una inmobiliaria no lo añada, que nadie se llame a engaño. Lo que digo es que las compras apalancadas de viviendas con la intención de su reventa, incluso antes de finalizar la obra, se han acabado. Las actividades que más riqueza producirán serán las productivas o aquéllas destinadas a mejorar la eficiencia del trabajo.La tercera repercusión es que dejaremos de vivir con dinero prestado. Los países que han experimentado burbujas inmobiliarias habrán de destinar una parte importante de la renta disponible a devolver el dinero volcado por la banca extranjera en sus economías. Al igual que las parejas juerguistas, les toca ya devolver los cupones. Para ello, habrán de apartarlos de lo que ganan cada mes con la nómina, quien todavía la conserve.Otro efecto será un nuevo marco regulador. Después de debacles como la vivida, los organismos reguladores se ponen las pilas. Como no pueden quedarse de brazos cruzados, instauran nuevas medidas de control. No deberían ya preocuparse tanto, pues no hay mejor controlador que un inversor escaldado. Véndale ahora a cualquiera unos activos colaterales. Volveremos a medir bien los riesgos, se acabó lo de pedir prestado para invertir en mecanismos que no comprendemos. Los reguladores se pondrán más firmes cuando menos falta hace. Los que nunca tuvieron crisisMuchos japoneses piensan que fue una fatalidad que la política monetaria expansiva coincidiese con la incorporación de un elevado número de jóvenes nipones del baby boom de los sesenta al mercado laboral. Aseguran en Japón que era una generación consentida que no había vivido ni sufrido la carestía y la dificultad. Algo parecido ha pasado en los países que han sufrido esta burbuja inmobiliaria. Pensemos que muchos de los directivos que hoy tienen 40 años, están al frente de empresas importantes y ocupan cargos relevantes no han vivido nunca una crisis económica.Llevamos 14 años de crecimiento continuado. Se ha instalado en mucha gente, ya madura hoy, la creencia de que la crisis es algo erradicado de la vida, que no existe, que ese dinero al que se coreaba: «¡Cómpralo!» va a chorrear de nuevo por el espléndido grifo del cual estuvo brotando tanto tiempo. Creen que la crisis será cosa de unos meses, que hemos tocado fondo porque las recesiones se capean en un año, a lo sumo.Por eso, una de las ventajas de las crisis es una recuperación de los valores esenciales. Volveremos a valorar lo importante: el tiempo, la calma, el trabajo, el riesgo, el dinero, el ahorro, la cautela para endeudarse. He constatado una curiosa relación entre la velocidad del dinero y la velocidad con la que vivimos. Cuando el dinero corre, se instala una ansiedad y estrés fenomenales entre la gente. Hay que darse prisa para no quedarse atrás. Estos últimos años vivir se había tornado ciertamente agobiante (...).¿Refundar el modelo?Recientemente se ha hablado mucho de que este cataclismo es el principio del fin del capitalismo o, cuando menos, se va a proceder a su refundación. Algunas de las personas que lean este libro podrán quedarse con la sensación de que el sistema financiero es un modo de expolio. No es cierto. No debemos confundir la herramienta con la forma de utilizarla. Un cuchillo sirve para cortar pan, pero también podemos utilizarlo para matar a una persona. Eso no hace desdeñable al cuchillo, sino a la persona y su intención. Las herramientas son neutras, somos las personas las que hacemos un buen o mal uso de ellas (...). El dinero no es la causa de nuestros problemas, sino la necedad de quienes lo utilizamos. Ataquemos el «síndrome del necio» y no las libertades, que son la mayor de las garantías que podemos gozar. El problema de las burbujas no proviene de la ausencia de regulación, sino de una regulación mal hecha. Se está hablando estos días de la refundación del capitalismo. Lo que se debería refundar son los valores y la educación de las personas. Y erradicar la ambición desmedida, la envidia y la gula sin fin. Lo que falta es sensatez, una justa valoración de los riesgos y una adecuada contención de las ganas de gastar lo que todavía no tenemos. Es mejor enseñar a la gente a no ser necios que no acabar con unas libertades que tanto esfuerzo nos ha costado forjar. Poner unos pocos a decidir cómo ha de vivir el resto es más peligroso que dejar que la gente se estrelle. Por lo menos, estrellándose se aprende y se evoluciona. Lo demás es vivir bajo la tutela de terceros que decidirán motu proprio qué es lo que más nos conviene a los demás. Sin embargo, no todo empieza y acaba en la educación: es también necesario acabar con algunos mecanismos perversos de nuestro sistema financiero que no hacen sino incentivar la toma de riesgos excesivos y que en las siguientes páginas enumeraré.¿Cuánto durará la crisis?Ésta es la pregunta más habitual. Todo el mundo quiere saber cuándo acabará la recesión. Antes de intentar responder, reflexionemos brevemente qué se esconde detrás de esta pregunta. Cuando alguien pregunta: «¿cuándo acabará la crisis?», implícitamente quiere saber cuándo volveremos a la situación de elevado crecimiento anterior. Lo que deseamos es recuperar el formidable volumen de estos años pasados. Si ésta es verdaderamente la pregunta, mi respuesta a cuándo acabará la crisis es: «nunca».Es decir, que nadie espere regresar en un corto plazo a los niveles de esta última década. Eran unos niveles artificiales de consumo y crecimiento que la burbuja financiera e inmobiliaria financió. Se tardará muchos años en volver a vivir una situación así. Por tanto, debemos hacernos a la idea de que los volúmenes de negocio y la capacidad productiva del país van a parecerse más a los niveles de 1990-1991, y no tanto a los de 2005-2006.La segunda verdad que se esconde tras el interés en saber la fecha del final de este túnel es, en algunos casos, una oculta intención de no ponerse a trabajar duro para erradicar la crisis. Es como un «dígame cuándo acabará de llover para poder salir a labrar el campo». No debemos preguntarnos cuándo llegará el final de la crisis, sino que debemos ponernos a luchar contra ella con todas nuestras fuerzas e ilusión. Nos toca labrar en plena tempestad. Olvidémonos de si la crisis acabará en el segundo semestre de 2009, 2010 o 2020. Trabajemos, emprendamos, exportemos, hagamos cosas, no nos crucemos de brazos, busquémonos la vida como profesionales y como nación. El final de la crisis llegará cuando no nos demos cuenta. La constatación del final de una recesión es parecida a su llegada. Uno no se percata hasta que la tiene encima. El indicador de que estamos en la buena senda será que ya no preguntemos sobre el final de la crisis.
Fernando TRÍAS DE BES
Ficha- Título: «El hombre que cambió su casa por un tulipán».- Autor: Fernando Trías de Bes.- Edita: Temas de Hoy.- Publicación: 19 de mayo.- Sinopsis: La obra, galardonada con la II edición del «Premio de Hoy 2009», analiza el comportamiento de las burbujas económicas partiendo de la fiebre de los tulipanes de Holanda (1636-1637), para hacer un retrato certero y pedagógico de las causas que nos han llevado a la crisis actual, que el autor resume en una suerte de «enfermedad de la codicia». Además, el libro ofrece consejos para no repetir los mismos errores en el futuro.
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