Torremolinos

La playa de asfalto

La Razón
La RazónLa Razón

Dirán que las altas temperaturas son dadas a producir alucinaciones, y algo parecido a un espejismo es ver a tanta gente paseando por el ardiente asfalto de la ciudad como si fuera camino de la playa. Tal vez han visto las gaviotas de los basureros, han oído que el alcalde va a echar arena y alquilar sombrillas en la orilla del río o, directamente, confunden los montones de tierra y socavones de las obras con dunas y costas escarpadas, pero el caso es que el veraneo urbano ha adoptado la moda baño como una forma de pasar las vacaciones nadando en la escasez y el polvo, como si los autobuses municipales fuesen embarcaciones de recreo y se escuchase el sonido del mar en las hormigoneras.Con los planes del Gobierno para fomentar el turismo seguimos vendiendo el sol español para que los guiris visiten el Museo del Prado de la misma manera que si fuera a darse un chapuzón en Torremolinos. Claro que el género local no va a ser menos. Ayer me sorprendió mi charcutera cortando el chopped en bikini, dejando escapar las mollas entre embutidos y jamones. Y el personal ya no se corta en andar alegremente y entrar en restaurantes, comercios, ministerios e iglesias luciendo chanclas, calzones cortos, bragas náuticas, torsos desnudos, pechos al aire, nalgas al descubierto, en la libre explosión de la carne cocida en el dióxido de carbono y la mugre del estiaje. Si la espuma de las olas no llega al bañista, el bañista se las arregla haciéndose de secano. ¿Es de mal gusto, escándaloso, hortera? Quizá los cuerpos parecen más feos en plena calle, pero a veces de la necesidad se hace moda. Al fin y al cabo, no es peor que el pijerío que, cuando llega el invierno, se viste de montería para pasear por la calle Serrano. Fata Morgana.