París
Loewe en París: la mejor vuelta de tuerca
En las Escuelas de Medicina de París, Stuart Vevers dio una lección de anatomía sin renunciar al sello inconfundible de la firma española.
A Stuart Vevers le gustan los tornillos. Y las tuercas. También los botones, las tachuelas y las estructuras, lo mismo da férreas que óseas, de acero que de espina de pez. Pero no se asusten, que nada raro hay detrás de la mente industrial del creativo de Loewe. Él sabe muy bien lo que hace, y por eso ayer debutó con su primer desfile en París después de dos temporadas a prueba. Y sí, prueba superada. Genial en su reinterpretación de los bolsos insignia de la casa, Vevers dio una lección de anatomía en uno de los pasillos de las Escuelas de Medicina de París con propuestas tan fenomenales como la clásica camiseta blanca de cuello redondo pero realizada en piel y con el logo de la casa perforado en el frontal. Antonioni, referenteEn versión minivestido también funciona, igual que los enormes trench de las primeras salidas, todas en negro en plan despiste porque el color llegaría después. Y de la mejor manera. Con «El Desierto Rojo» de Antonioni como referente, aquella película en la que los árboles no eran verdes y Monica Vitti era lo más, las modelos comenzaron a disparar sus dardos en tono caldero, en piel de potro teñida y en falda de patchwork escalonado que provocaron muecas de «tú si que vales» a la mismísima Suzy Menkes, temida cronista de «The International Herald Tribune». Con el rictus inamovible, porque así son las divas de este asunto, Carine Roitfeld, directora de la edición francesa de «Vogue», apareció con unos zorros a juego con el taconazo, y piensen mal que acertarán. Pero sus zorros, que es a lo que íbamos, combinaban más que bien con las pieles propuestas por Vevers, quien ha entendido a la perfección cómo debe renovarse una firma con solera sin perder el Norte. Así, a medio camino entre los sesenta de Antonioni –un poco los de Tippy Hedren tan entallada y tan pájara– y los manidos ochenta de la tachuela kitsch, el diseñador británico logró convencer. Más incluso que con la colección anterior, ésa en la que homenajeó a la Estefanía de Mónaco de cuando cantaba fatal y se teñía peor. Porque esta vez Vevers ha dado un taconazo –de vértigo eran, de unos quince centímetros– al referente explícito para apostar por un mix de sus mejores perversiones. Que son brillantes.
Clientela con carabinasEntre los «vips» de primera fila, Carmen Kaas marcó distancia por ser «top», mientras que la ya citada no-sin-mis-zorros Roitfeld se sentó con Delphine Arnault, hija del dueño del grupo LVMH. Jaime de Marichalar llegó, vio y salió volando, volando rumbo a Madrid. Y Nati Abascal lo mismo, pero en dirección a más desfiles, que es lo suyo. Su hijo, Rafa Medina se lo tomó con más calma, junto a su novia, Laura Vecino, y con Sylvie van der Vaart, como inesperada y diminuta carabina. Es lo malo de ser «vip», que te invitan a todo, pero a cambio debes hacer extraños compañeros de cama. O de paseíllo fotográfico al menos.
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