Presidencia del Gobierno

Los debates

La Razón
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Son como niños. Los políticos nos han sometido a catorce años de abstinencia de debates y ahora pretenden compensarnos desde radios y televisiones. El martes inició la ofensiva, «PSOE versus PP o a la inversa», la RNE (en teoría, la de todos, pues buenos impuestos nos cuesta). Fue de segundos espadas, mero entrenamiento, aunque permite pronosticar por dónde van a ir los tiros cruzados. El agarrón más duro fue sobre la interpretación del antiterrorismo etarra en la última legislatura. Si mal no recuerdo los dos partidos mayoritarios prometieron hace sólo unos días dejar esta cuestión al margen de la campaña; pero no es lo mismo prometer que dar trigo. Posiblemente el PP cree que la crispación que hemos estado soportando durante el Gobierno de Zapatero producirá dos efectos beneficiosos a sus intereses: alejará a los votantes indecisos de las urnas, hartos ya de tantas idas y venidas sobre los mismos temas y, a la vez, multiplicará la fidelidad de sus adeptos. Pero podría ser también que la crispación posea un efecto boomerang y retorne al rostro de quien la practica. Mas para analizar cuestiones tan complejas los partidos disponen de sesudos especialistas, capaces de advertir los efectos negativos de una corbata en un debate televisivo o levantar una ceja ante determinada pregunta. La demanda del Sr. Rajoy ha sido que los dos debates con el Sr. Zapatero sean tres y hacerlos en emisoras privadas con lo que ya se ha granjeado la enemistad de RTVE. Este primer debate radiofónico se produce en período preelectoral. La avalancha llegará después de la tregua de las vacaciones navideñas, cuando nuestros bolsillos y humor estén exhaustos. Ya pueden prepararse los medios y cuantos colaboran en ellos para ser radiografiados y analizados al milímetro. Porque la victoria puede ir de un pelo. Saldrán polemistas y debates partidarios a mansalva, porque este país se caracteriza por ir de un extremo a otro. No es que los ciudadanos se interesen especialmente por la política, según se ha podido comprobar en diversas y recientes consultas. Pero disponemos de un amplio espectro de representación. Cuentan, además de las formaciones nacionales, los nacionalistas con diversas tendencias y modulaciones. No van a perder la oportunidad de debatir a mansalva. Para ser buen político no debería ser imprescindible parecer ingenioso y hasta divertido, feliz en las ideas, pronto en las respuestas, sagaz, intuitivo, sonriente –si conviene– y presto a la seriedad en asuntos que puedan interesarle al ciudadano. Pero todo ello en un mundo de imágenes –sin lectura y comprensión a la vista– puede resultar decisivo. ¿Bajarán los intervinientes a la arena y se debatirá sobre el día a día o andaremos de nuevo sobre matizaciones metafísico-políticas sobrevolando los problemas de la Nación o de la nación de naciones o de quién sabe qué? Mucho me temo que, tras tantos años de sequía, se produzca ahora una inundación y no precisamente de ideas originales. Habrá que ver si se es capaz de aceptar con generosidad una sola idea del adversario o admitir la oportunidad de una crítica. Del debate debiera surgir, sea quien sea el ganador final, el acabose de tanto desencuentro y el inicio de lo que los británicos acuñaron como «leal oposición». Pero mucho me temo que, tras la zarabanda, cada quien permanecerá encerrado en su castillo ideológico y debatiremos sobre propinas.