Salud

Los síntomas de la salud (V)

No tiene sentido que un atleta suprima el esfuerzo sólo para evitar el cansancio que le produce

La Razón
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Alguien me dijo que la salud es algo que se necesita inexcusablemente para disfrutar del placer de los vicios que nos lleven a perderla y que su conservación es imposible sin el aburrimiento que producen los comportamientos saludables, del mismo modo que la riqueza es inútil si uno se priva de los ostentosos gastos que la demuestran. No cabe duda de que los excesos son perjudiciales para la salud pero no hay que desanimarse por eso. Nuestro cuerpo es como un coche, que se estropea con el uso pero resulta inútil y absurdo si no se le saca del garaje. No tiene sentido que un atleta suprima el esfuerzo sólo para evitar el cansancio que le produce. En una etapa de su vida en la que estuvo sometido a vigilancia médica por culpa de una úlcera de estómago, el viejo Pavesse se rebeló porque, según él, la comida sana sólo resulta sabrosa cuando no te la prescribe el médico. Solía contar el fundador del Savoy el caso de un viejo amigo suyo que sufría un grave deterioro de la memoria. Un médico le recetó varias clases de comprimidos que tomó durante seis meses antes de plantarse de nuevo en la consulta y decir que renunciaba al tratamiento porque ni siquiera le había servido para recordar el orden en el que tendría que tragarse las malditas pastillas. Nico Tardelli tenía oscuros problemas emocionales cuya solución no consistía precisamente en mejorar su memoria. Su problema era que no recordaba las cosas que tendría que hacer al día siguiente y en cambio era incapaz de olvidar las que había hecho el resto de su vida. No hay manera de combatir el pasado. Ni siquiera sirve de mucho la ayuda del psiquiatra, entre otra razones, porque, como en el caso de Nico Tardelli, en el fondo sólo es útil para que te des cuenta de que por mucho menos dinero, y sin necesidad de hablar tanto, cualquier buscona del puerto te ayuda a descubrir que incluso el peor recuerdo se desvanece en el mismo instante en el que una mujer sin olfato acierta a rozarte la próstata con la punta del dedo. Puedes contraer una enfermedad si frecuentas sin precauciones esa clase de mujer, pero, ¡qué demonios!, no hay una sola pesadilla que no mejore al mezclarse en el sueño con un orgasmo.