Museo del Prado

Maestros pero algo antiguos

La Razón
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Autor: H. Morote. Dirección: J. Eines. Reparto: F. Luppi, A. Labordeta, M. Callau. Teatro Bellas Artes. Madrid.

 

He aquí una hermosa premisa: el anciano guía del Museo Hermitage de Leningrado resiste el asedio de los nazis mostrando a turistas imaginarios cuadros que hace meses fueron evacuados. Como Reger, aquel otro amante del arte que Thomas Bernhard dibujó en «Maestros antiguos», Pavel es capaz de evocar de memoria a Velázquez, a Tiziano, a Monet… El guía simboliza la esperanza, aunque su esposa, Sonia, y su amigo Igor, el guardián, le tomen por loco.

Es una historia que, de entrada, el espectador quiere hacer suya. Con un trío de actores de primera, el resultado debería estar escrito. Federico Luppi muestra las características de muchos veteranos: solidez y repertorio de registros, pero también una dicción confusa. Junto a él, Ana Labordeta compone con sabiduría y dulzura a Sonia, y Manuel Callau crece vertiginosamente: al comienzo Igor es casi una sombra bufonesca, pero acaba convertido en una presencia divertida y entrañable.

Sin embargo, al texto del peruano Herbert Morote le cuesta avanzar en ocasiones, sobre todo en su primera mitad, que poco aporta. Sólo en la recta final toca al espectador, cuando descubre el pequeño secreto de Igor, que lo humaniza, o cuando nos guía por los inexistentes lienzos. También la dirección de Jorge Eines mejora al final del montaje, con proyecciones y otros recursos, pero peca en buena parte de la pieza de una ortodoxia tan estática como las esculturas del museo. La obra deja momentos de emoción, pero prima la sensación de estar ante un hermoso lienzo pintado por maestros… antiguos.