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PAUs: seis policías para proteger a 20000 habitantes
Sanchinarro, Las Tablas o Carabanchel se han convertido en el blanco de los atracadores. El motivo: no hay Policía.
«Los vecinos, empresarios-comercios de los nuevos barrios de Montecarmelo y Las Tablas venimos padeciendo de forma reiterada unos índices de delincuencia en nuestros barrios que hacen esta situación insostenible (…) para quien quiera desarrollar un proyecto empresarial». Así rezaba un comunicado de la asociación vecinal de Las Tablas en abril de este año, convocando una manifestación para exigir la construcción de una comisaría en la zona. Hace pocos días, vecinos del PAU de Vallecas reclamaban exactamente lo mismo. Lo hacían en el solar mismo en el que está previsto que algún día se edifique la comisaría. Sin embargo, ya se les ha informado de que ahora mismo la administración «no lo considera una prioridad», lo que, dicho por la administración, como comenta con sorna una vecina, pone la cosa a años vista «si no décadas».
Atracos espectaculares
Las nuevas expansiones urbanas de Madrid (Sanchinarro, las Tablas, Vallecas, Carabanchel, Montecarmelo…) no pueden más. En los últimos tiempos la delincuencia se ha cebado con ellos con alunizajes por doquier que han hecho cerrar más de un negocio y han tenido en jaque a la Policía. Lógico, teniendo en cuenta que muchos de estos nuevos barrios tienen ya más de 20.000 habitantes y estaban patrullados por apenas dos o tres parejas que además ni siquiera se circunscribían a las zonas, sino que actuaban también en el resto del distrito al que pertenecieran.
La solución, por el momento eficaz, ha sido poner «un parche», como afirman fuentes sindicales de la Policía. Se han destacado patrullas de «centauros» y «alazanes» (unidades motorizadas) que hacen guardia en las rotondas de salida de los PAUs, el punto clave que los aluniceros usan para huir a toda velocidad y entrar en las grandes vías de circunvalación. El problema, según las mismas fuentes, es que esos efectivos están siendo apartados de su tarea natural, la de seguridad en la noche, un papel en que son estrictamente necesarios. «Hay una falta de efectivos, dicen desde los sindicatos, y además de los últimos 900 que llegaron, unos 400 han sido destinados a escolta».
Carlos es el portavoz de la asociación de vecinos de Sanchinarro y es de los que prefiere contemporizar. «Aquí trabajamos para conseguir que estas extensiones tengan todos los equipamientos básicos que ahora no tienen. Por supuesto uno de ellos sería una comisaría, pero también nos falta un centro cultural, un polideportivo, una escuela infantil, jardines, parques…».
Sabe que su barrio es una ciudad a medio montar y que por eso es importante hacerlo bien desde la base. «Soledad Mestre prometió una subcomisaría», dice, «pero por el momento estamos esperando. Según los últimos datos, sabemos que sí hay presencia policial, y que estamos en números menores a los de la delincuencia de otros distritos de Madrid, como Centro, o al menos eso nos dicen los encargados de seguridad, y no tenemos porqué no creerlos, pero lo cierto es que la percepción de los vecinos es de estar en una zona insegura».
Es lo que se llama la percepción subjetiva. Aumentada por un urbanismo muy abierto de grandes avenidas aún poco pobladas de gente y por acciones criminales de gran espectacularidad.
No todo el mundo en el barrio parece de acuerdo con esta visión relativamente benigna de las cosas. «Que digan lo que quieran la Policía y la Asociación», dice Pedro, un vecino, «pero yo he visto a unos cuantos que han tenido que cerrar el negocio porque a base de robos la cosa no era rentable. Y eso es una inseguridad total. Eso es hacerle la vida imposible a un trabajador y que no se haga nada».
Lo mismo piensa Ramón, que hace unos meses vio como tres tipos alunizaban en una óptica con un camión. «Ahí ya me di cuenta de que había que hacer algo porque se nos estaba yendo de las manos», dice. Y es que en cuanto ha descendido un tipo de delincuencia se ha empezado a notar otra: los robos en coches dentro de los garajes y sobre todo en trasteros.
En ese sustrato de inseguridad y desconocimiento no es la primera vez que una voz aboga por la constitución de «patrullas vecinales» para mantener el orden en la calle por las noches. «Aparte de la dudosa legalidad de algo así», dice Rosa María Pérez, de la asociación del PAU del Ensanche de Vallecas, «la asociación jamás lo apoyaría. Son cosas que se dicen en caliente». Pero es que los barrios están calientes. J. es dueño de un bar en Las Tablas: hace tres meses dos colombianos se le acercaron y le ofrecieron montar las citadas patrullas si se les pagaba adecuadamente. «Me pareció una locura, pero es que muchas veces los vecinos no saben que hacer contra estos delitos», dice.
Rosa María enumera también, con la voz de quien lo ha hecho cien veces pero mantiene la exquisita amabilidad, los problemas de su zona: «la Comisaría de Villa de Vallecas, a donde hay que ir a hacer cualquier denuncia, está muy lejos y escasean los efectivos porque además se tienen que dedicar a zonas muy problemáticas como La Cañada». En su PAU hay 12.000 casas ya entregadas y otras 14.000 por entregar y se suceden los citados robos en trasteros, hay una pequeña delincuencia de hurto nacida al amparo del nuevo centro comercial y las farmacias, eternas víctimas, no se han librado de tener lo suyo, con asaltos casi sistemáticos.
«La Policía», comenta Carlos desde Sanchinarro, «nos dice que observemos ciertas normas personales de seguridad, que no dejemos cosas a la vista en el coche, que el vecino es su propio agente». En un bar del mismo barrio, Pedro reflexiona sobre la frase y concluye: «Pues si soy yo el agente que me paguen el sueldo a mí».
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