Ferias taurinas

Perera

Perera
Pereralarazon

Había un ambiente ficticio, de hundir la tarde sí o sí. Salir de ese laberinto de opiniones vertidas sobre el ruedo estaba a la altura de escalar el Everest. El Everest del toreo. Y ahí estaban las figuras ante una corrida polémica y que salió, los que salieron, justos de presencia y deslucidos. Se les protestó, faltaría más ante cita tan relevante. Perera mató con lentitud lo que hizo a bien en el tercero, ante la inexactitud de la arrancada, optó el torero por coser los muletazos hasta alargarlos al más allá. Y cuando así eran los ataba a pases de pecho gallardos. Hizo que el público se creyera su historia. La embebimos en las trincheras finales con las que cerró al toro para darle muerte. Pequeña gloria dentro de la debacle forzada. Insultante de poder, mando y valor ante el sexto. A Perera, así, no se le vislumbra el techo.