Estados Unidos

Sin noticias de la Casa Blanca

Bush ha estado deliberadamente desaparecido en combate. Su baja popularidad, en mínimos históricos, y la funesta economía que asola el país han dotado al presidente de propiedades radioactivas durante todo el 2008.

La Razón
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No hay ninguna batalla que le guste más a George W. Bush que la electoral. Ha sido ante el desafío del contrincante y el gusanillo de la competitividad, cuando Bush se ha crecido más y más haciendo añicos las bajas expectativas con las que llegó a la escena nacional. Pero en el duelo entre John McCain y Barack Obama, Bush ha estado deliberadamente desaparecido en combate. Su baja popularidad, en mínimos históricos, y la funesta economía que asola el país han dotado al presidente de propiedades radioactivas durante todo el 2008. La ausencia física de Bush es tan sospechosa como elocuente. La tesis electoral de Barack Obama es que los estadounidenses «no se pueden permitir ochos años más de las políticas fracasadas de Bush que ha secundado John McCain». El mensaje ha calado profundamente entre los estadounidenses, para desgracia de la campaña republicana. Nada le ha funcionado al candidato conservador, antaño con fama de independiente, para quitarse de encima un sambenito que con toda seguridad le saca de quicio. Lo vimos en el último debate presidencial. «Senador Obama, no soy el presidente Bush. Si usted quería competir contra Bush debería haberlo hecho hace cuatro años», estalló McCain. Para el senador de Arizona, la sombra de Bush es especialmente frustrante porque no es la primera vez que el texano tuerce sus aspiraciones. Las personas que conocen estrechamente a McCain y a su mujer Cindy aseguran que no han superado todavía aquella destructiva campaña de 2000, cuando el entonces gobernador de Texas batió al senador en las primarias republicanas a base de infundir los rumores más calumniosos que hasta ese momento se habían escuchado en campaña (y que por cierto, hemos vuelto a ver en esta edición electoral, esta vez contra Barack Obama). Entonces, entre otros bulos, los asesores de Bush dejaron caer que McCain tenía una hija negra fuera del matrimonio y que Cindy era adicta a las drogas. El recelo viene por tanto de lejos. Desde que el pasado 5 de marzo Bush invitara a McCain a la Casa Blanca para felicitarle por ganar las primarias republicanas, tan sólo han aparecido juntos en público dos veces más. Los medios americanos han minutado incluso el tiempo: 12 minutos en ocho meses de campaña. Y cuando posaban para aquella foto -la misma imagen que vemos hoy hasta la saciedad en los anuncios electorales de Obama- era palpable que ninguno de los dos estaba cómodo. Tanto, que el propio Bush señaló a los periodistas que haría campaña a favor o en contra de McCain, lo que fuera mejor para el partido. «Si quiere que aparezca, lo haré. Si quiere que diga que no le apoyo, lo haré», señaló el presidente medio en broma, medio en serio. El siguiente encuentro fue unos meses después, tras un acto de recaudación de fondos oficiado por Bush y cerrado a los medios de comunicación. McCain ni siquiera estuvo presente, aunque luego acompañó al mandatario al aeropuerto, donde se dieron un apretón de manos. El intercambio duró menos de un minuto. La última vez que los dos aparecieron en público fue el pasado 25 de septiembre, cuando Bush invitó a los líderes del Congreso y a los dos candidatos a la Presidencia para empujar el plan de rescate financiero. Bush no tiene previsto ningún acto de aquí al martes y la Casa Blanca ha señalado que verá los resultados en casa.