Calcio
Soberana lección del Liverpool
El Madrid, muy pequeño, raquítico, tampoco dio la talla en Anfield y perdió 4-0. Juguete a merced del Liverpool, se quedó en octavos, como en las cuatro temporadas precedentes. Salió derrotado desde la caseta; pero la diferencia entre esta eliminación y las anteriores radicó en la pobre imagen del conjunto; ahí entran el lenguaraz presidente, chorreado, el entrenador, superado por la Liga de Campeones, y los jugadores, entre quienes sólo cabe salvar a Casillas, fundamentalmente, y a Lass. El Liverpool salió a jugar al fútbol, concentradísimo, mientras el Real, despistadísimo, prestaba más atención al bullicio de la grada y a los cánticos que al partido. No le imponía el infierno, porque no lo había, le distraía el ambiente, como a cualquier turista, y cuando quiso darse cuenta Casillas ya había parado dos goles, pero no pudo evitar el de Torres. A partir de ahí, el principio del fin, la derrota, el fracaso de Calderón, Boluda, Mijatovic, Schuster y Juande. Proyecto acabado.El gol del «Niño», el segundo que marcaba al Madrid en su vida, hubiese sido trascendental de no ser porque luego metió el otro Gerrard, de penalti, rigurosísimo. Todo era excesivo en este encuentro. Era demasiado el repaso de Benítez y demasiado poca la resistencia madridista. Juande había optado por Sneijder en lugar de Marcelo y mantuvo la defensa de gala, el doble pivote efectivo –Lass y Gago–, más Robben, Raúl e Higuaín. Inadvertidos, superados, incapaces, invisibles muchos de ellos. Sólo las paradas de Casillas, pletórico y enfadadísimo, la voluntad de Lass y el vigor, que no acierto, de Pepe y Sergio Ramos destacaron sobre el resto, hundido. No podían con el Liverpool, no sabían como superar a Mascherano y Xabi Alonso, ni como parar a Torres, a Gerrard, a Kuyt e incluso a Babel, el más flojo de todos. Por eso, a los 28 minutos ya estaban rematadamente perdidos con el 2-0, aunque sobre el penalti de Heinze habría que discutir.¿Y el ambiente? En Anfield, el de siempre. En este campo no camina solo ni el Liverpool ni el visitante. La pasión está por encima del fútbol y el que prometían uno y otro no iba a ser mucho... Craso error. Benítez, tras su metódico encuentro defensivo en el Bernabéu, donde creó, sin embargo, más ocasiones de gol que el Madrid y por eso ganó, mandó a su equipo contra Casillas en el instante en que Bleeckere señaló el comienzo. Los «reds», volcados, llegaron al área con peligro en el primer y en el segundo minuto; en el cuarto, Iker desvió con la puntera un disparo de Torres, después de que éste dejara sentado a Cannavaro con un taconazo sutil, y a continuación tocó con los dedos para que el pelotazo lanzado por Mascherano se estrellara en el larguero. Arreciaron los cánticos; la afición madridista, demudada: en sólo cuatro minutos su portero se había ganado el sueldo.Los jugadores del Liverpool estaban muy encima de los del Madrid, eran contundentes y pegajosos, se anticipaban siempre y, como en la ida, los pupilos de Juande no sabían cómo contrarrestarlos. Velocidad, primer toque, profundidad, despliegues perfectamente controlados; y garra, mucha garra. Torres bajó hasta su campo para quitar el balón a Robben. Trabajo incansable, solidaridad, anticipación constante y criterio. A los 16 minutos la fe del «Niño» encontró recompensa y, después de luchar por un balón y ceder a Kuyt, entró en el área, superó a Pepe –protestaron los jugadores del Madrid– y marcó a puerta vacía.El Madrid, que tenía la obligación de salir a ganar, seguía sin enterarse. No fijaba las marcas y era fácilmente superado. Hasta Skrtel se atrevió a subir y un cabezazo suyo requirió un paradón de Casillas junto a la cepa del poste. Luego llegó el penalti, que transformó Gerrard. La única respuesta, un disparo de Sneijder para que Reina se luciera.El único cambio que introdujo Juande en el segundo tiempo fue el de Marcelo por Robben. Sólo ése. La actitud, parecida, porque Gerrard hizo el 3-0. Entonces el Liverpool cedió terreno, no mando, y Casillas, con sendos paradones a Gerrard y a Torres, siguió siendo el mejor entre los suyos. Van der Vaart suplió a Cannavaro; era la desesperación, nada. Dossena, que hizo el cuarto, relevó a Torres casi al final, y Anfield le despidió como a un héroe, como antes a Gerrard y a Xabi Alonso. El Madrid cayó en el Bernabéu y en Anfield. Derrotado en los dos partidos, no da más de sí, y lo que ha ofrecido es aún menos que cuando ocupaban su banquillo Luxemburgo, López Caro, Capello o Schuster, también caídos en octavos. Ciertamente, hay quinto malo. Boluda, aparte de hablar y de meter la pata, podía convocar elecciones este domingo. Sería lo mejor para el Madrid.
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