Hollywood
Te odio querida
Son la encarnación del amor after-cortés: dama que aglutina un compendio de perfecciones por las que un caballero se embriaga hasta alcanzar el paroxismo... ¿No recuerda a «La Pataky» y su Broody? No se trata de que te regalen castillos o te presten el brazo a modo de báculo para que te enseñorees por cualquier alfombra roja del mundo, embutida en dolcegabannas, karllagerfelds o guccis... Es algo más medular: la indecente sinceridad con la que esta muñequita cuasiperfecta, es amada. ¡Algo tendrá el agua cuando la bendicen! Repetía mi abuela... Ya lo creo: carita de ángel, mirada líquida y boquita almendrada que hace buenos todos los diminutivos lorquianos... Al menos, a su naturaleza-tiramisú la erosión de Hollywood no ha logrado adobarla con ese aire de superioridad que avinagra a otras. Quizá por eso, su sola presencia cada vez que regresa a suelo patrio, divide al mundo en dos mitades: las poquísimas que parecen hembras cosidas a mano y, las demás, que simulamos restos de serie de la Banda del Mirlitón. Aunque vaya en su sueldo perder el tiempo demostrando que su sinapsis neuronal funciona a la perfección, a la Pataky le ha tocado todo en la primitiva de la vida: belleza incontestable, éxito avasallador y una pasión insultante. No queda más remedio –como suspiraba Vallejo– que odiarla con todo afecto.
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