Afganistán

Un episodio preocupante

La Razón
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El que dos mujeres soldado salvaran el «honor de los Prizzis» en Afganistán revela el acierto de su progresiva incorporación a las Fuerzas Armadas y demuestra que el valor y la fortaleza de ánimo no es patrimonio de quienes se ponen el uniforme por los pies. Las militares destacadas en el territorio de los talibanes antepusieron con su decisión la dignidad que les procura el uniforme a cualquier sentimiento primario, impropio de quien decide servir a su patria. Bien es cierto que también puede entenderse la reacción de sus compañeros como una ofuscación de la mente acorde con el discurso pacifista y buenista de un Gobierno que se ha singularizado por trasladar, dentro y fuera de las Fuerzas Armadas, la impresión de que las misiones de nuestros soldados en el extranjero son de paz, nunca de guerra, y están exentas de riesgo y peligro. No debiera sorprender que a veces brote entre la soldadesca expedicionaria un espíritu más propio de voluntarios de «oenege» que de un ejército con la misión de defender los intereses de España en la paz y en la guerra. Lo preocupante sería que la indisciplina de los dos soldados sancionados por un aparente rapto de pusilanimidad o canguelo a la hora de conducir un convoy por una zona hostil no fuera un hecho puntual sino la consecuencia de un estado de ánimo que empieza a generar problemas casi a diario y que pudiera identificarse con la poco acreditada vocación militar de muchos de los jóvenes que cubren los cupos de acceso a las Fuerzas Armadas. El hecho denunciado por este periódico confirma que no siempre el valor hay que suponérselo a quienes visten un uniforme y harían bien Zapatero y su ministra de Defensa, desde ya, en transmitir mensajes inequívocos del sacrificio, entrega y riesgo que suele acompañar la carrera militar cuando voluntariamente se decide recorrerla.