La Habana
132 días de pesadilla
Carromero llega hoy a Madrid tras cinco meses en una prisión en La Habana. Ni él ni el sueco Modig podrán regresar a la isla, tras el veto del régimen
Ángel Carromero pisa hoy suelo español. Han pasado ciento treinta y dos días desde que partió a Cuba, en sus vacaciones de verano. El joven dirigente de Nuevas Generaciones, de 27 años, aterrizó en La Habana el 19 de julio movido por unas convicciones políticas que probablemente hayan evolucionado tras haber conocido el sistema judicial y penitenciario cubano de primera mano. El joven que regresa a España sin duda no es el mismo. A la huella que le ha dejado la experiencia de estos «cinco meses de secuestro», como lo llaman los disidentes cubanos, se une la fatal pérdida de un ejemplo político como era Oswaldo Payá. Carromero viajó siguiendo la tradición de muchos otros españoles para ayudar, pero también para entender mejor la situación en un régimen anquilosado y hermético.
La idea del viaje surgió desde Estocolmo, donde la disidencia cubana también tiene una fuerte presencia. Algunos simpatizantes del Partido Democristiano sueco, preocupados por el deterioro en la isla querían estimular a los jóvenes cubanos para que se involucraran en los futuros cambios políticos. El presidente de la Liga Juvenil Demócrata Cristiana (KDU), Jens Aron Modig, ya había estado en Cuba, pero al no saber apenas español, buscó a alguien que coincidiera en ideología y que además conociera de cerca la maquinaria interna de los jóvenes aspirantes a políticos cubanos y el entramado siempre complejo de la oposición. La persona idónea fue Carromero, el vicepresidente de las Nuevas Generaciones del Partido Popular.
Quienes le conocen destacan su capacidad para congregar a gente en torno a una causa. Le consideran un hombre comprometido. Aron Modig y él iniciaron así un viaje iniciático que quedaría truncado por el destino y la fatalidad. Modig se trasladó unos días antes a Madrid para partir los dos juntos a Cuba. Los dos escribieron en las redes sociales su entusiasmo por el viaje y lo bien que se lo pasaron en los días previos en la capital. Antes de coger el avión desde Barajas, el político democristiano escribió que durante unos días estaría «offline». Modig sólo volvería a twittear a su regreso a Estocolmo el 31 de julio, después del accidente que acabó con la vida de Payá y Cepero. La cuenta de Carromero, sin embargo, está dada de baja. Jens Aron Modig tuvo mejor suerte que el joven político español. Los dos resultaron heridos en el suceso del día 22 de julio, pero Carromero iba conduciendo y, según la versión castrista, Oswaldo Payá ya estaba muerto cuando llegó la ambulancia. Harold Cepero, el otro activista cubano, falleció en el hospital.
La familia del fundador del Movimiento Cristiano de Liberación considera a Carromero un amigo y siempre ha defendido su inocencia. Pero la Fiscalía cubana pidió siete años por doble homicidio involuntario, aunque al principio indicara que estaban siendo acosados por un Lada rojo. Tras el juicio el 5 de octubre, el Tribunal de Bayamo le condenó a cuatro años. Fue entonces cuando la diplomacia española activó todos los resortes para trasladarle a España y que cumpliera aquí su pena. Tras meses de negociaciones y encuentros discretos, Carromero vuelve. Lo hace después de pasar cinco meses en la cárcel «100 y Aldabó» de La Habana.
Termina así un viaje cargado de buenas intenciones que se tornó en una pesadilla para él y para su familia. Un viaje que no podrá repetir. Las autoridades cubanas han prohibido la vuelta de Carromero y Modig a la isla. El entusiasmo juvenil se topó con la cruda realidad de La Habana.
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