Donald Trump

Una guerra para unir a América

Trump se envuelve en el discurso patriótico mientras la seguridad nacional se convierte en el eje de la campaña republicana

U.S. President Donald Trump pariticpates in a speaking event at an Evangelicals for Trump Coalation Launch at the King Jesus Internationakl Ministry in Miami, FL
Trump durante un acto con miembros de la comunidad evangelista de MiamiTOM BRENNERReuters

Donald Trump insiste en asegurar que no quiere desatar un conflicto bélico ni un cambio de régimen en Irán, justificando que actuó en defensa propia "para parar una guerra, no para iniciarla”, pero a la vez ejerce una fuerte presión militar contra el régimen Ayatolá enviando miles de soldados a la zona de conflicto. Y es que el Pentágono ha confirmado que desplegará entre 3.000 y 3.500 militares más en Oriente Medio, lanzando una claro mensaje del presidente Trump, que quiere demostrar que está preparado para defenderse ante cualquier posible represalia iraní.

Horas después de que un dron estadounidense matara al número dos de las Fuerzas de Movilización Popular en Irán, Qasem Suleimani, y al líder militar iraquí en el bombardeo en el aeropuerto de Bagdad, el Departamento de Estado de EEUU aseguraba que Teherán tenía previsto trazar “ataques inminentes” dirigidos a matar a cientos de estadounidenses.

El secretario de Estado, Mike Pompeo, confirmaba después que el general iraní, considerado el segundo hombre más poderoso del régimen Ayatolá, estaba detrás de la muerte de 603 militares y diplomáticos de EEUU. “Tenía en sus manos la sangre de cientos de vidas estadounidenses, pero lo que estaba ante nosotros eran sus viajes por toda la región y sus esfuerzos para llevar a cabo un ataque significativo”, insistía Pompeo.

Y es que, según información confidencial que el Pentágono mantuvo en secreto hasta el último momento, el general abatido Suleimani "había orquestado ataques en bases de la coalición en Irak en los últimos meses”, incluido el del pasado 27 de diciembre en el que murió el contratista estadounidense y que desató una repentina oleada de tensión, que ha ido aumentando en los últimos días.

Washington culpó entonces a las milicias proiraníes del altercado y actuó en consecuencia, como represalia por otras acciones previas contra intereses estadounidenses. El pasado domingo lanzó una ofensiva aérea, dejando un balance de 25 muertos en un total de cinco bombardeos concentrados en la frontera entre Siria e Irak.

La contundencia de esta operación despertó el malestar de las posiciones atacadas de Kataeb Hezbolá en Irak y miles de manifestantes se concentraron ante la Embajada de EEUU en Bagdad, irrumpiendo con fuera en sus instalaciones al grito de “¡Muerte a América!”. Las agresivas protestas se prolongaron hasta el día siguiente, pero Washington ya había lanzado la amenaza como respuesta a Teherán, asegurando que pagaría “un precio muy alto”. Y cumplió.

¿Qué consecuencias se esperan de lo que Irán considera una declaración de guerra, tras el asesinato de su líder? Es la gran incógnita ahora. El presidente iraní, Hasan Rohani, promete venganza. Una amenaza que inquieta a la comunidad internacional y cuya presión ha ido sembrando dudas de los posibles próximos pasos que tomará Irán como respuesta. Pero la Casa Blanca, que también ha tomado medidas urgentes como aumentar la seguridad dentro del país, en localizaciones estratégicas de las principales ciudades, ha querido intimidar a Teherán con el envío de miles de nuevas tropas estadounidenses.

Alemania, China y Reino Unido, por su parte, han reiterado su compromiso con Estados Unidos de rebajar la tensión del conflicto, según Mike Pompeo, quien también asegura que el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, le ha ofrecido su firme apoyo.

El presidente Donald Trump desataba la crisis con Irán desde su residencia de lujo de Mar-a-Lago en Florida, donde ha pasado las vacaciones de Navidad con su familia. Poco después de darse a conocer la noticia, Trump participaba en un acto de campaña en una iglesia evangélica al oeste de Miami ante una audiencia entusiasmada. En unas palabras dirigidas al público, el estadounidense dijo haber ordenado la muerte del general iraní Soleimani “en nombre de la paz” y, en un intento de reforzar su voto en las próximas elecciones, les recordó que es "el mayor amigo que los cristianos han tenido en la Casa Blanca”.

Trump también publicaba un tuit advirtiendo que “Irán nunca ha ganado una guerra, pero tampoco ha perdido una negociación”. Sin concretar la finalidad de esa advertencia o, por el contrario, llamada al diálogo, lo cierto es que el presidente ha provocado la mayor escalada de tensión de sus tres años de mandato y que podría derivar en un conflicto bélico. Y es que la acción militar, llevada a cabo sin autorización del Congreso de EEUU, ha terminado con la vida de uno de los líderes más influyentes de Oriente Medio, desencadenado unas consecuencias imposibles de anticipar y poniendo sobre la mesa el papel del Congreso ante la capacidad de decisión militar del propio presidente.

Tras el ataque, que no contó con la previa consulta del Congreso, Trump coloca la Seguridad Nacional como tema central del país de cara a las presidenciales de noviembre. El magnate aspira a su reelección, aunque el Partido Demócrata no se lo van a dejar nada fácil. Y es que la oposición le acusa de arrojar “un cartucho de dinamita en un polvorín” sin calibrar las graves consecuencias, tildando el bombardeo contra el general iraní de “temerario” y exigiendo detalles del asesinato selectivo que llevó a cabo contra Suleimani sin la autorización del Congreso de EEUU.

Con la sombra del juicio político rondado en segundo plano tras el repentino conflicto iraní, y con una lenta reincorporación de congresistas y senadores al Capitolio esta semana tras el parón vacacional, los demócratas esperan entregar próximamente los artículos del “impeachment” al Senado para iniciar el proceso de destitución del presidente Trump.