Chernóbil

El coronavirus, ¿un segundo Chernóbil?

La propagación desde China de un virus no letal como el COVID-19 ha creado un clima de pánico global como el del accidente nuclear de 1986

El presidente chino, Xi Jinping, protegido con una máscarilla, visita la Academia Militar de Ciencias Médicas en Pekín/AP
El presidente chino, Xi Jinping, protegido con una máscarilla, visita la Academia Militar de Ciencias Médicas en Pekín/APJu PengAgencia AP

Dos meses después de los primeros casos diagnosticados en China de un nuevo tipo de virus causado por lo que se conoce ahora como COVID, el mundo entero se ha obsesionado con la mística en torno a esta enfermedad que ya ha causado la muerte a 3.050 personas en 61 países y ha dejado más de 89.084 infectados. El virus ha azotado con fuerza en países como Italia, Irán y Corea del Sur y ha causado en los principales mercados mundiales un profundo impacto con el Dow Jones perdiendo un 6,75% en sólo dos días, seguido por el Eurostoxx50 y el IBEX35, que perdieron un 6,02 y un 6,45%, respectivamente. Algunos analistas predicen que la economía mundial podría perder hasta 1,1 billone de dólares si la epidemia se convierte en una pandemia mundial.

Sin embargo, dudo que estas prediciones sean realistas, pero lo que sí se debe destacar es una reacción exagerada por parte de los ciudadanos de a pie y los líderes económicos mundiales ante lo que hemos visto en los últimos meses. China se ha visto contaminada por un nuevo virus que se ha cobrado la vida de 2.915 personas en dos meses, pero debo recordar que durante el período de gripe actual que se vive en Estados Unidos, y según los datos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades, 16.000 americanos han fallecido por tipos de gripe más severas, dejando a su vez 280.000 hospitalizados. Además, diría que el brote de coronavirus ha hecho de China un país más sano y más seguro después del Año Nuevo. Según los ecologistas finlandeses, las emisiones de CO2 y SO2 se han reducido en más de un 30% en comparación con el mes de febrero de 2019 y hay que tener en cuenta que el aire contaminado mata a 4.000 personas en China no mensualmente, sino diariamente.

Me gustaría recordar también que entre el 25 de abril y el 23 de mayo de 1986, cuando los soviéticos se esforzaron por evitar que su dañado reactor nuclear de Chernóbil se expusiera instantáneamente y contaminara a la mitad de Europa con polvo radiactivo, el Dow Jones se mantuvo estable, subiendo y bajando entre los 1.831 y 1.833 puntos.

Me gustaría captar la atención del lector en torno a un hecho muy obvio: la reacción actual tanto de los gobiernos como de los mercados es completamente irracional. Las autoridades chinas respondieron al brote imponiendo una cuarentena en más de veinte ciudades donde residen 50 millones de personas. Ordenaron la paralización de millones de operaciones en marcha, causando la caída de los vuelos nacionales en un 70%, mientras que en el caso de los internacioneales esta caída se vio multiplicada por siete. Las ventas de automóviles en febrero bajaron en un 92% comparado con el mismo espectro temporal que en 2019. Como he dicho antes, la generación de electricidad se desplomó un 35%. Todo esto representa pérdidas directas para el Gobierno de China que se cifran en 200.000 millones de dólares, alrededor del 16% del PIB mensual del gigante asiático. Dudo que para finales de año el crecimiento del PIB supere los cuatro puntos porcentuales

¿Por qué los chinos ordenaron el bloqueo de las ciudades y fábricas arruinando así su economía? ¿Por qué los europeos están siguiendo el mismo ejemplo? Sencillamente no tengo respuesta desde el punto de que me resulta obvio que con las precauciones adecuadas la enfermedad no es tan letal, que además tiene una tasa de mortalidad por debajo del 1%. Esta histeria actual me recuerda a la que se vivió en EE UU el 11-S, cuando los ataques terroristas de extremistas islámicos mataron a 2.977 personas en Nueva York y Virginia. El Gobierno por aquel entonces pagó generosas compensaciones tanto a los familiares de los fallecidos como a las de los heridos. Estas ayudas supusieron un coste de aproximadamente 7.000 millones de dólares, o lo que es lo mismo tres millones de dólares por fallecido.

Más tarde las autoridades introdujeron medidas antiterroristas audaces, la gente se negó a viajar, los negocios se enfrentaron a la disminución de la demanda y, en tres años, la economía americana perdió aproximadamente 1,9 billones de dólares como consecuencia de los ataques. El presidente Bush envió a las tropas estadounidenses a luchar a Afganistán e Irak con un coste de cuatro billones de dólares y miles de soldados que perdieron la vida en combate. Por lo tanto, subrayaría, las secuelas de la emergencia es cientos de veces más costosa que la emergencia en sí misma. Si uno divide las pérdidas de 200.000 millones de dólares de China entre los 2.915 fallecidos, esto supondría un coste de 69 millones de dólares por cada víctima, o lo que es lo mismo, aproximadamente 25 veces más de lo que el Gobierno de los EE UU pagó en compensaciones por los ataques terroristas del 11-S. Si la histeria continúa, las pérdidas y los costes podrían crecer de forma exponencial.

Así que para finalizar diría que en un mundo complejo y globalizado donde las nuevas oportunidades van acompañadas de la mano de nuevos desafíos. Si queremos movernos libremente por todo el mundo, disfrutar de los bienes chinos baratos y los carnavales de Venecia al mismo tiempo, deberíamos ser realistas y darnos cuenta de que estamos expuestos ante nuevas amenazas. Deberíamos tomar precaucione ante los posibles riesgos, mejorar las pólizas de seguro de salud, inmediatamente ir a los hospitales si presentamos algunos síntomas. Cada uno de nosotros, ya seamos americanos, europeos, chinos o rusos, debemos decidir qué grado de riesgo queremos asumir. No son necesarias las prohibiciones de vuelo a China –hay necesidad de decidir por uno mismo si se quiere ir a estos destinos sacudidos por el coronavirus o no. No hay necesidad de cerrar el Teatro de La Scala, se puede decidir si se visitan los espectáculos o no. Estoy seguro de que el efecto general no sería mucho peor que el de ahora, la gente sería más responsable a la vez que la economía sufriría menos pérdidas.

Por supuesto que el valor de cada vida humana es incontable, pero el valor del pánico puede ser calculado de una forma mucho más sencilla, y parece que estos días éste excede en gran medida cualquier pérdida personal.

Todo estará bien. El año que viene nadie recordará lo que ha pasado estos días –excepto en el caso de que las autoridades tengan éxito a la hora de provocar un colapso en la economía global fomentando el pánico actual.