Elecciones en EEUU 2020
«Trump hace lo que dice. No tengo fe en Biden»
En el mitin del aeropuerto de Lititz abunda el merchandising de Make America Great Again y las lentejuelas para jalear al líder republicano
El mismo día que un Senado dividido (52-48) ratificaba la nominación de Donald Trump a la Corte Suprema, y a una semana exacta de la histórica cita electoral, el presidente estadounidense recorría no una, ni dos, sino hasta tres poblaciones distintas de Pensilvania a la conquista de aquellos indecisos cuyo voto puede ser decisivo para la reelección a la que aspira.
Trump añadía a su agenda tres citas clave de última hora en una misma jornada: Allentown por la mañana, Lititz al mediodía y Martinsburg por la tarde. Las tres pequeñas localidades de Pensilvania movilizaron a simpatizantes del presidente y curiosos de la zona que quisieron presenciar la inesperada visita.
“Es muy emocionante estar aquí y tener al presidente tan cerca”, dice una fanática de Trump acompañada de su marido mientras caminan a paso ligero por el tramo final de dos kilómetros que separa el aparcamiento más cercano del recinto electoral.
A dos pasos, su vecino Jean Morio les adelanta vestido con inconfundible merchandising de Trump de los pies a la cabeza. “No es un político, no está en el bolsillo trasero del resto de los políticos. Hace lo que dice que va a hacer, lo ha hecho hasta ahora y continuará haciéndolo. No tengo fe en Biden”, asegura con convicción.
A la llamativa indumentaria de Morio no le falta detalle. Los calcetines van marcando el paso de las letras “MAGA: Make America Great Again” mientras dejan ver una gran T por debajo de la suela al caminar; su camisa suplica “TRUMP 2020” por delante y "Re-elige a Trump 2020 por detrás; la gorra también es trumpista y su “Keep America Great” de la mascarilla es una excepción entre la multitud, desprotegida del brote de COVID19 que acecha todavía con fuerza el país.
Aunque los vecinos del condado de Lancaster no son los únicos que están presentes en el rally improvisado del recinto del aeropuerto de la localidad. También incondicionales de otras zonas de Estados Unidos han venido fletados en autobuses desde distintos estados del país.
Como Amy. Sin duda, una de las pasajeras que más llama la atención a su llegada. Se presenta como asesora médica del presidente Donald Trump y asegura acompañarle en sus mítines electorales procedente de Atlantic City, en el estado costero de Nueva Jersey. Con botas rojas, una gorra del mismo color con el emblema “Keep America Great” y altas dosis de maquillaje, la seguidora de Trump contrasta con la ropa de abrigo del resto y pasaría menos desapercibida en la ciudad balneario de la que viene, al vestir con una ligera bandera americana de lentejuelas en un Lititz al borde de la lluvia, bajo la niebla y a muy pocos grados de temperatura.
Pero todo sacrificio es poco en esta recta final de la campaña electoral, que está abarcando parte del protagonismo y también de los esfuerzos de ambos candidatos en el que, aseguran los expertos, podría convertirse en el estado bisagra decisivo que determine quién será el próximo presidente de Estados Unidos.
Los 20 votos electorales del total de 13 millones de habitantes que tiene Pensilvania, el sexto estado más poblado del país, podrían tener más peso el próximo 3 de noviembre que el de cualquier estadounidense de otro estado.
Lititz está situada a 60km de Harrisburg que, aunque capital estatal, es mucho menos popular que Filadelfia. La pequeña localidad del sur de Pensilvania cuenta con cerca de 9.000 habitantes según su último censo y está situada junto al Aeropuerto de Lancaster donde aterrizó Trump con su séquito.
Siendo un lunes de pandemia, muchos establecimientos de la zona y sus alrededores están cerrados al público. Los pocos que se mantienen abiertos tienen más clientela que capacidad de atenderla. El letrero de la entrada obliga a los comensales a usar mascarilla, pero los camareros no se cubren con ella la nariz. La televisión del comedor principal muestra a Trump en directo en la pantalla desde la cadena Fox y la del bar sigue ese mismo rally desde CNN. La mayoría de los presentes están de paso por la ciudad.
Objetos confiscados
Entre los medios internacionales que cubren el ambiente de tan simbólico evento, como periodistas noruegos y británicos, algunos participantes se quedan a las puertas del recinto por no querer renunciar a los objetos prohibidos que portan encima. Entre los más confiscados: paraguas, botellas de agua y comida. Entre los que menos, armas. Grandes o pequeñas, nadie de los que las llevan encima renuncian a dejarlas fuera.
“Estaba registrado para entrar, pero me obligan a dejar la navaja que tengo en el llavero y me costó 60 pavos. Prefiero ver a Trump desde aquí”, me cuenta Josh, entre interrupciones de una fuerte tos, sin mascarilla y muchos kilos de más.
Familias enteras se han acercado con sus hijos, algunos de ellos todavía van en cochecito y otros incluso en brazos de sus padres. Muchas personas con discapacidad acompañadas por familiares. Inconfundibles Amish por todas partes. Trabajadores de servicios, del campo, en paro. Jóvenes y mayores. Otros tantos con obesidad. Algunos de ellos tosiendo y estornudando, la gran mayoría sin mascarilla. Pocos espontáneos de origen asiático y latino, pero ni uno sólo de color. Todos, sin excepción, blancos.
A pocos kilómetros del encuentro entre fanáticos republicanos, los alrededores tampoco mienten. Una gran parte de los carteles situados frente a las casas de las vecinas localidades de Lancashire Hall, Brethren Village y Kissel Hill apoyan el tándem BIDEN-HARRIS desde la entrada principal, al dar la bienvenida.
A pesar de que la ciudad natal de Biden, Scranton, está situada en el mismo estado, considerado durante décadas demócrata, las presidenciales de 2016 le dieron una sorprendente victoria a Trump.
Lección aprendida tanto para demócratas como para republicanos, que siguen marcando una ajustada tendencia entre ambos candidatos en las encuestas más recientes. Por lo que la disputa más reñida las próximas elecciones podría estar, una vez más, en Pensilvania. Y ninguno de los dos, ni Trump ni Biden, la va a dejar escapar.
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