La crisis política se intensifica en Tailandia mientras se suceden las manifestaciones a favor de una reforma de la Constitución que permita reducir el poder de la monarquía tailandesa.
El rey Vajiralongkorn de Tailandia, que reina desde 2016, carece del carisma y el respeto que suscitaba su padre, Bhumibol Adulyadej, y su ausencia del país la mayor parte del año, así como opulenta y extravagante vida en las montañas de Baviera, generan cada vez más críticas, especialmente ahora que la pandemia de Covid-19 está golpeando duramente la economía tailandesa.
Con siete hijos de tres matrimonios, el monarca se casó el año pasado con una antigua azafata, Suthida, a la que convirtió en reina. Apenas unos meses después presentó oficialmente a su consorte real, Sineenat Wongvajirapakdi.
El monarca volvió al país a mediados de octubre y aumentó su poder al tomar control personal de varias unidades militares en Bangkok y de la fortuna real, valorada en al menos 35.000 millones de dólares (unos 29.000 millones de euros).
Este fin de semana, una imagen ha vuelto a generar debate sobre la monarquía tailandesa: un periodista británico publicó en twitter una foto de la reina Suthida acompañada de una mujer que muestra unas rodillas muy dañadas con el siguiente texto: “Cuando tu trabajo requiere que pases gran parte del tiempo de rodillas”. Las respuestas no se hicieron esperar: casi 30.000 retuits y muchos comentarios que denuncian la “esclavitud” en pleno siglo XXI y califican de “vergüenza” y “práctica medieval” situaciones así.
La monarquía es casi intocable en Tailandia, hasta el punto de que el artículo 112 de la Constitución prohíbe insultar a los monarcas y conlleva condenas de cárcel consideradas desproporcionadas por activistas y organizaciones. Una de las señas de respeto más comunes en el país es arrodillarse ante los reyes y los miembros de su familia, considerados casi deidades.