Economía

Las últimas navidades de Donald Trump en la Casa Blanca

El presidente saliente ha otorgado hasta 26 nuevos indultos, tres de ellos muy controvertidos.

El presidente norteamericano Donald Trump saluda antes de subir al Air Force One.
El presidente norteamericano Donald Trump saluda antes de subir al Air Force One.TOM BRENNERREUTERS

A pesar de su insistencia por no reconocer la derrota, Donald Trump tiene ya los días contados en la Casa Blanca y ha decidido pasar las últimas dos semanas del año jugando al golf en Florida. Pero, antes de su forzada salida, el presidente ha otorgado hasta 26 nuevos indultos, tres de ellos muy controvertidos. A su aliado estratega, Roger Stone; a su ex director de campaña, Paul Manafort; y al padre de su yerno y asesor principal en la Casa Blanca, Charles Kushner.

Los dos primeros fueron acusados por el fiscal especial de la trama rusa, Robert Mueller, llevados a juicio y condenados por múltiples delitos. Manafort, quien cumple arresto domiciliario tras pasar casi dos años en prisión, admitió sus crímenes de fraude bancario y fiscal y conspiraciones de manipulación de testigos, aunque acordó cooperar con Mueller. Stone, acusado por obstrucción tras mentir al Congreso y amenazar a un testigo, nunca cooperó con la Justicia para proteger al presidente.

Kushner, por otro lado, fue procesado en 2000 por el entonces fiscal federal de Nueva Jersey, el republicano Chris Christie, por evasión de impuestos, manipulación de testigos y contribuciones ilegales a campañas.

A pesar de no querer darse por vencido, Trump anunció que se iría de la Casa Blanca si el Colegio Electoral daba al demócrata Joe Biden por ganador. Por ahora, la única garantía de su próxima salida. Y es que sus múltiples intentos de impugnar los resultados de las presidenciales del 3 de noviembre en varios Estados clave como Pensilvania, Michigan, Arizona y Wisconsin han ofrecido una imagen de despótica resistencia en la recta final de su mandato que han sido en vano.

La etapa final de Trump en la Casa Blanca será siempre recordada por las pataletas del mandatario y sus infundadas acusaciones de fraude electoral en unas elecciones, según él, «amañadas por la izquierda radical». Acusaciones que llevó sin pruebas al Tribunal Supremo, máxima institución judicial del país, cuyos magistrados fallaron por unanimidad en contra del presidente.

Y es que Trump, en su empecinamiento por ganar la reelección, presentó un recurso para anular 2,5 millones de votos emitidos por correo que fue rechazado en el Alto Tribunal. Ese voto por correo, determinante por primera vez en la historia del país por el riesgo del brote de covid-19, dio la victoria demócrata por goleada. Y mientras Trump se esforzaba por mostrar normalidad ante los devastadores efectos de la pandemia, Biden insistía en la importancia de uso de mascarillas y evitar el contacto físico con otras personas incluso al votar. Una gestión que parece haber sido esencial a la hora de inspirar la confianza del electorado. Con más de 332.000 muertos y 19 millones de infectados, EE UU acumula una cuarta parte del todos de casos del mundo y los pronósticos para los próximos meses no son esperanzadores.

La primera decisión de Biden como presidente será el uso de mascarilla obligatorio para todos los estadounidenses al menos 100 días, que hasta ahora han recibido instrucciones de autoridades locales o estatales, pero no del gobierno federal. Trump dejó en manos de gobernadores y alcaldes la gestión de esta crisis sanitaria sin precedentes.

Precisamente, para paliar los efectos económicos de la pandemia, el Congreso aprobó hace unos días, gracias al consenso bipartidista, un paquete de estímulos por valor de 900.000 millones de dólares. Pero Trump, sin cuya firma dicho paquete no podía efectuarse, bloqueó la decisión alegando que era muy poco dinero, aunque al final dio marcha atrás.

Desde Florida, donde la familia Trump está pasando las fiestas navideñas, el magnate seguía insistiendo en publicar acusaciones, entre partido y partido de golf, apuntando a los demócratas por haber «amañado» las elecciones y amenazando a los republicanos por no apoyar su permanencia en el poder. La fecha clave ahora para los conservadores será la primera semana de enero. Y es que las elecciones de Georgia se repiten el día 5 y los dos escaños que están en juego determinarán si los republicanos mantienen o pierden la mayoría en el Senado. Al día siguiente, el 6 de enero, el Congreso deberá cumplir con el trámite de contar los votos del Colegio Electoral que dan por ganador a Biden.

Mientras, las apariciones públicas del todavía presidente pasan, desde hace semanas, casi desapercibidas. El día de Navidad anunció en Twitter una video conferencia a la que las «Fake News no estaban invitadas» y su intervención no tuvo apenas repercusión en los medios. En sus redes sociales, además de críticas e insultos, destacaba estos días los elogios de sus aduladores.

Lo cierto es que la transición de la nueva Administración Biden-Harris ya ha comenzado y sus rivales políticos acaparan casi todo el protagonismo. Los nuevos nombramientos en cargos públicos, las medidas de acción contra la pandemia y sus efectos, incluso el momento en que han recibido la vacuna son algunos ejemplos.

En menos de un mes, los demócratas estarán de nuevo en el poder y serán los responsables de la gestión de uno de los mayores desafíos a los que se ha enfrentado EE UU. «Tras un año de dolor y pérdida, es hora de unirnos, sanar y reconstruir», publicó Biden en Twitter.

Aunque la campaña de vacunación está sufriendo serios retrasos. Si bien las farmacéuticas han entregado a los Estados cerca de 9,5 millones de dosis, tanto de Pfizer como de Moderna, hasta el miércoles sólo se habían administrado un millón de inyecciones. Es decir, una de cada diez. Y la primera semana se administraron apenas 614.000 dosis, cuando se habían entregado casi 3 millones. Con este panorama, es difícil imaginar que pueda cumplirse el objetivo de administrar 20 millones de dosis antes de fin de año y otros 100 millones para principios de 2021.

La tradicional ceremonia de investidura presidencial, a la que Trump aún no ha confirmado su asistencia, tendrá lugar el próximo 20 de enero frente al Capitolio de Washington.