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Análisis

La geopolítica de las vacunas

Cuatro de los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU han desarrollado su propia cura contra la pandemia, la UE no se puede quedar atrás

La gestión de la crisis sanitaria y económica redefinirá los equilibrios del poder global entre aquellos que salgan fortalecidos de la epidemia y los que se queden arrinconados. Las vacunas como cura para superar la enfermedad covid-19 ofrecen una primera imagen de la jerarquía entre continentes y Estados dentro de la escena internacional. Cuatro de los cinco países miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas han sido capaces de desarrollar su propia vacuna. Estados Unidos (Pfizer, Moderna y a la espera de Johnson & Johnson); Reino Unido (Oxford-AztraZeneca); Rusia (Sputnik V); China (CoronaVac y Sinopharm).

No se alumbra un nuevo orden en tanto en cuanto el poder se retiene entre los mismos actores, pero sí se afianzan algunas dinámicas a las que merece la pena prestar atención. Europa se ha quedado en una posición intermedia con la colaboración de la alemana BioNTech en la cura de Pfizer y la participación sueca de la firma AstraZeneca.

La UE apostó por una compra masiva de dosis, pero perdió tiempo (quizás demasiado) en la negociación de los precios y en la burocracia. Los Veintisiete querían evitar a toda costa que se repitieran las imágenes del inicio de la pandemia en las que Estados como Alemania y Francia acapararon material sanitario y se resistieron a enviar ventiladores y test a los socios más vapuleados por el nuevo coronavirus como Italia o España.

El optimismo de la Comisión

Por eso, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, se puso al frente de la compra de vacunas para garantizar que pequeños y grandes recibiesen las dosis necesarias. De lo contrario, hubiera sido el principio del fin de la Unión Europea. El bloque volvió a apostar por la solidaridad sin reparar en que en esta batalla la agilidad es igual de letal. El tiempo que se pierde en actuar se cobra en vidas humanas. La Comisión no se aseguró la producción ni la distribución de las vacunas contratadas, mientras que Estados Unidos invirtió 10.000 millones de dólares para garantizar 300 millones de dosis para principios de este año y Reino Unido dedicó 1.900 millones de libras a la compra anticipada de vacunas.

«Hemos sido demasiado optimistas con la capacidad de producción y quizás estábamos demasiado seguros de que lo que habíamos encargado y pagado se nos iba entregar a tiempo», ha admitido esta semana Von der Leyen ante un caldeado Parlamento Europeo. «Creo que es una exageración decir que la UE fracasó, pero ciertamente se está quedando atrás. Fue lento colocar órdenes de compra anticipadas, porque mantuvo largas negociaciones con las compañías farmacéuticas.

También fue lento para aprobar el uso de las primeras vacunas, debido a un enfoque cauteloso de la Agencia Europea del Medicamento. Y, por último, la mayoría de los países europeos no han sido muy flexibles al implementar las vacunas. Hay varias causas, pero la dificultad para la UE de negociar en nombre de veintisiete Estados influyó. En todo caso, creo que hubiera sido inconcebible que los países de la UE negociaran por separado», reflexiona Anthony Dworkin del European Council of Foreign Relations (ECFR).

La gran sorpresa la ha dado Rusia con Sputnik V. Las suspicacias por la falta de pruebas clínicas sobre la cura -igual que las vacunas chinas- se esfumaron tras el reciente estudio de la prestigiosa revista científica The Lancet que equiparó la eficacia de Sputnik V (91,6%) a los niveles de las vacunas norteamericanas (95,1% Pfizer y 94,5% Moderna). China ha manejado la gestión de las vacunas con la misma opacidad con la que lideró el estallido de la pandemia pero ha demostrado que su sistema de vigilancia masiva y cuarentenas forzosas es realmente efectivo para domar al coronavirus. Rusia y China salen fortalecidas aunque sus fragilidades o contradicciones internas son todavía demasiado profundas como para poder dar el «sorpasso» a Occidente.

Propaganda y poder

«No creo que el virus lleve a un cambio fundamental del orden mundial, pero ha puesto de relieve tendencias que ya existían, en particular la geopolítica competitiva del mundo actual. Los problemas de Rusia permanecerán: las protestas de Navalni mantienen vivas las preguntas sobre la legitimidad de Putin, pero puede ganar algo de crédito por su vacuna. China se beneficiará a corto plazo de una salida más rápida de la pandemia y de la distribución de su vacuna, pero también ha planteado mayores preocupaciones por la naturaleza agresiva de su política exterior en el último período», advierte Anthony Dworkin.

Pekín y Moscú aprovecharán este «momentum» para irradiar su influencia en el tablero mundial. China trata de hacer olvidar a la opinión pública mundial de su responsabilidad en el origen del coronavirus y en la propagación de la enfermedad por su falta de transparencia con una distribución masiva de su vacuna en los países emergentes, en especial, Latinoamérica.

En este contexto, la Unión Europea debe pelear por lograr el objetivo (cada vez más difícil) de vacunar al 70% de la población europea para este verano y, a su vez, asegurar dosis para el Tercer Mundo, si quiere jugar algún papel relevante. España no puede caer en la complacencia y debería adoptar y adaptar el modelo de vacunación de Israel que ya tiene al 58% de su población con algún tipo de inmunidad. La ciencia y la investigación se han convertido en dos factores clave del poder. La pandemia es nuestro mayor desafío pero también la gran oportunidad. Algo que no se puede conseguir encastillado en La Moncloa.

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