Terrorismo

El peligro yihadista acecha a Europa con la actuación de los “lobos solitarios”

Los atentados de Noruega e Inglaterra demuestran la peligrosidad de los individuos fanatizados mientras se investiga lo ocurrido en Torre Pacheco

El premier Boris Johnson condenó el ataque y rindió tributo a su colega a quien calificó como “un excelente servidor público” y, por encima de todo, “una de las personas más amables, bondadosas y gentiles de la política”. “Creía apasionadamente en este país y su futuro”, manifestó.
El premier Boris Johnson condenó el ataque y rindió tributo a su colega a quien calificó como “un excelente servidor público” y, por encima de todo, “una de las personas más amables, bondadosas y gentiles de la política”. “Creía apasionadamente en este país y su futuro”, manifestó.Andrew Parsons / No10 Downing StAgencia EFE

Las organizaciones yihadistas no son bandas terroristas al estilo de las que hemos sufrido en Europa, como ETA o el IRA, con estructuras piramidales en las que los atentados se ordenaban y controlaban expresamente por las respectivas “direcciones” salvo cuando se trataba de objetivos “tradicionales”, como podían ser las personas pertenecientes a las Fuerzas Armadas o a las Fuerzas de Seguridad, que para matar a los uniformados no había que pedir permiso, sino esperar la felicitación de los cabecillas.

No es casualidad el ingente esfuerzo que, tanto el Estado Islámico (Daesh, Isis), Al Qaeda y otras bandas yihadistas hacen para transmitir sus mensajes y consignas a través de las redes sociales con el fin de “dinamizar” a musulmanes, o conversos fanatizados, para que cometan atentados.

Rara vez pueden asumir la autoría de esas acciones criminales (salvo en los casos en que el autor estuviera en contacto con algún “dinamizador” y le hubiera mandado un vídeo) por lo que hechos delictivos claramente terroristas son presentados, algunas veces, como obra de perturbados mentales o individuos desequilibrados.

A esto hay que añadir los que, sin ser uno seguidores acérrimos de dichas redes sociales, actúan por un fenómeno de imitación de actos que son lo suficientemente publicitados.

En ambos casos, el autor se guía por lo que ha leído, visto o escuchado. Interioriza de que ha llegado el momento de dar una lección a los “infieles” que le han perjudicado personalmente, o al Islam en su conjunto, y comete el atentado.

A partir de ese momento, los investigadores de las Fuerzas de Seguridad tienen que dedicar cientos de horas en demostrar algo evidente por la sencilla razón, explicable en los tiempos que vivimos, de que a ningún Gobierno le gusta tener que asumir que ha sufrido un ataque terrorista en su territorio.

Hace unas semanas fue en Torre Pacheco (Murcia) y, más recientemente, en Noruega e Inglaterra. Lo que pasó en nuestro país, un atropello masivo por parte de un individuo que dejó una carta escrita con sus intenciones, es investigado por la Audiencia Nacional y la Guardia Civil ya ha aportado diversos informes. Desde el primer momento, determinados sectores han tratado de desvincular del terrorismo estos hechos y situar a las víctimas fuera del amparo que les dan las leyes que les protegen. Habrá que esperar a la decisión del juez a la vista de las pesquisas de la Benemérita. Pero cada día se suman las evidencias en contra de los que se filtra desde dichos sectores.

Los llamados actores, “lobos”, solitarios no tienen un mismo patrón de actuación y sus motivaciones iniciales están, en muchos casos, derivadas del rechazo social que creen haber sufrido por el mero hecho de ser musulmanes (o conversos); haber sido acogidos para ser educados en un país que no era el suyo, pero con la “cantinela” común de que no se respetan las normas del Islam, algo que no entienden quienes son incapaces de vivir en sociedades tolerantes y democráticas. Al final, por ese fenómeno de imitación, de inspiración yihadista, sin que expresamente se lo haya ordenado nadie (salvo Alá, en su justificación religiosa de lo que van a acometer) pasan a la acción. A partir de ese momento, los investigadores tienen que dedicarse a demostrar lo que es evidente ya que, por principio, lo ocurrido nada tiene que ver con el yihadismo. Y las víctimas, a esperar.

Hace ya algunos años, el que fuera portavoz del estado Islámico. Abu Mohamed Adnani (Taha Subhi Falaha, su verdadero nombre,) dejó clara la doctrina para todos estos individuos: “si no podéis encontrar una bomba o una bala, destrozadles la cabeza con una piedra o asesinarles con un cuchillo, atropelladlos con vuestro coche, tiradlos desde un lugar alto, estranguladlos o envenenadlos”. Este sujeto fue abatido en un ataque con drones y Daesh perdió a uno de sus más peligrosos cabecillas, pero la doctrina la dejó escrita y algunos la siguen al pie de la letra.

Hace unos días, la localidad noruega de Konssberg vivió una auténtica pesadilla, cuando un converso al Islam, armado con un arco y unas flechas, asesinó a cinco personas de forma indiscriminada. El hecho se investiga, al igual que el de Torre Pacheco, como terrorista, pero ya han salido voces que hablan de que no estaba en su sano juicio. Los que esto afirman debían darse una vuelta por las redes yihadistas para comprobar cómo celebran el acto criminal.

Y también esta misma semana, se ha producido el asesinato del diputado conservador británico David Amess, acuchillado por un somalí en el interior de un templo religioso de la localidad de Leigh on Sea. Se investiga como acto terrorista. Esta vez los británicos, que llevan años sufriendo los ataques de los “lobos solitarios”, han actuado con más rapidez al calificar el crimen.

¿Qué ocurre en los otros casos y alguno que aún está pendiente?. Las pesquisas, lógicamente, se dilatan en el tiempo (ya ha ocurrido en otras ocasiones en Europa) y cuando se llega a demostrar que, evidentemente, las motivaciones últimas de los criminales eran yihadistas y no se trataba de simples perturbados mentales, ha pasado el tiempo. Es indudable que el efecto ante la opinión pública no es el mismo en lo que ha amenaza terrorista se refiere, aunque los crímenes producen siempre la consiguiente alarma social. Es una forma de ver las cosas.

Habrá que admitir que alguien que se mete a “lobo solitario” difícilmente pasaría una pericial psiquiátrica con un buen resultado; no se debe tener la cabeza muy centrada cuando se opta por la violencia en vez de por el diálogo y la reconciliación. De ahí, a que el crimen de turno es obra de un loco y no de un terrorista, hay un trecho. Porque la motivación inicial (y última) es el supuesto del desprecio y ataque de los “infieles” al Islam.

La amenaza yihadista está ahí, cada día más presente, con la sombra de un posible crecimiento de Al Qaeda tras la conquista talibán de Afganistán. Ya lo dijo el fallecido “califa” Baghdadi”: un atentado cometido en occidente vale por mil perpetrados aquí (se refería a las zonas en las que la banda yihadista cuenta con una cierta operatividad territorial). Ignorar el peligro no exime de su existencia. Y esta semana hemos tenido dos ejemplos.