América Latina
Todos los santos: hoy no es un día cualquiera en México
La familia Capultitla es una de las miles que han anticipado el Día de Muertos, una de las tradiciones más emotivas en México, por el cierre de decenas cementerios el 1 y 2 de noviembre
Mónica Capultitla decora con cempasúchiles y velas las tumbas de “mi tía María Guadalupe y mi abuelita Flora por primera vez porque fallecieron en 2020 antes de la pandemia y no pudimos venir el año pasado, casi todos los panteones estaban cerrados”. Su hijo Germán arroja con mimo estas flores naranjas, tradicionales del Día de Muertos mexicano, que marcan el camino de regreso al mundo de los vivos a los seres queridos que ya no están en la madrugada del 1 al 2 de noviembre.
El pequeño de ocho años sonríe en su primera visita al cementerio de Xilotepec en Xochimilco, uno de los barrios de Ciudad de México famoso por sus canales estilo veneciano, y presume contento de haber clavado una piruleta sobre la tierra donde descansan sus familiares: “Las paletas y los chicles les gustaban mucho. También la Coca-Cola. Al acabar, todos nos vamos a tomar una aquí”. Su abuela y su hermana ríen al caer una piña en el hombro de este reportero mientras pican patatas fritas a modo de almuerzo en el campo santo: “Miren la ardilla. No fueron los espíritus”. Las familias en México han colocado en sus casas altares con fotos de sus seres queridos junto a los Panes de Muerto, las calaveritas de azúcar, la bebida favorita, los manjares preferidos y otros placeres del difunto. Las coloridas calaveras, llamadas catrinas, han invadido los balcones, bares y comercios de todo el país.
Mónica no pierde su tono amable para explicar que la pandemia ha enfriado el regreso de esta festividad, mezcla del misticismo indígena y el catolicismo, tras el cierre masivo de cementerios “toda la semana de muertos” en 2020: “Nos hubiera gustado juntarnos toda la familia. Mi tío falleció en julio del año pasado por covid a los 68 años. Otros familiares están poniendo bonita su tumba. Por las restricciones, solo nos reuniremos un ratito antes de irnos”. El gobierno mexicano ha decretado la ley seca en los cementerios, ha prohibido los conciertos de mariachis, reuniones de más de cuatro personas y la entrada a grupos de riesgo como mayores de 65 años, menores de edad o embarazadas.
Pese a “la tristeza de no haber podido venir hace un año” y no poder disfrutar del tradicional festejo en el panteón “hasta el amanecer” en la madrugada del lunes al martes, Mónica entiende las limitaciones “porque la pandemia todavía no ha terminado”. Agradece las horas de visita mientras escucha la canción María de la Luz de Chalino Sánchez desde un altavoz conectado a su móvil: “Les encantaba a las dos. Es un día bonito. Siento más felicidad que nostalgia. Agradezco decorar la tumba y escuchar sus canciones. Aunque una pérdida siempre es algo triste, me alegra enseñar las tradiciones a las nuevas generaciones”.
Isidro Santana, un florista simpático de mediana edad, vende cempasúchiles y otras flores junto a Ofelia, la más anciana del puesto a pocos metros del sagrado recinto. Isidro espera más visitantes “en el peor Día de Muertos” de su vida: “Antes venía muchísima más gente. Es un cambio de vida. De trabajar a no hacer nada. Y ahora solo vendo el 5% de lo que vendía el Día de Muertos antes de la pandemia. La gente ahorita prefiere comer. No hay dinero”.
Antes de la crisis sanitaria, la Cámara Nacional de Comercio de Ciudad de México cifraba en 20 euros el consumo por persona en estas fechas dejando 43 millones de euros para pequeñas y medianas empresas. Germán hace una pequeña cruz con los pétalos naranjas de cempasúchiles en uno de los años más emotivos de esta tradición por el regreso a los cementerios y los 288.276 fallecidos por covid en México, siendo el cuarto país del mundo en defunciones totales y el 19º en decesos por habitante por detrás de Estados Unidos: “Me lo paso muy bien. Me gusta cómo ha quedado la tumba. Mi abuelo siembra los cempasúchiles. Solo falta colocar los nardos, regar todas las plantas y limpiar la piedra con agua”. Su abuela resume la jornada anticipada del Día de Muertos: “Aquí convivimos”.
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