Polémica

De granjera de patos a agente secreta en Corea del Norte

Operó bajo el nombre en clave de «Crisantemo», coaccionando a desertores, y ahora le piden tres años de cárcel

Song comenzó su trabajo como agente encubierto en 2016 bajo el nombre en clave de “Crisantemo” y dos años después “desertó” a su país
Song comenzó su trabajo como agente encubierto en 2016 bajo el nombre en clave de “Crisantemo” y dos años después “desertó” a su paísLa Razón

La granjera de patos Song Chun-son soportó nada menos que dos años y medio de penurias en un campo de concentración norcoreano, hasta que fue coaccionada para servir a la policía secreta del Ministerio de Seguridad del Estado. La espía norcoreana ha estado operando dentro de Corea del Sur durante aproximadamente tres años, coaccionando a los desertores para que regresen a “casa” y apoyen la agenda política del régimen.

Song comenzó su trabajo como agente encubierto en 2016 bajo el nombre en clave de “Crisantemo” y dos años después “desertó” a su país. Fue en 2018 cuando se fugó a Seul trabajando de emprender una nueva vida, donde ejerció de camarera para poder pagar sus estudios a fin de ser enfermera de una residencia de ancianos.

En mayo fue detenida imputándole el cargo de haber cooperado con el Estado para atraer o chantajear a desertores norcoreanos que vivían en el Sur y hacer que regresaran al Norte. Desde entonces, su caso ha permitido conocer la batalla clandestina que libran las dos Coreas sobre los desertores norcoreanos.

Song contó al tribunal cómo acabó yendo al Sur. Nativa de Onsong, una ciudad norcoreana cercana a la frontera con China, había estado trabajando como intermediaria, ayudando a los desertores norcoreanos en el Sur a transferir remesas de dinero a sus familiares en el Norte cuando el Ministerio de Seguridad del Estado la reclutó en 2016.

Al interrogarla tras ser acusada de ejercer un empleo ilegal como intermediaria de esas transferencias , el Ministerio le planteó una dura disyuntiva: cumplir condena en un campo de trabajo o cooperar con sus agentes para atraer a los refugiados norcoreanos de vuelta. Para la granjera, que ya había estado en un campo de trabajo de 2007 a 2009 por el delito de entrar ilegalmente en China para conseguir alimentos tras la hambruna en Pyongyang, la elección era obvia.

Bajo el mandato de su líder, Kim Jong Un, Corea del Norte – que tilda a los desertores de “traidores” y “escoria humana” - ha conspirado para atraer a sus tránsfugas de vuelta a su antigua patria utilizando cualquier medio posible. Pero las autoridades de contraespionaje del territorio contrario están igualmente decididas a frustrar la operación, examinando cuidadosamente a los prófugos norcoreanos recién llegados para atrapar a cualquiera que esté vinculado a sus esfuerzos.

Este martes, un tribunal de Suwon, al sur de Seúl, condenó a la agente “Crisantemo” a tres años de prisión. Así que ahora se han frustrado sus deseos de gozar de una nueva libertad y se encuentra sentada en una celda, convertida en un peón en la guerra a capa y espada entre su antiguo y su nuevo país de origen.

Coaccionar, e incluso secuestrar, a los desertores es una táctica habitual de los regímenes autoritarios para desalentar la deserción, ya que intensifica el clima de miedo que suele rodear a quienes desean hacerlo.

Corea del Norte ha llevado a cabo numerosas operaciones clandestinas destinadas a reforzar el apoyo a la ideología comunista dentro de Corea del Sur y a obligar a los desertores a denunciar su vida en el extranjero.

Más de 33.800 norcoreanos han desertado a Corea del Sur desde la década de 1990. De esa cifra, el 72% son mujeres y al menos una cuarta parte de ellas se han enfrentado a agresiones sexuales en el Sur, pero menos del 10% han buscado ayuda, según ha constatado el Ministerio de Igualdad de Género de Seul en una encuesta realizada en 2017.