
Guerra en Ucrania
“Había cadáveres sin cabeza, sin piernas y brazos”: el testimonio de una ucraniana tras el ataque ruso a Odesa
Olesia explica a LA RAZÓN cómo salvo la vida de su amiga tras el ataque a un edificio residencial en la ciudad costera de Odesa

«Ni podíamos imaginar que nuestras vidas, nuestras casas y nuestras familias serían destruidas así, en un instante». Olesia Garaieva, una psicóloga de Sergiivka, en la provincia ucraniana de Odesa, se preparaba para celebrar su cumpleaños cuando tres misiles rusos impactaron en los edificios residenciales en la noche del 1 de julio. Mientras comparte con LA RAZÓN su experiencia de cómo ayudó a salvar su amiga está claro que cada detalle quedó grabado en su memoria.
«Estábamos diez personas, entre ellos cinco adultos y cinco niños pequeños, en nuestro piso de dos habitaciones. Pasamos el día preparándonos para una fiesta de cumpleaños y nos quedamos dormidos. Los niños lo hacían en el pasillo, más lejos de las ventanas, por si acaso». Aproximadamente a la 1 de la noche, una serie de tres explosiones ensordecedoras sacudieron el edificio. «Sabía que teníamos que bajar de nuestro séptimo piso al sótano con los niños lo antes posible. Cada explosión sonaba más cerca y la última hizo que las ventanas se rompieran por todo el edificio. Las puertas de salida se atascaron. Los niños guardaban silencio, eran los adultos los que seguían gritando en pánico».
Después de que Olesia pusiera a los niños a salvo, telefoneó varias veces a Nina, la madre de su amiga, que vivía sola en un bloque vecino. No respondía. Entonces Olesia supo que tenía que ir allí y comprobar lo sucedido.
«La noche estaba muy oscura. Sólo un automóvil ardía cerca del edificio donde vivía Nina». Dentro del edificio había vidrios rotos por todas partes. Las puertas del apartamento de Nina quedaron rotas por la explosión. Vio a la propietaria, su amiga, tumbada justo detrás de las puertas. Estaba consciente pero apenas podía decir algo.
Olesia continúa: «No lograba entrar. Comencé a pedir ayuda a gritos. La gente corría a mi alrededor, pero parecía que nadie me escuchaba». Finalmente, un hombre que conocía bien, el tío Dima, la ayudó a entrar. Cuando miró más de cerca a Nina, pareció que estaba cubierta de sangre por todas partes. Vestía una camisa de dormir roja y no estaba claro dónde estaba la sangre y donde el tejido de la camisa. «Pidió algo de beber, pero al principio no pude encontrar dónde estaba su boca. Vertí un poco de agua en mi palma y traté de lavarle la cara. Tenía tanta sed que empezó a beber de mis palmas», relata a este periódico.

Lo segundo que le pidió Nina a Olesia fue que la vistiera: «¿Cómo me veré cuando lleguen otras personas?». Olesia inspeccionó a la mujer herida para ver si tenía cortes grandes y si estaba perdiendo sangre. Afortunadamente, no encontró ninguno, pero aún se veía muy mal. Además de la sangre por todas partes, uno de sus ojos estaba dañado, su brazo estaba roto y su vientre estaba muy duro.
En algún momento, Nina comenzó a temblar. Olesia sintió miedo de que se estuviera muriendo y le rogó que siguiera hablando con ella. «Le pedí que me prometiera que sobreviviría por el bien de su hija».
Cadáveres mutilados
Los vecinos bajaron al patio desde el sexto piso. Mientras esperaban la ambulancia, los supervivientes comenzaron a bajar los cuerpos. «Había cadáveres sin cabeza, sin piernas o brazos. Muchos medio desnudos porque dormían cuando el misil golpeó el edificio». Olesia no lloró mientras ayudaba a Nina. Solo después de que la ambulancia se la llevó, Olesia comenzó a jadear. «Estuve cerca de sucumbir al pánico. Alguien me dijo que tenía que estar fuerte y me dio un sedante».
«Era todo tan oscuro y tan aterrador. La gente rezaba para que comenzara el amanecer y disipara la oscuridad», añade Olesia. Sus hijos ya dormían en el sótano mientras ella caminaba afuera, con miedo de recibir la llamada del hospital diciendo que Nina había muerto. Algunas personas agarraban todo lo que podían y escapaban a cualquier lugar en sus coches dañados.
Asistir a los demás ha ayudado a Olesia a sobrevivir la primera semana después del ataque. Ayudaba a los sobrevivientes en el hospital con todo. Ahora, analiza con tristeza: “Probablemente había más personas como Nina, heridas e incapaces de salir, atrapadas detrás de las puertas rotas o enterradas por las ruinas. Entre todo el caos, algunos no recibieron ayuda a tiempo y perdieron su vida”.
Aun así, no se considera una heroína. “Soy una persona común. No sé si hubiera ido allí si Nina no hubiera vivido allí”. Olesia está segura de que su amiga haría lo mismo por ella si fuera la madre de Olesia quien necesitara ayuda. Dice que no ha podido dormir desde el bombardeo. “Cada pequeño sonido me pone en larta, cada ladrido de un perro, cada sirena de automóvil. Es mi casa pero tengo mucho miedo.”
El futuro es muy incierto para Olesia, su familia y a todos que vivían en este tranquilo pueblo turístico que perdió 22 de sus vecinos en un instante. “Tengo cuatro hermanas. Siempre hemos permanecido juntas pero no lo apreciamos lo suficiente. Ahora la guerra nos va a dispersar. No quiero salir pero tenemos que buscar un lugar seguro para nuestros niños”, lamenta Olesia. “No sé cómo vamos a construir nuestra vida, a criar nuestros hijos”, confiesa. Sin embargo, es la tenacidad de personas como Olesia que da la esperanza de que su familia aún pueda regresar al pueblo y construir sus vidas aquí.
✕
Accede a tu cuenta para comentar