Opinión

Taiwán, una apuesta decidida y firme por la paz

La guerra también puede suceder imprevisiblemente en el Estrecho como consecuencia de las pretensiones de China

Soldados se apresuran a bajar de un vehículo anfibio de asalto durante un ejercicio militar en la ciudad de Kaohsiung, ayer
Soldados se apresuran a bajar de un vehículo anfibio de asalto durante un ejercicio militar en la ciudad de Kaohsiung, ayerDaniel CengAgencia AP

Con la intención de “proteger nuestra seguridad e intereses nacionales, mantener la prosperidad y defender nuestro modo de vida democrático y libre para transmitirlo a las generaciones futuras”, el Gobierno de la República de China (Taiwán) acaba de anunciar –con tales palabras lo ha hecho la presidenta Tsai Ing Wen– un nuevo plan de reclutamiento que ampliará de cuatro meses a un año el periodo de servicio militar obligatorio a partir del año 2024.

La presidenta Tsai Ing Wen reconoce que se trata de “una decisión extremadamente difícil”, que nuestro Gobierno se ha visto en la necesidad de adoptar con un único objetivo: el de la paz. “Solo preparándonos para la guerra podemos evitarla y solo siendo capaces de afrontar una guerra podemos prevenirla”, ha declarado la presidenta Tsai, añadiendo que “cuanto mejor preparados estemos, menor será la posibilidad de aventurerismo desde el otro lado del Estrecho de Taiwán. Cuanto más unidos estemos, más fuerte y segura será Taiwán”.

Desgraciadamente, debido a las continuas amenazas que recibimos de China, en Taiwán sentimos que nuestra paz y prosperidad están cada vez en más grave peligro, hasta el punto de que nuestro Gobierno se ha visto en la necesidad de tomar tal decisión para reforzar nuestra autodefensa y garantizar así la paz y la estabilidad regionales.

Sabemos más que de sobra que en las guerras nunca hay ganadores, solo perdedores, que el conflicto armado nunca ha sido una forma de resolver problemas, y que solo a través del diálogo, la cooperación y el trabajo conjunto hacia las metas de estabilidad y desarrollo regionales, las personas pueden disfrutar de seguridad y felicidad. Y así lo ha expresado también la presidenta Tsai Ing Wen durante su reciente discurso con motivo del año nuevo, recalcando además que proteger la patria no es solo el deber de las Fuerzas Armadas, sino una responsabilidad conjunta que debemos asumir cada ciudadano.

Por suerte, enTaiwán contamos también con un cada vez más sólido apoyo internacional, como día a día nos demuestran nuestros países aliados y de ideas afines, entre ellos de manera muy especial Estados Unidos y la Unión Europea. Además, el 6 de octubre de 2022 recibimos por vez primera el apoyo explícito del Congreso de los Diputados de España, mediante la aprobación de una Proposición no de Ley en la que el Congreso “subraya su oposición a cualquier acción unilateral que socave el statu quo en el Estrecho de Taiwán” y reitera que la relación entre China y Taiwán debe desarrollarse “de manera constructiva mediante el diálogo, sin coacción y en base a la voluntad de la ciudadanía”. Tal declaración constituye un valioso hito en las relaciones entre España y Taiwán, que confiamos marque definitivamente el camino a seguir en los lazos entre ambos pueblos.

Como representante de la República de China (Taiwán) en España, he vivido desde aquí la devastadora invasión rusa de Ucrania que es, para los europeos, el conflicto armado más cercano y preocupante y que centra, lógicamente, toda la atención de los medios de comunicación. Pero no es el único rincón del planeta en el que hoy no existe la paz, y son demasiados los lugares repartidos por todo el mundo que solo llegan a los medios de comunicación por sus conflictos y pésimas noticias.

El cercano ejemplo de Ucrania nos avisa de que las guerras son imprevisibles y de sus terribles consecuencias: millones de personas sin hogar, desplazados, refugiados y, al final, solo catástrofe, destrucción y muerte y un único caldo de cultivo, el del odio. Mientras, despreciando tales antecedentes, China continúa con sus amenazas e incursiones de vuelos militares que cruzan la línea media divisoria del Estrecho de Taiwán, amenazando la seguridad, la estabilidad, la democracia y, en definitiva, la paz de mi país. Y haciéndonos temer que, igual que surgió en Ucrania debido a las ambiciones expansionistas de Rusia y cuando casi nadie en Europa lo esperaba, la guerra también puede suceder imprevisiblemente en el Estrecho de Taiwán como consecuencia de las pretensiones hegemónicas de China, con catastróficas y devastadoras consecuencias no solo para mi pueblo, sino para todo el mundo.

Fiel a mi condición de católico, he celebrado siempre con absolutas dedicación y admiración la ceremonia de la paz durante la misa cristiana. Se trata de la más evidente manifestación de nuestro deseo de compartir un valor tan necesario como universal y a ello me aferro hoy más que nunca para sostener mi convencida fe en la bondad de la humanidad.

Y como taiwanés, en estos días tan importantes para nosotros en los que esperamos la llegada del Año Nuevo Lunar el próximo 22 de enero, la festividad más celebrada de nuestro calendario, me sumo a la expresión de felicidad que todos los taiwaneses siempre nos deseamos y compartimos en estas fechas, que son también ejemplo de nuestros anhelos de paz y prosperidad.

Ambos gestos solidarios, el cristiano y el de la tradición del Año Nuevo Lunar, alimentan hoy mi esperanza en que al final, sean cuales sean nuestras costumbres, creencias o religiones, todos los seres humanos de bien hemos de coincidir en un único objetivo: trabajar unidos para detener la obsesión de expansión de las potencias hegemónicas, poner fin a las guerras y defender todos a una el valor universal más deseado e imprescindible: la paz.