Política

Japón

Akihito cede el trono de Japón

En una solemne e histórica ceremonia, el emperador de 85 años abdica después de tres décadas de pacífico reinado.

Akihito pronuncia un breve discurso en la ceremonia de abdicación, celebrada en el Palacio Imperial de Tokio
Akihito pronuncia un breve discurso en la ceremonia de abdicación, celebrada en el Palacio Imperial de Tokiolarazon

En una solemne e histórica ceremonia, el emperador de 85 años abdica después de tres décadas de pacífico reinado.

Haciendo gala del papel pacificador que le ha caracterizado a lo largo de sus 30 años de reinado, el ya emperador emérito de Japón, Akihito, se despidió ayer de sus ciudadanos deseando «paz y felicidad para el pueblo japonés y en todo el mundo». En una breve y austera ceremonia en la que el rígido protocolo fue el protagonista, el monarca agradeció el apoyo de su pueblo y anunció el fin de la «era Heisei» ante 300 invitados a la Sala de los Pinos en el Palacio Imperial. Allí, solamente los pasos marcados de sus majestades rompían el silencio mientras abandonaban el Trono del Crisantemo. En el exterior, lo hacía una lluvia bajo la que ciudadanos y turistas seguían la ceremonia desde sus teléfonos móviles.

«Junto con la emperatriz consorte, espero desde mi corazón que la 'era Reiwa' sea pacífica y fructífera, y por la presente rezo por el bienestar y la felicidad de nuestro país y la gente del mundo», deseó Akihito. Momentos antes, el primer ministro, Shinzo Abe, había agradecido al soberano y a la emperatriz Michiko sus décadas de servicio a la nación, en las que ambos habían «apoyado a la gente, dándoles coraje y esperanza» en momentos tan difíciles como las catástrofes naturales vividas en su reinado.

Lo cierto es que Akihito no dudó en acercarse a sus ciudadanos cada vez que una tragedia sacudía la nación, algo que sucedió con tanta frecuencia que, según una encuesta de la aseguradora Sumimoto Life, el concepto nipón de «desastre» o «catástrofe» es el que mejor resume las tres décadas de la «era Heisei». Allí donde hubo muerte y dolor, Akihito hizo acto de presencia. Visitó a las víctimas del gran terremoto de Hanshin en 1995, del ataque con gas sarín en el metro de Tokio ese mismo año, de la erupción de un volcán en la isla Miyake, del tsunami y accidente nuclear de Fukushima en 2011, del volcán Ontake o de los seísmos de Kumamoto en 2016 y de Hokkaido en 2018.

Akihito, que anunció sus deseos de abandonar el trono en agosto de 2016 debido a su avanzada edad y delicada salud, será recordado como el emperador del pueblo también por ser el primer monarca sin el halo divino de sus predecesores. No obstante, el camino hasta la abdicación no fue fácil. Tras dejar entrever sus deseos en un discurso a la nación, el Gobierno tuvo que aprobar una ley especial para, en diciembre de 2017, anunciar que el relevo en el trono –el primero en más de 200 años–tendría lugar en estas fechas. Desde entonces, el soberano ha llevado a cabo diversos ritos en diferentes templos del país como parte del proceso de abdicación. Uno de los últimos tuvo lugar ayer por la mañana dentro del palacio, cuando presentó sus respetos ante la diosa del sol Shinto.

Todo ello con el fin de que a las doce de la noche Japón entrara en una nueva era, la de la «Bella armonía» o «Reiwa», bajo la tutela del que ayer era el príncipe Naruhito y, desde hoy, es el emperador de Japón número 126. El nuevo monarca comenzará hoy su reinado a las 10:30, cuando un reducido grupo de hombres –de la realeza y de las tres ramas del Gobierno–, asistan a la ceremonia en la que el chambelán hará entrega a Naruhito de varios sellos, una espada y una joya, objetos que representan las virtudes que debe poseer un emperador y que ayer fueron entregados por su antecesor antes de dejar el trono.

Envueltos en telas, estos poderosos símbolos han pasado de generación en generación de la monarquía reinante más antigua del mundo. Tras recibirlos, Naruhito pronunciará su primer discurso como emperador, en el que se espera que perfile las líneas que guiarán su reinado. Según los expertos, además de continuar con el legado de su padre, se espera de él que siga modernizando la Casa Real y ponga en valor el papel de la mujer en la sociedad japonesa. Para ello, tiene el ejemplo de su hija, la princesa Aiko, quien no podrá heredar el trono, puesto que en Japón la Ley Sálica impide a las féminas acceder al trono.

No será hasta octubre cuando Naruhito y su esposa, la emperatriz Masako, celebren de otra forma el comienzo de su reinado. Entonces, Tokio se vestirá de gala para recibir a cerca de 2.600 jefes de Estado y miembros de otras monarquías. No cabe duda de que para esa fecha los calendarios y documentos con el año uno de la nueva «era Reiwa» ya estarán actualizados.