Afganistán
Ashraf Gani, el intelectual desconocido que logró ganarse al pueblo
El tecnócrata Ashraf Gani Ahmadzai ha logrado cambiar radicalmente su imagen de político excesivamente intelectual por la de alguien cercano al pueblo, que ha reconocido su esfuerzo otorgándole la victoria en las elecciones presidenciales de Afganistán.
El tecnócrata Ashraf Gani Ahmadzai ha logrado cambiar radicalmente su imagen de político excesivamente intelectual por la de alguien cercano al pueblo, que ha reconocido su esfuerzo otorgándole la victoria en las elecciones presidenciales de Afganistán.
Gani era visto por buena parte del electorado cuando concurrió a los comicios presidenciales de 2009 como un aliado de Occidente poco conocido en su propio país, pero en las elecciones de 2014 se ha convertido en un político que conecta con la mayoría de la gente.
Del cuarto lugar conseguido hace cinco años, este luchador contra la corrupción se ha catapultado ahora a la Presidencia del país asiático en la que, no obstante, tendrá que coexistir con su rival Abdulá Adbulá en un Gobierno de unidad nacional.
Ese es el acuerdo alcanzado entre los dos contrincantes electorales de la segunda vuelta de las presidenciales afganas, un pacto que ha llegado no exento de sobresaltos por las persistentes denuncias de fraude por parte de Abdulá.
Gani, nacido en Logar en 1949, obtuvo el 31,6 % de los votos en la primera vuelta celebrada el 5 de abril, mientras que en 2009 logró tan solo el 3 %, pero en la segunda ronda del 14 de julio subió hasta el 56,4 %, de acuerdo con unos resultados preliminares.
Finalmente la Comisión Electoral de Afganistán (IEC) le proclamó vencedor sin aportar detalles sobre el porcentaje de votos obtenidos, como había solicitado Abdulá.
El sucesor de Hamid Karzai tiene a su favor el pertenecer a la etnia pastún, que representa el 40 % de la población en Afganistán, y llega al poder con un programa electoral muy centrado en la lucha contra la corrupción en la Administración afgana.
El que fuera ministro de Finanzas de 2002 a 2004, viene también avalado por su imagen de buen conocedor de las relaciones con Occidente, en un momento en que el entendimiento con la comunidad internacional es aún imprescindible para el futuro de Afganistán.
Los dos candidatos se han comprometido durante el proceso electoral a alcanzar un acuerdo sobre seguridad con Estados Unidos, que ha anunciado que mantendrá unos 9.800 soldados en territorio afgano hasta finales de 2016 aunque la misión de la OTAN, la ISAF, concluya definitivamente al término de 2014.
Gani, que desde 1991 trabajó durante una década para el Banco Mundial, volvió a su país después de pasar media vida, 24 años, en el extranjero para sumarse a la transición afgana, tras la invasión liderada por Estados Unidos y la caída de los talibanes en 2001.
A su regreso, formó parte del primer equipo de asesores del entonces desconocido Karzai y ejerció como ministro de Finanzas en el primer Ejecutivo de transición, con el reto de reconstruir un país deshecho y con un firme propósito de combatir la corrupción.
Sus planes de desarrollo, enfocados a levantar económicamente el país a la vez que se intentaban recuperar los derechos fundamentales de la población, fueron elogiados en la esfera internacional e incluso se le llegó a postular para suceder a Kofi Annan al frente de Naciones Unidas.
No obstante, su imagen dentro de Afganistán estaba aún lejos de la que le ha servido para hacerse con la presidencia.
Tras las primeras elecciones presidenciales de 2004, este doctor en Antropología por la Universidad neoyorquina de Columbia, formado también en el Líbano, dejó temporalmente la primera línea política, se refugió discretamente en la vida de académico y fue rector de la Universidad de Kabul.
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