Pandemia
China reabre en el pico de su peor ola de coronavirus
El levantamiento de la restrictiva política de «covid cero» muestra las debilidades del presidente Xi
Cuando se abran sus fronteras este domingo 8 de enero, China habrá cumplido más de mil días aislada del mundo exterior. Su emblemática política de “cero contagios” ha representado un experimento social y económico sin precedentes: una vasta campaña de salud pública que, en gran medida, ha mantenido a raya la enfermedad. No obstante, el drástico vuelco de esta directiva podría acarrear mayores complicaciones internas y geopolíticas, convirtiéndose de nuevo en el epicentro de la pandemia e impulsando a un mosaico de países a imponer restricciones a los pasajeros aéreos chinos.
La brusca retirada de los controles por parte de las autoridades chinas ha provocado una gran incomprensión en el mundo, agravada por una imagen de la segunda economía mundial deteriorada a causa de un régimen político autoritario que ha encerrado al país en manos de los caprichos de su presidente. Todo un orgullo para Xi Jinping, pero una pesadilla para algunos de los 1.400 millones de chinos. Esto alimenta una desconfianza hacia la lógica de su política sanitaria y los cambios radicales que acaba de introducir.
Xi se atrincheró hasta poco después de coronarse como la figura más destacada en la política china desde Mao Zedong, con el objetivo de reconstruir su imperio. Desde el principio, no cesó de resistirse a las acometidas de Occidente, mientras los instrumentos internos de propaganda pregonaban su determinación de contener el virus y proteger a los suyos frente a la incompetencia de los occidentales.
A lo largo de un trienio, ejércitos enfundados en trajes blancos de protección fueron desplegados para velar por los bloqueos o recoger cientos de miles de millones de frotis nasales y faríngeos. Millones de personas fueron puestas en cuarentena o trasladadas a campos de aislamiento, a menudo de forma arbitraria. El miedo a los encierros hizo que la gente huyera de las oficinas y fábricas donde se detectaron casos. Vídeos de aficionados captaron a residentes saltando al vacío desde bloques de apartamentos tras semanas de estricto aislamiento. En las grandes ciudades, la vida cotidiana se paralizó durante meses.
“Huimos de China al no poder lidiar con la presión. Al volver de un viaje de negocios y sin síntoma alguno, di positivo al entrar al país. Me encerraron tres semanas en una habitación de hospital junto a varios enfermos. Aislado en contra de mi voluntad, comiendo lo mínimo, con una ducha compartida donde los afectados escupían, medicado con fármacos chinos. Dos meses después confinaron nuestro barrio a cal y canto en varias ocasiones. Una sensación de incertidumbre, desesperanza y miedo que me empujó a pedir el traslado a mi empresa. No volvería ni con un cheque en blanco” lamenta a LA RAZÓN un traumado empresario australiano.
En noviembre del pasado año -diez días después de que concluyera el XX Congreso del PCCh-, el Partido inició un alejamiento de su política de “limpieza dinámica”, más conocida como “covid cero” en el mundo anglosajón. Aunque la prensa mundial la calificó de “antipopular”, esa estrategia antivirus de " luchar aisladamente” consiguió evitar la transmisión masiva del coronavirus.
Este repentino cambio de comportamiento en Pekín puede responder principalmente a la exasperación causada por la estricta disciplina. A finales de noviembre se sucedieron multitudinarias manifestaciones en todo el país para expresar la frustración de la ciudadanía. En Shanghai, Pekín y Guangzhou, pero también en Wuhan, Xi’an, Chengdu e incluso en Lhasa (Tíbet), la gente se movilizó para exigir el fin de los controles sistemáticos y exigir libertad.
El PCCh suele permanecer muy alerta ante estos “movimientos de masas”, según la terminología oficial. El absoluto secretismo de las deliberaciones en la cúpula del partido impide saber si, a principios de diciembre, se produjo un careo entre quienes abogaban por mantener el mayor número posible de controles sanitarios y quienes, por el contrario, querían eliminarlos. Pero si hubo debate, fue este último el que prevaleció.
El férreo control que el Partido Comunista ejerce sobre su población le ha permitido evitar la transmisión generalizada del covid a todo su territorio desde principios de 2020, toda una proeza. Los casi 10 millones de casos notificados a la Organización Mundial de la Salud (OMS) en los últimos tres años (las cifras varían según la fuente) representan sólo una ínfima parte de sus 1.412 millones de habitantes. Pero la desafortunada consecuencia de este éxito es que su población solo ha adquirido una mínima inmunidad por exposición al virus.
Especialmente eficaz al principio, la política de “covid cero” se ha revelado, a largo plazo, casi “inútil” frente a la adaptabilidad del SARS-CoV-2. Aunque su población se ha librado en mayor medida, Pekín se ve ahora atrapada en las repercusiones sociales y económicas de este drástico modelo de gestión de la pandemia.
Asimismo, las tasas de vacunación en China son comparables a las de los países occidentales. Pero muestran una característica inusual: disminuyen con la edad. Aunque son los más expuestos al riesgo, los ancianos son el grupo demográfico menos vacunado: solo el 40% de los mayores de 80 años ha recibido tres dosis.
Por otro lado, una oleada de muertes de académicos, científicos y celebridades chinos ha llevado a preguntarse abiertamente si el Partido Comunista está encubriendo el número de víctimas mortales. Una cantante de ópera de 40 años, un famoso guionista y el diseñador de la mascota olímpica han fallecido en las últimas semanas, y los medios de comunicación controlados por el Estado atribuyen algunas de estas muertes a “fuertes resfriados”. En los obituarios no se menciona el covid, a pesar de que las infecciones están aumentando vertiginosamente, lo que ha provocado que los cadáveres se acumulen en los depósitos de cadáveres y crematorios.
Las autoridades chinas afirman que el país ha compartido de forma transparente y diligente los datos con la OMS y que “la situación epidémica es controlable”.
Desde que el Gobierno suspendiera la publicación de datos oficiales relacionados con la pandemia, diversos portales de noticias con sede en Pekín han calculado que 500 millones de ciudadanos ya estaban infectados por el virus covid-19 hasta el 25 de diciembre. La dimensión de la monumental tormenta de contagio que se está desencadenando en todo el territorio chino es el resultado del abandono de las restricciones por parte del PCCh, una medida sin precedentes. Según un estudio de campo presentado por el subdirector del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China, Sun Yang, unos 250 millones de personas -el 18% de los 1.400 millones de habitantes de China- se habían infectado en todo el país en tan solo los primeros 20 días de diciembre.
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