La Habana
Bienvenidos a «Cubama»
La Habana aguarda con expectación la llegada hoy del presidente de EE UU y confía en que este momento histórico dé pie a un cambio gradual en el castrismo.
La Habana aguarda con expectación la llegada hoy del presidente de EE UU y confía en que este momento histórico dé pie a un cambio gradual en el castrismo.
Ayer se marchó de La Habana el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, viejo amigo de Cuba, tras recibir la condecoración más alta del Estado cubano. Hoy llega el nuevo socio del norte, Barack Obama, el viejo enemigo imperialista considerado ahora por Raúl Castro «una buena persona». Ésta es la aparente contradicción ideológica que vive hoy la isla, pero es sólo eso, aparente, porque las autoridades comunistas tienen claro que su posición no ha cambiado.
La Habana se ha convertido en una pasarela por las que desfilan autoridades mundiales en los últimos meses, caso del presidente de Francia, el Papa Francisco y ahora el inquilino de la Casa Blanca, que será el primer presidente norteamericano en casi 90 años en visitar Cuba, un acontecimiento histórico que muchos saludan como el inicio de un cambio gradual en la vida cotidiana de la gente. Pero con cautela, nadie cree que esto suponga un cambio en las posiciones del régimen: «Llevamos tanto tiempo padeciendo y esperando algo importante que no me termino de creer que esto vaya a suponer un cambio a largo plazo del sistema», cuenta María, una «cuentapropista» que vende tabaco y ron en La Habana vieja.
El presidente de EE UU aterrizará junto a 2.000 invitados y un equipo de seguridad de 600 agentes, decenas de coches blindados y un helicóptero. Miguel Hernando, taxista, sonríe sentado cerca del hotel Nacional –construido por la mafia norteamericana– ante semejante despliegue. «Si algo tiene bueno Cuba es la seguridad. Somos un pueblo hospitalario, amable y revolucionario. Obama puede desplazarse en bici, que no le va a pasar nada. Nadie le va a tirar una piedra ni le van a abuchear, pero tampoco creo que salgan multitudes a la calle para recibirle», dice.
El inquilino de la Casa Blanca llega hoy por la tarde a La Habana, y después paseará con su familia por la parte vieja de la ciudad, donde visitará la catedral y se verá con el cardenal Jaime Ortega, figura clave en las negociaciones secretas que precedieron al anuncio de la normalización de relaciones entre los dos viejos enemigos en diciembre de 2014. Al día siguiente, por la mañana, mantendrá un encuentro con Raúl Castro en el Palacio de la Revolución, y por la noche habrá una cena de honor del flamante invitado en el mismo escenario.
Washington quiere que Obama tome contacto con la realidad cubana. Desde luego que no se montará en bici, como propone Miguel, pero sí que estará con disidentes anticastristas, con emprendedores cubanos y americanos, con jóvenes estudiantes en un discurso en el Gran Teatro Nacional y, de nuevo, con Raúl Castro como espectadores ambos de un partido de béisbol en el remozado Estadio Latinoamericano, un gesto de lo que se ha llamado la «diplomacia del béisbol», que tantas críticas ha recibido por parte de los legisladores republicanos contrarios al deshielo.
«Obama tendría que venir a Cuba cada tres meses. Es increíble, de repente hay pintura, bombillas para alumbrar las calles, material para asfaltar. ¿Dónde está el bloqueo entonces? Yo te lo voy a decir, el bloqueo está dentro, no en Estados Unidos», explica Ladislao, de 35 años y conductor de taxis, quien llama la atención sobre el fenómeno del socialismo como atractivo turístico. «¿No ha escuchado usted eso de que se viene a la isla para conocer el último bastión comunista? Pues eso está pasando con los americanos», añade Ladislao. En el último año, el turismo norteamericano ha subido casi un 80%, y eso que se mantiene la prohibición del turismo de sol y playa.
Iroel Sánchez, bloguero oficialista, autor de «La pupila insomne», afirma a LA RAZÓN que la estrategia última de Washington sigue siendo la misma, derribar al régimen por otra vía, pero ve en la visita de Obama «un paso positivo» en el camino de la normalización: «Cuba busca mover la opinión pública de EE UU y sus sectores más influyentes a favor de objetivos históricos, como la entrega del territorio que EE UU ocupa ilegalmente en Guantánamo, el fin del bloqueo y el respeto hacia su sistema económico, político y social. Washington, por su parte, desea aumentar su influencia en la sociedad cubana y empujarla hacia el capitalismo, a la vez que Obama persigue fortalecer su legado».
La legendaria alegría del pueblo cubano no puede tapar, sin embargo, el drama existencial que padecen ante la eterna crisis económica del país y el asfixiante control del Estado. «Somos once millones de cubanos y más de tres millones son policías. Ésta es la familia más grande de Cuba», cuenta con sorna cubana Rodolfo, mientras enseña a los turistas la primera casa donde se instaló el Che Guevara tras el triunfo de la revolución, en el barrio de Cayo Hueso.
Todos los cubanos consultados para este artículo muestran el orgullo de vivir en un país hermoso, educado, seguro y con un sistema sanitario gratuito, una realidad alejada del escenario de inseguridad y violencia de sus vecinos latinoamericanos, pero también alejado de los estándares democráticos del entorno. «No podemos votar ni elegir a nuestros representantes, pero lo peor es que no tenemos dinero para vivir. Yo soy profesor de preuniversitaria. Gano 400 pesos al mes, unos 15 dólares. Con eso no vivo. Me encanta mi trabajo y mi país, pero estoy planeando irme de Cuba a ayudar a mi hija, que se ha establecido en Colombia», explica. Por si fuera poco, está el problema de la emigración. «El 70% de los cubanos tenemos familiares fuera. Somos familias rotas por la emigración. Por eso, queremos llevarnos bien con EE UU».
La Cuba que se encontrará Obama está cambiando desde hace diez años, a partir de la llegada al poder de Raúl Castro. En este tiempo, el Gobierno impulsó la entrega de tierras ociosas a cooperativas agrícolas, redujo los puestos de trabajo en el sector público y estableció créditos bancarios al sector privado, permitió el pluriempleo, la compraventa de viviendas entre particulares, una reforma tributaria y el establecimiento de los llamados «cuentapropistas». Actualmente, unos 470.000 cubanos trabajan en el sector privado, pero todos estos cambios no han impedido que el 70% de los productos alimentarios tengan que ser importados.
Con todo, el ritmo de reformas es lento, dicen muchos analistas. Anna Ayuso, investigadora del CIDOB, cree que a Cuba no le importa que la normalización avance despacio: «Así podrá pilotar con tiempo una transición suave del sistema económico manteniendo la coartada de los daños del embargo como causa de los hasta ahora magros resultados de las reformas». Aunque éstas comienzan a notarse en la calle, los expertos consideran que son insuficientes para afrontar la falta de recursos del Estado habida cuenta de que la economía venezolana, sostén principal de Cuba, sufre una profunda recesión. Además, Cuba registra una baja tasa de fecundidad y un fuerte proceso de envejecimiento.
Entre las demandas de La Habana a Obama está el fin del embargo. El régimen comunista considera que Obama aún puede ofrecer más en este punto, proque la ley Helms Burton deja margen al presidente de EE UU para avanzar en la derogación de disposiciones contra Cuba, sostiene «Granma».
✕
Accede a tu cuenta para comentar