Bogotá
Cien años de la historia colombiana en un sorbo de café
Los cafés del centro de Bogotá, que fueron lugar de encuentro de artistas e intelectuales resurgen después de décadas de decadencia
Los cafés del centro de Bogotá, que fueron lugar de encuentro de artistas, intelectuales y personalidades de la elite política y económica del siglo XX, resurgen después de décadas de decadencia, gracias un programa de revitalización.
La Pastelería Florida es uno de esos establecimientos, y su copropietaria, Elsa Martínez, cuenta que por sus "mesas de oro"pasaron personajes como el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, el poeta León de Greiff y su hermano, el sabio Otto, o el también poeta Raúl Gómez Jattin.
A principios del siglo XX en Bogotá existían cerca de noventa cafés que gozaban de prestigio y reconocimiento; eran tiempos en los que las mentes brillantes del país se reunían para "arreglar el mundo en una noche"con discusiones, versos y argumentos, pero esa tradición se silenció con la explosión violenta de "El Bogotazo".
Esa revuelta popular del 9 de abril de 1948, que siguió al asesinato de Gaitán, y la dictadura del general Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957) mermaron la asistencia de la intelectualidad a los cafés, que con el paso de los años y la modernización de la ciudad entraron en decadencia y la mayoría cerró las puertas.
Los recuerdos de las épocas en que Bogotá era conocida como "La Atenas suramericana"hicieron que el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural emprendiera una cruzada para recuperar el centro histórico de la ciudad y revivir la cultura de los cafés.
Con el programa "Bogotá en un café", lanzado en 2013, la entidad que depende de la Alcaldía seleccionó los establecimientos más antiguos aún en funcionamiento para ayudarles a recuperar su esplendor.
El plan de revitalización incluye el Café Pasaje y La Pastelería Florida, ambos fundados en 1936; El Café Saint Moritz (1937), la Pastelería Belalcázar (1942), el Salón La Fontana (1955), y el Café Restaurante La Romana (1964), con una inversión cercana a los 400 millones de pesos (unos 200.000 dólares) en actividades culturales para atraer nuevos clientes.
El Instituto también busca incentivar a terceros para que financien reformas físicas en algunos de cafés que necesitan remodelación.
"El programa de cafés es inteligente porque es un proyecto barato, de bajo costo, de mucho impacto y de mucha alegría para quien lo vive", dijo a Efe la directora de Patrimonio Cultural, María Eugenia Martínez.
Según la funcionaria, en una segunda fase del proyecto se espera vincular a los cafés modernos. "Las estrategias van a ser abiertas, muy variadas, por lo que no va a haber ningún choque; al contrario, tenemos una lista de los cafés que quieren participar en este proyecto", manifestó.
La idea ha sido un éxito y los cafés bogotanos con actividades culturales han empezado a recuperar su prestigio con afluencia masiva de público.
Durante la primera etapa del programa, que consistió en ocho encuentros culturales, acudió un promedio de 585 personas por sesión.
Para este año están programadas quince "Tardes de Café", como se denomina a los encuentros con personalidades de la cultura como la escritora Carolina Sanín, el cineasta Lisandro Duque o la arquitecta argentina María Nieves Arias, quien estuvo a cargo del programa "Cafés Notables de Buenos Aires", que sirvió de inspiración a Bogotá.
La estrategia consiste en recuperar las tertulias y la esencia de estos lugares pues, como dice la coordinadora del programa, Laura Pinzón, "no se trata de revivirlos"porque nunca han muerto.
"Es un plan que busca alimentar el imaginario colectivo"en torno a la magia de estos rincones que en su mayoría conservan esa decoración sobria y elegante propia de una "belle époque"bogotana.
Esta medida es considerada sencillamente "oportuna"por un experimentado conocedor del negocio como César Iannini, propietario del Café La Romana, quien cree que devolverá la vida al centro capitalino.
Los jóvenes son el público objetivo de los cafés pues "les gusta reunirse para charlar"comenta Iannini, quien ve en esta generación una oportunidad para que estos establecimientos se posicionen nuevamente como los centros de debate e ideas que fueron en el pasado alrededor de una taza humeante de la bebida colombiana.
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