Siria

«Claro que sabes que puedes morir en el mar Mediterráneo»

Los exiliados en España. Casi 15.000 personas solicitaron asilo en 2015, una cifra récord en nuestro país

Muhannad, en la Fundación Entreculturas de Madrid
Muhannad, en la Fundación Entreculturas de Madridlarazon

Casi 15.000 personas solicitaron asilo en 2015, una cifra récord en nuestro país

España cerró 2015 con la cifra más alta jamás registrada de solicitudes de asilo. Según datos de CEAR, 14.881 personas pidieron asilo, lo que tan sólo representa el 1% de las que se atendieron en la UE. LA RAZÓN habla con Muhannad, un sirio de 29 años residente en Sevilla, y Javier, un joven nicaragüense que vive en una casa de acogida de La Merced, en Madrid. Ambos llegaron a España el año pasado y solicitaron asilo político. Los dos están agradecidos y esperanzados, pues en España esperan rehacer su vida y lograr sus sueños.

Muhannad desprende alegría a pesar de que cuando recuerda lo que han vivido él y su familia se le entrecorta la voz. En total, sólo lleva seis meses seguidos en España, pero sus nociones de castellano son asombrosas y hasta ha aprendido a bailar sevillanas, aunque sólo se sabe «la primera». Este ingeniero electrónico era profesor en la Universidad de Alepo y trabajaba para una empresa francesa. En 2013 decidió dejar Siria porque la guerra llegó a su ciudad. «Fue el último lugar en el que entró la guerra, pero el que ha sufrido la peor suerte», explica. Aunque ha nacido en Siria, sus padres eran refugiados palestinos, por lo que por motivos de visado sólo podía marcharse a Argelia o a Malasia. Partió solo al país africano, después se trajo a su hermana y más tarde a su hermano mediano, pero no pudo llevarse al resto de familiares porque Argelia retiró la visa a los refugiados palestinos.

Entonces, comenzaron a ahorrar para poder reunirse todos en Europa. «En verano de 2014 tomamos la decisión más difícil. Mi hermana pudo viajar por avión hasta Suecia, porque su marido logró llegar hasta allí, pero mi hermano se fue de Argelia a Libia y de allí, por vía marítima, a una isla en Italia. Mis padres, mi tío y mi hermano pequeño hacen el mismo trayecto pero desde Turquía hasta Grecia. Pagué 10.000 dólares por cada billete en aquella lancha». Muhannad no quiere rememorar los 44 días que estuvo sin saber de su hermano en la peligrosa ruta del Mediterráneo central, donde ya han muerto en lo que va de año 2.438 personas. Lo importante es que ahora están todos (menos él) juntos en Suecia. Él se fue desde Argelia hasta Marruecos para llegar a Melilla. «Una vía más ‘segura’, sin mar. Sólo andando». En Melilla, tras pasar unos 50 días en un Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), pidió asilo y le mandaron a Sevilla. Allí vive ahora en un piso de acogida. No puede solicitar el asilo en Suecia y estar con su familia debido al Convenio de Dublín. «Pero no me quejo. Siempre había soñado con venir a España», reconoce. El joven se siente afortunado, ya que en Siria «más del 65% del país está destruido y creo que ya son casi un millón de muertos. Para mí es imposible volver a Siria con toda la destrucción y muerte que hay». No hay nadie que no haya perdido a un ser querido en la guerra. También de camino a una vida mejor. Uno de sus mejores amigos, que era socorrista, murió ahogado en el Mediterráneo. «Claro que sabes que en ese trayecto puedes morir. El dilema que se plantea cada uno es entre seguir o morir».

Pero ni siquiera en Europa es fácil ser refugiado. En 2015, de todas las peticiones de asilo, en España sólo se resolvieron unas 3.200 y se aceptaron el 31%, cuando la media de la UE es de un 50%. En ese proceso se encuentra también Javier, un nicaragüense de 22 años que apuntaba muy alto para vivir en el país del presidente Daniel Ortega. Javier se afilió al partido opositor y hasta quiso ser candidato. El oficialismo comenzó a controlar todo, hasta el punto de que no se le tramitaba su DNI para que así no pudiera involucrarse en política y ni siquiera votar. Aunque llevaba una vida acomodada, en Nicaragua estaba vetado de cualquier organismo o trabajo público. Tuvo bastantes amenazas y sustos por parte de grupos de sandinistas, hasta que un día decidió dejarlo todo (especialmente su familia) para ser libre. Puso rumbo a Madrid, donde ha sido acogido por la Fundación La Merced Migraciones. Javier vive desde hace cinco meses en uno de los pisos que la organización tiene dentro de un programa para menores no acompañados de 18 a 25 años. Allí comparte casa con libios, nigerianos, sirios... Toda una aventura para el joven que estudia inglés y atención al cliente mientras espera a que su situación se regularice.