Argentina

Cristina Fernández, la presidenta arrogante

La mandataria argentina ha gobernando ocho años despreciando a la oposición, a los medios, a la justicia y hasta a su propio candidato Scioli

Cristina Fernández, la presidenta arrogante
Cristina Fernández, la presidenta arrogantelarazon

La mandataria argentina ha gobernando ocho años despreciando a la oposición, a los medios, a la justicia y hasta a su propio candidato Scioli

O se la ama o se la odia. Es difícil encontrar equidistancia entre los argentinos cuando tienen que hablar sobre Cristina Fernández de Kirchner. En diciembre abandonará la presidencia después de ocho años de mandato al no poder optar legalmente a una segunda reelección. Sus enemigos la dibujan como una mandataria arbitraria, intempestiva, egocéntrica, alguien que ha erosionado la calidad de las instituciones argentinas y ha dividido a los argentinos. En sus filas presumen de las políticas sociales y del alto nivel de popularidad (un 54%) tras dos legislaturas en el poder. Sus detractores prefieren hablar de populismo y de un sistema clientelar implantado por el Gobierno kirchnerista, basado en la transferencia de recursos a los sectores más desfavorecidos

En un balance de su gestión tampoco se pasa por alto la manera en que ha ejercido el poder. “Tiene fuertes rasgos autoritarios. Antepone los principios a las soluciones y esto nos ha llevado en algunas política públicas a callejones sin salida”, explica Marcelo Camusso, director de la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Católica Argentina, quien entre los rasgos más definidos de la gestión presidencial señala la incapacidad de dialogar con la oposición, el desprecio por su propio partido y la concentración de poder con continuos ataques a la independencia judicial y a los medios de comunicación críticos con su Gobierno. “A Scioli le maltrató, se burló de él, le hizo las mil y una... ahora aparecen juntos, pero no hay ningún aprecio entre ambos”, explica Camusso.

El sociólogo argentino Gabriel Puricelli, vicepresidente del Laboratorio de Políticas Públicas, señala que Fernández gobernó sin “una ideología consistente” y con “un pragmatismo de cortísimo plazo” que le llevó a contar con el apoyo de la oposición en medidas como la asignación universal por hijo o el matrimonio igualitario. “Los medios opositores fueron su obsesión favorita y mantuvo siempre una relación de desconfianza con la justicia”, añade Puricelli, quien cree que Fernández gobernó “siempre de cara a su electorado y sin concesiones retóricas a la oposición”.

La personalidad volcánica de Cristina Fernández levantó recelos entre la administración norteamericana. En los papeles de Wikileaks se muestra la curiosidad que había en Washington por su carácter e incluso por su salud mental. Se hablaba en los cables filtrados de “intolerancia a las críticas” y de “ineptitud para las relaciones exteriores y la economía”. Un diplomático estadounidense definió a la pareja presidencial como políticos “ácidos e impermeables al consejo ajeno, e incluso paranoicos con respecto al poder”.

Un capítulo negro en la biografía política de Fernández es el enriquecimiento que logró junto a su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, incluso antes de llegar a la Casa Rosada, cuando ambos ejercían como abogados en la provincia de Santa Cruz (al sur del país). Al asumir la presidencia en 2003, el patrimonio declarado de ambos era de 1,3 millones de euros, pero en 2010 alcanzó los 12,6 millones. En la declaración jurada presentada por la propia Cristina Fernández en 2012, figura como copropietaria de 26 inmuebles, entre ellos varios hoteles, y varios terrenos que compró por un euro en Santa Cruz. Cuando un alumno de Harvard le preguntó en 2012 cómo había crecido su riqueza, ella respondió: “Nuestro estudio jurídico fue exitoso. Si he tenido un crecimiento en mis bienes es porque he sido una exitosa abogada y soy una exitosa presidenta”.

A ella le gusta recordarse como una militante de izquierdas muy activa durante la dictadura, si bien no desempeñó actividades subversivas, según recuerda una de sus biógrafas, Sylvina Walger, quien pone el acento en la personalidad melodramática de la presidenta y su gusto por el lujo, además de hablar de su “resentimiento de clase” derivado de su origen social.

Muchos argentinos aplauden el impulso que dio a los juicios contra los autores de violaciones a los derechos humanos en la dictadura. También es reconocido entre sus compatriotas la recuperación de YPF, y la actitud desafiante que ha mantenido ante un grupo de acreedores internacionales, denominados por el Gobierno argentino como “los fondos buitre”. Puricelli valora también que acostumbrados como están los argentinos “a que los fines de ciclo político vengan acompañados de un cataclismo económico, en esta ocasión el Gobierno termina en estancamiento, pero no en terremoto”.