Cuba

De espía de Fidel Castro a enemigo de Cuba

Pedro Aníbal Riera trabajó para el Gobierno cubano hasta principios de los noventa en los servicios secretos hasta que cayó en desgracia. Entonces, el régimen lo encarceló. Tras 19 años en el centro de la diana del castrismo, logró salir de la isla

Pedro Riera, el primero por la izquierda, en México (1988) junto con Richard Santos (en el centro), jefe de la estación de la CIA en dicho país
Pedro Riera, el primero por la izquierda, en México (1988) junto con Richard Santos (en el centro), jefe de la estación de la CIA en dicho paíslarazon

La fría y lluviosa Oviedo puede ser una ciudad extraña para un caribeño, pero es la ciudad en la que el cubano Pedro Aníbal Riera Escalante decidió establecerse con su esposa tras salir de La Habana a finales de 2011. Riera llegó a España cuando los Castro decidieron abrir el puño de hierro que durante 19 años le oprimió por ser un disidente con mucha y valiosa información en su haber. Durante ese tiempo, el ex agente de la Dirección de Intelgiencia Pedro Riera fue un incordio muy activo, dentro y fuera de la cárcel, para el régimen de La Habana. Fue perseguido y hostigado sin descanso por el régimen. "Con toda esa presión insoportable, que desquicia la mente de cualquiera, he tenido que vivir los últimos veinte años en Cuba", confiesa Riera, que alcanzó el grado de mayor de la Dirección de Inteligencia.

Mucho antes de eso, Riera Escalante brilló como un hábil espía de los servicios secretos cubanos en la lucha contra la CIA. En los años ochenta y principios de los noventa, ejecutó operaciones contra la embajada norteamericana en México, donde trabajó con una fachada legal como cónsul, reclutando y formando a agentes doble y coordinando el trabajo con la KGB. Su trabajo le valió medallas al mérito, fue ascendido a mayor y redactó un par de manuales de referencia dentro del espionaje cubano.

Le reclutaron para luchar en alguna de las guerrillas latinoamericanas que apoyaba Cuba en plena Guerra Fría al terminara el bachillerato, con 18 años. El Gobierno buscaba talento y fidelidad. Él proporcionaba esas dos cosas y un apellido notorio. Su tío Aníbal Escalante despuntó como figura de primer orden en el Partido Comunista cubano en los años sesenta, aunque acabaría siendo purgado por el aparato, un final muy parecido al de su sobrino. Pero en aquella época, el joven Riera tenía toda la confianza del régimen. En lugar de hacer la guerra en el campo de batalla –para ello le habían preparado-, fue destinado al departamento de Contrainteligencia exterior. Su primera misión se desarrolló en Chile haciendo informes para Fidel Castro sobre las acciones de la CIA para derrocar al presidente Salvador Allende.

Tras el golpe de Pinochet fue asignado a la Inteligencia cubana en México. Riera tuteló al ex espía norteamericano Philip Agee, quien tras desertar como agente de la CIA suministró valiosa información a Cuba sobre la estructura de la célebre agencia norteamericana. Agee se haría famoso como autor de un libro en el que desnudaba las prácticas de los servicios secretos de EE UU. A Riera le tocó pulir ese libro, "Diario de la Compañía", poniendo nombres y descifrando operaciones secretas.

Adiestrar a los topos

A partir de ese momento, Riera dejó los despachos y comenzó a trabajar en tareas operativas como cerebro y director de una red formada por una veintena de agentes dobles en España, Japón, Mozambique, Guyana, Perú, Brasil, Bolivia Uruguay y México. Riera adiestraba a los "topos". Les preparaba para burlar la prueba del polígrafo, también les diseñaba la personalidad y la línea de conducta que tenían que seguir. Gracias al trabajo de esos topos, La Habana supo del intento de EEUU por vincular a Cuba con el narcotráfico durante los años ochenta. Riera sostiene que "el 80% de la información que recibía la CIA de nuestros agentes dobles entre 1977 y 1987 era información preparada por la Inteligencia cubana, información fragmentada, parcial y manipulada".

Madrid siempre ha sido una plaza fuerte para la Inteligencia cubana. En los años setenta, "era un terreno muy fértil para el desarrollo de operaciones, tanto para penetrar al Gobierno, a partidos políticos y servicios de seguridad, como para el trabajo contra la CIA y el control de la emigración y organizaciones anticastristas en España", dice Riera.

En 1977, Cuba pone a la vista de la CIA al agente doble cubano Redento Morejón, que operaba en Madrid como representante comercial de artistas cubanos. La CIA pica el anzuelo y recluta a Morejón como informante a cambio de 1.000 dólares mensuales. Éste pasó a los americanos información inofensiva para Cuba. Lo valioso de este agente doble es la información relativa al agente de la CIA en España Allan G. Morris, a quien se le hará llegar una propuesta para trabajar como topo para los cubanos.

Una destacada agente doble fue Ana Belén Montes, analista principal sobre temas de Cuba para la DIA norteamericana (Defense Intelligence Agency). Nacida en Alemania Oriental, Montes estuvo 16 años trabajando como agente a favor de La Habana a la vez que elaboraba informes "blandos"para EE UU como infiltrada en la DIA. "Sus informes tenían como objetivo final que la Administración de EE UU cambiara su política hacia La Habana, una tesis encaminada a sacar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo internacional". Tras el 11-S, Ana Belén Montes fue descubierta y ahora cumple condena de 25 años en una prisión de EEUU.

Golpes contra la CIA

En aquellos años Riera fue encadenando grandes golpes en la guerra por la información con EE UU. Gracias a un trabajo de infiltración, logró que toda la correspondencia que llegaba a la embajada norteamericana en México fuera revisada por la Inteligencia de Cuba durante dos meses. Los informantes que reclutó Riera aquellos años pertenecían al mundo de la política, del periodismo y de la empresa de México. Algunos de ellos ocupan hoy día puestos de responsabilidad en la administración.

Cuando terminó su misión en México en 1991, Riera volvió a Cuba y se le ocurrió plantear cambios en la ley migratoria para igualar los derechos de los cubanos de dentro y de fuera de la isla. Cayó en desgracia y en 1993 lo expulsaron de la Dirección de Inteligencia sin pensión. A partir de entonces entró en la lista de personas non gratas para el régimen. Riera pidió el permiso de salida y se lo negaron hasta que en 1999 logró escapar a Méxicopor el aeropuerto de La Habana destino a Cancún con un pasaporte falso, previo soborno a varios funcionarios cubanos. "Solamente dos ex oficiales de la Inteligencia cubana lograron escapar con otra identidad por el aeropuerto", afirma Riera.

En Ciudad de México contactó con sus antiguos enemigos de la CIA para pedir asilo político en EEUU. Durante cinco meses estuvo bajo protección de los norteamericanos, hasta que finalmente le negaron el asilo. No se fiaban de él. "Temían que pudiera ser un agente doble", dice. A su vez, Cuba sospechaba que el desertor Riera pudiera suministrar a los americanos la abundante información clasificada que llevaba consigo, entre ella las actividades de un agente infiltrado en la DIA que bien podría ser Ana Belén Montes.

La traición de México

Riera reclamó asilo político al Gobierno de México, pero fue traicionado. Al salir de una reunión en una cafetería con un alto funcionario de los servicios secretos, fue asaltado por seis agentes de la Seguridad de México, introducido en una furgoneta y trasladado en cuestión de horas a Cuba. Durante 126 días se lo tragó la tierra. México y EE UU lo habían abandonado y Cuba se disponía a castigarlo tras un juicio militar. Riera se había convertido en un juguete roto del castrismo. Sorprendentemente, no fue acusado de espionaje sino de cohecho y salida ilegal del país. Le cayeron cinco años de prisión, pero al tercero salió en libertad condicional. Su caso, aireado en la prensa mexicana, salpicó al Gobierno del PRI de Ernesto Zedillo, que por entonces se disponía a abandonar el cargo tras la victoria de Vicente Fox.

Riera no se rindió. Puso en marcha el altavoz para denunciar la falta de democracia en la isla y aprendió a convivir con la amenaza soterrada del régimen de juzgarlo nuevamente, esta vez sí, de espionaje, lo que en Cuba lleva aparejado la posibilidad de una pena de muerte. Y volvemos de nuevo a diciembre de 2011. Pedro y Daisy, su esposa, se instalan en Oviedo. Paradojas de la vida, él, que durante casi veinte años fue rehén de los hermanos Castro, es ahora víctima de la crisis económica española y de las dificultades que encuentra para salir adelante en una ciudad que le ha acogido con los brazos abiertos pero que no le ha ofrecido perspectivas laborales. Riera trata de empezar una vida nueva, pero antes quiere cerrar algo que empezó hace muchos años. Es un libro en el que cuenta sus 25 años contra de la CIA. En esas páginas están los desvelos de un hombre al que la maquinaria totalitaria de un Estado de la que un día fue pieza clave no ha logrado doblegar.