Alemania

Desestabilizar a los gobiernos

Análisis. Expertos antiterroristas alertan de que los ataques forman parte de una estrategia como la de Francia

La Razón
La RazónLa Razón

El atentado perpetrado en Berlín en la noche del lunes tiene, entre otros objetivos, provocar la desestabilización de la sociedad alemana (y la del resto de Europa) y subir la moral de las tropas yihadistas que combaten en Siria e Irak. Se les quiere transmitir el mensaje de que los países de la coalición internacional pueden ser golpeados donde más les duele, «en sus propias casas».

En una de las últimas publicaciones de la banda yihadista se lanzaba el siguiente mensaje para justificar los atentados: «cruzados de América y Europa; la antigua Rusia comunista; Irán; la Turquía secularista; los ateos kurdos. Todos en una trinchera, armados con un arsenal militar moderno y con el esplendor inmundo de los medios de comunicación. El objetivo es uno: la erradicación del islam y su pueblo». Es decir, quieren acabar con ellos y se limitan a defenderse.

Expertos antiterroristas consultados por LA RAZÓN han señalado que el Daesh pretende, como ha ensayado con cierto «éxito» en Francia, introducir en la opinión pública alemana el mensaje de que los atentados ocurren porque las autoridades no los pueden evitar. Pese a ello, siguen combatiendo contra el Estado Islámico. De los aplausos y el canto de La Marsellesa tras los atentados de París, en noviembre de 2015, a los silbidos que tuvieron que escuchar los representantes del Gobierno galo en Niza, en julio de este año, sólo hay ocho meses. El mensaje, dentro de la transferencia de responsabilidades que tanto utilizan los terroristas, es perverso: ellos (los gobernantes) mandan desde sus poltronas a luchar a los soldados a Irak y Siria pero las víctimas las ponéis vosotros (el pueblo) sin que esas autoridades hagan nada aparente para evitarlo.

Se trata de una absoluta falacia, pero en el caso de Alemania, con unas elecciones a pocos meses vista, puede tener consecuencias, sobre todo después de la política de la canciller Merkel de admitir en el país a más de un millón de refugiados. En varios casos, se ha demostrado que entre estas personas se han infiltrado terroristas y que otros, lejos de adaptarse a las costumbres occidentales, se convierten en personajes antisistema.

Los yihadistas lo saben y tratan de explotar la situación a su favor con el fin de que la coalición internacional, que tanto daño les hace en el campo de batalla, se resquebraje.

Además, está el asunto de la baja moral de sus tropas y las deserciones que se producen ante lo que se interioriza puede ser una derrota militar del Estado Islámico. De hecho, en las citadas publicaciones se reconoce la existencia del problema y se proponen soluciones a la vez que se lanzan amenazas.

Los ideólogos del Daesh han elaborado una serie de textos en los que exponen, a modo de eje central, la paciencia como estrategia para vencer al enemigo. Con respecto a la deserción, no hay contemplaciones: los que la cometan irán (previa ejecución) a los fuegos del infierno para toda la eternidad.

«Hemos considerado –dice uno de los textos– el peligro de retirarse ante el enemigo y huir por temor a la muerte. Supone romper las líneas musulmanas y es una de las causas de la victoria del enemigo».

Frente a ello, exclaman que «Alá advirtió a sus creyentes sobre las consecuencias de este pecado, que le hace entrar en ira y arroja al fuego al que lo comete. Él (Alá) dijo: vosotros que creéis, no deis la espalda a la batalla. Quien esto haga para huir o unirse al enemigo se habrá ganado la ira de Alá. Y su morada es el fuego del infierno, miserable destino. Durante la batalla, la deserción es uno de los grandes pecados de los siete que fueron enumerados por el profeta». Insisten en que el «compromiso de morir en combate» debe cumplirse a toda costa y cada musulmán debe tenerlo en cuenta.

Como las «teóricas» solas no valen cuando un combatiente ha asumido que está en el bando perdedor, las demostraciones de fuerza en casa de los «infieles» pretenden aparentar una operatividad que, al final, haría al Estado Islámico una fuerza invencible. Se trata, como dice un experto, de que la «guerra lejana se convierta en cercana» para el enemigo.