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El cierre de Trump hace historia
Tras 22 días de inactividad, se convierte en el más largo tras superar al de Clinton de 1995
Tras 22 días de inactividad, se convierte en el más largo tras superar al de Clinton de 1995.
22 días en el momento de escribir estas líneas. Se trata del cierre parcial de la Administración federal en Estados Unidos más largo de la historia. Lo nunca visto. En 1995 fueron 21 días con Clinton, 17 con Carter en 1978 y 16 con Obama en 2013. Pero 22 días, 23 cuando salga publicado este artículo, sitúa la turbulencia en territorios ignotos. El apagón administrativo no afecta por igual a todos los servicios.
El Pentágono, la Seguridad Social y buena parte del sistema educativo mantienen las constantes vitales. Hubo acuerdos presupuestarios previos que permiten que sigan abiertos. Pero departamentos absolutamente esenciales como el de Justicia, el de Agricultura, el de Seguridad Nacional, el de Comercio o el del Tesoro funcionan bajo mínimos o directamente permanecen cerrados. En los grandes parques nacionales, uno de los mayores reclamos turísticos del país, la basura se acumula y los voluntarios no dan abasto. Las pérdidas estimadas en los parques nacionales ascienden ya a seis millones de dólares. Una cifra que amenaza con multiplicarse a medida que pasan los días. Los museos de la red Smithsonian, en Washington, cerraron hace días. Ningún lugar como la capital, que aglutina las sedes de muchos de los grandes organismos federales, viene sufriendo este apagón general. Son 800.000 trabajadores afectados: 420.000 aún trabajan, aunque no cobran, y más de 380.000 están en casa.
Todo depende de que el presidente admita la posibilidad de un acuerdo en el Congreso que no incluya la provisión de 5.700 millones de dólares para la construcción del muro en la frontera con México. O de que la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes acepte las condiciones impuestas por la Casa Blanca. Ninguno de los dos escenarios parece probable. El presidente, recién llegado del Río Grande, acusó a los demócratas de oportunismo y demagogia. «¡Los demócratas podrían resolver el cierre en 15 minutos!», exclamó ayer vía Twitter. «Llame a su senador demócrata o congresista. ¡Dígale que lo haga!». Cuando una pieza de «The Washington Post» lo acusó de carecer de un plan para salir del atolladero respondió con exabrutos contra la prensa mentirosa, incapaz de comprender que «tengo un plan para el cierre. Pero para comprenderlo tendrían que comprender antes que gané las elecciones y prometí seguridad y protección para el pueblo estadounidense. Parte de esa promesa era un muro en la frontera sur. ¡Las elecciones tienen consecuencias!». Una y otra vez repite que existe una «crisis humanitaria masiva» en la frontera.
Respecto a la posibilidad de responder con la declaración de una emergencia nacional, augurada por el propio Trump durante la semana, todo parece indicar que se retrasa. Llegó a especularse con la posibilidad de que el presidente ordenara aprovechar los fondos militares destinados a paliar una catástrofe natural o un ataque terrorista. Una decisión controvertida y peliaguda. Que derivaría con casi absoluta seguridad en una encarnizada pelea legal rumbo al Supremo.
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