Boston

El horror del atentado de Boston marca el arranque del juicio

Una ilustración muestra a Dzhokhar Tsarnaev (c) y a sus abogados.
Una ilustración muestra a Dzhokhar Tsarnaev (c) y a sus abogados.larazon

Han pasado algo menos de dos años, pero esta semana algunas de las víctimas del atentado de la maratón de Boston de 2013 tuvieron que revivir frente al principal acusado, el menor de los hermanos Tsarnaev, el horror vivido en esa tragedia.

Dzhokar Tsarnaev, de 21 años, asistió impasible en el tribunal de Boston (EEUU) que podría condenarle a pena de muerte, a un desfile de testigos que detallaron cómo vivieron los minutos posteriores a las dos detonaciones que acabaron con la vida de tres personas en la línea de meta de la competición e hirieron a otras 260.

En el juicio, que empezó el pasado miércoles, el padre de la víctima más joven, Martin Richard, de 8 años, describió cómo su mujer y sus tres hijos decidieron disfrutar un poco más de la maratón del 15 de abril en una zona menos concurrida.

En ese punto es donde Dzhokar Tsarnaev colocó una de las ollas a presión llenas de metralla que montó con su hermano mayor, el fallecido Tamerlán, a quien la estrategia de la defensa quiere presentar como el cerebro del ataque.

Bill Richard vio tras el ataque a su hija Jane, de 7 años, intentando ponerse de pie instintivamente, pese a haber sufrido la amputación instantánea de una pierna, mientras que su mujer malherida le pedía ayuda para socorrer a su hijo, muerto en el acto.

Este fue uno de los durísimos testimonios que se escucharon en la segunda jornada del juicio contra Dzhokar Tsarnaev, acusado de 30 cargos a nivel federal, 17 de los cuales podrían conllevar la pena de muerte, por el mayor atentado terrorista en territorio estadounidense desde los ataques del 11 de septiembre de 2001.

La defensa de Tsarnaev, originario, como su hermano, del Daguestán ruso, pero educado en Estados Unidos, criticó que el jurado haya tenido que escuchar estos testimonios al comienzo del proceso judicial y no en una fase más avanzada, como es habitual cuando la pena capital está en juego.

El juez rechazó ese argumento y permitió que subieran al estrado supervivientes y las primeras personas que acudieron a ayudar a los heridos, afectados con serias heridas en las extremidades propias de una escena de guerra.

"Sonó como el disparo de un cañón. Inmediatamente después se hizo el silencio, y los gritos comenzaron", explicó el agente de la policía de Boston Frank Chiola.

Chiola intentó dar un masaje cardiorrespiratorio a Krystle Campbell, que falleció a los 29 años en el lugar de la primera explosión, sobre la línea de meta.

Con las compresiones, Chiola solo consiguió que Campbell expulsara humo por la boca. Sus amputaciones de cintura para abajo eran tan graves que nada se pudo hacer por su vida.

Del mismo modo, Lauren Woods, que se encontraba cerca del lugar de la segunda explosión para investigar un rutinario robo menor en una tienda, fue una de las primeras personas en asistir a los heridos, entre ellos la estudiante china Lu Lingzi, de 23 años.

Lu estaba agonizando en convulsiones y espasmos, cuando llegaron a ayudarla.

Woods intentó reanimarla, hablarle para darle fuerzas, hasta que un médico de emergencias le dijo: "No lo va a conseguir".

La estudiante china de la universidad de Boston quedó tendida en la acera con medio cuerpo cercenado, cubierta con una sábana blanca y con Woods como única compañía, en medio del caos desatado. "Pensé en su familia", explicó Woods en el juicio.

Cuando la familia de Lu se desplazó desde China, Woods les llevó al lugar donde su única hija había expirado y les intentó reconfortar: "No estaba sola cuando murió", rememoró.

Otro padre que llevó a su familia para pasar un día de celebración deportiva, el del maratón con más historia del planeta, fue Alan Hern, que no logró aguantar las lágrimas al contemplar las fotos tomadas en las que pudo verse junto con Dzhokar Tsarnaev, que disimuladamente colocó el explosivo en medio de su familia.

La brutalidad de la explosión provocó profundas heridas en ambas piernas de su hijo de 11 años, al que los médicos encontraron fragmentos de huesos de otras personas incrustados.

Otro de los que se encontró de frente con uno de los terroristas fue Jeff Bauman, cuya foto con las dos piernas destrozadas siendo cargado por Carlos Arredondo, un costarricense, dio la vuelta al mundo.

Bauman explicó este jueves cómo se fijó en Tamerlán, muerto días después en una persecución con la policía en la que falleció el agente Sean Collier, y le pareció sospechoso.

"A lo mejor deberíamos irnos", le llegó a comentar Bauman a un amigo, pero pensó: "En Boston, estas cosas no pasan".

Jairo Mejía/Efe