Política

Hong Kong

El líder de la Revolución de los Paraguas exige la dimisión de Carrie Lam

Liberado Joshua Wong tras cumplir condena por desacato, mientras en Hong Kong siguen las protestas contra Pekín

Joshua Wong se dirige a los manifestantes concentrados en el centro de Hong Kong tras ser liberado ayer / Reuters
Joshua Wong se dirige a los manifestantes concentrados en el centro de Hong Kong tras ser liberado ayer / Reuterslarazon

Liberado Joshua Wong tras cumplir condena por desacato, mientras en Hong Kong siguen las protestas contra Pekín.

Más problemas para el Ejecutivo hongkonés. Un día después de la manifestación más multitudinaria vivida en la ciudad desde que volviera a manos chinas en 1997, el joven activista Joshua Wong fue puesto en libertad. A su salida de prisión, donde ha cumplido un mes de su condena por su activo papel en la Revolución de los Paraguas que en 2014 ocupó las calles de la ciudad durante 79 días para exigir mayor democracia y sufragio universal, se acercó a las puertas del Parlamento para unirse a los manifestantes y pedir la inmediata dimisión de la jefa de Gobierno, Carrie Lam.

El carismático líder y fundador del partido Demosisto fue recibido con una ovación por los ciudadanos que hoy se congregaron en los aledaños de las oficinas de Gobierno y de la Cámara con la firme determinación de exigir la retirada de la ley de extradición y la salida de Lam y no desistir hasta lograrlo. Ahora, su presencia se puede convertir en un verdadero quebradero de cabeza para una dignataria que en los últimos días se ha enfrentado al mayor desafío de su carrera, el de haber dividido a la sociedad hongkonesa con esta medida.

La norma que el Ejecutivo persigue aprobar serviría para que cualquier detenido en esta región administrativa especial pudiera ser extraditado a China continental, un país que no garantiza los procesos judiciales independientes ni respeta los derechos humanos. De ahí el temor y la indignación de la sociedad hongkonesa, que considera que lo que está en juego son sus libertades y ve detrás de este asunto la mano de Pekín.

Ante la magnitud de la confrontación generada en los últimos días han sido varios los intentos por calmar los ánimos. El primero, el sábado pasado cuando Lam suspendió indefinidamente la lectura de la medida después de los incidentes que tuvieron lugar el miércoles con la Policía, que utilizó gases lacrimógenos y pelotas de goma para disolver miles de personas que participaban ese día en las protestas. Aquello no fue suficiente y empujó a los ciudadanos a salir en masa –dos millones, según los organizadores y 338.000, según la Policía– para pedir su dimisión. Fue entonces cuando Carrie Lam volvió a dar la cara y, horas antes de que terminara la manifestación, pidió públicamente disculpas por el uso excesivo de la fuerza policial. Ayer, a última hora, los uniformados también se retractaban ante los medios de haber calificado las protestas de disturbios y decían que solamente cinco personas permanecían detenidas.

Aun así, muchos creen que Lam ha vendido su ciudad a Pekín y quieren que se vaya. Pero la realidad es que la líder, que fue designada entre un comité de unos 1.200 miembros –la mayoría afines al Partido Comunista– que no fueron elegidos por sufragio universal, no puede ser destituida tan fácilmente. La primera traba a su salida es que habría que buscar un sustituto, y eso abriría de nuevo el debate de la democracia en Hong Kong, lo último que ahora mismo quiere el Ejecutivo. La segunda dificultad, que el hecho de haber sido elegida por el Gobierno central «requiere un alto nivel de discusión y deliberación a nivel continental» y el presidente chino, Xi Jinping, tiene otros muchos frentes abiertos, por lo que ahora «no va a suceder», declaró tajantemente un funcionario chino que estuvo involucrado en las reuniones sobre esta crisis política citado por Reuters.

Con estas afirmaciones Pekín pone de manifiesto que, al menos por el momento, prefiere dejar a Lam al frente del Gobierno, aunque lo más seguro es que con la reputación tan dañada no le dejen postularse para un segundo mandato. Mientras tanto, los ciudadanos lo tienen claro y continuarán manifestándose por las calles de una ciudad que escucha cantar aleluyas y viste sus muros con mensajes a favor de la libertad. Ayer mismo, se sucedieron de nuevo las concentraciones, aunque menos multitudinarias, en distintas partes del centro, donde la mayoría de los participantes insistía coreando «Carrie Lam, dimite».