Política

Francia

El malestar social en Francia otorga nuevo oxígeno a Le Pen

Las protestas de los «chalecos amarillos» aglutinan a la oposición francesa

Un grupo de «chalecos amarillos» en la localidad de Aix-en-Provance levantan el bloqueo en la carretera tras conocer el anuncio del Gobierno de Édouard Philippe / Ap
Un grupo de «chalecos amarillos» en la localidad de Aix-en-Provance levantan el bloqueo en la carretera tras conocer el anuncio del Gobierno de Édouard Philippe / Aplarazon

Las protestas de los «chalecos amarillos» aglutinan a la oposición francesa.

El movimiento de los «chalecos amarillos», sus múltiples representantes, dice que no se identifica con ningún partido político ni sindicato. En las manifestaciones se ha podido ver hasta hoy a personas ajenas a la política, desencantados del socialismo, conservadores de toda la vida, burgueses de la izquierda radical o fieles votantes de la extrema derecha. Los hay jóvenes, adultos y viejos, artesanos, profesionales liberales, agricultores o amas de casa.

Es difícil hacer un retrato-robot del «chaleco amarillo» medio. Y más si, como dice el presidente del Instituto Elabe, Bernard Sananès, la mayoría de los franceses se ha puesto el «chaleco amarillo» «por procuración». Sin embargo, los sondeos indican que entre estas aguas revueltas hay uno que está pescando, y es Reagrupación Nacional (ex FN) y su líder, Marine Le Pen. El RN ha subido cinco puntos (33%), según el último sondeo Ifo-Fiducial para «Paris Match», sobre quién encarna mejor la oposición a Emmanuel Macron, mientras que La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon retrocede un punto (34%).

Con esta crisis, Le Pen recupera el estatus perdido de primera figura de la oposición, puesto que perdió tras su derrota en las presidenciales de 2017, y su desastrosa prestación en el debate frente a Macron.

La líder ultra salió ayer en defensa de los «chalecos amarillos». Dijo que las medidas anunciadas por el Gobierno para calmar la situación son «electoralistas» y teme «que no calme la ira» de los manifestantes, aunque precisó que no se alegraba de ello porque «nadie puede regocijarse con este caos, aunque estemos obligados a constatar que es la responsabilidad del Gobierno».