Referéndum en Escocia
El referéndum abre las primeras grietas en la sociedad escocesa
El referéndum ha dejado una sociedad completamente dividida. En muchas de las 32 circunscripciones llamadas a las urnas, los resultados a favor y en contra del sueño soberanista estuvieron muy apretados. Fue el caso de Glasgow. En la ciudad más poblada de Escocia se votó a favor de la independencia por 53,49% frente al 46,51%. A primera hora de la mañana del viernes salieron los resultados que confirmaban la unión. Pocas horas después, la Policía tuvo que intervenir cuando unionistas y secesionistas se dieron cita en la plaza principal en un enfrentamiento que terminó con seis arrestos. Los agentes esoceses, algunos de ellos a caballo, se vieron obligados a separar a más de 700 manifestantes unionistas e independentistas escoceses que causaron «desórdenes menores» en la plaza George Square de la ciudad. Los agentes se interpusieron entre ambos grupos para mantenerles separados cuando los manifestantes comenzaron a lanzar objetos, según explicó a la BBC una portavoz policial. Tras la intervención de los agentes, que se saldó con al menos seis detenciones, el ambiente se mantuvo tenso pero sin mayores incidentes. Los partidarios del «sí» reunidos en la céntrica plaza de Glasgow cantaban «Flower of Scotland», el himno oficioso escocés, mientras que los unionistas entonaban «Rule Britannia», una antigua canción patriótica británica. Sam Tonks, un ingeniero de Uddingston, relató a «The Guardian» que él se había dirigido hasta la ciudad con su esposa y su hija porque quería celebrar la victoria del «no» en el referéndum y que al llegar se encontró con una situación muy diferente a la que si imaginaba.
La líder de los laboristas escoceses, Johann Lamont, afirmó que el orden se estableció «tan pronto como fue posible», mientras que la dirigente conservadora Ruth Davidson afirmó que no quiere «ver escenas como ésas en las calles» de Escocia. El liberaldemócrata Menzies Campbell, por su parte, consideró «extremadamente desalentadores» los desórdenes. «Para alguien como yo, comprometido con el proceso democrático, que valora el modo en que las cosas se han llevado a cabo hasta ahora, esto es extremadamente descorazonador», dijo Campbell.
Y es que lo que inicialmente han alabado numerosos políticos secesionistas en relación a la «fiesta de la democracia» que supuso esta consulta, se ha convertido en un importante punto de fricción entre los abanderados de una u otra tendencia. Los expertos ya han advertido de que las heridas abiertas en la nación tras el histórico plebiscito podrían tardan incluso décadas en cicatrizar. La brecha no está sólo en la calles, también dentro de familias, entre grupos de amigos e incluso en matrimonios este tema ha marcado un antes y un después. ¿Cómo se gestionará por parte de los políticos esta frustración que tiene ahora más de un 40 por ciento de la población escocesa? «La clave está en la gestión que lleven a cabo ahora desde Londres para ofrecer el Parlamento escocés mucha más autonomía y más poderes en relación a la recaudación de impuestos. Y estos cambios deben realizarse lo más rápidamente posible», asegura Iain Mc Lean, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Oxford. «Durante la campaña del ''sí'' se ha aludido de manera constante a temas muy pasionales, personales y de identidad, algo que supone un peligro», añade Antonia Maioni, analista política de la Escuela de Asuntos Internacionales Norman Paterson, experta en procesos secesionistas.
Ante esta situación resulta inevitable fijarse en los procesos secesionistas que ha sufrido Quebec en 1980 y 1995. Los resultados no difieren mucho de los alcanzados en Escocia. En la primera consulta los independentistas se quedaron en un 40%, mientras que quince años más tarde cosecharon el 49,6%. Fue el malestar social generado tras el primer referéndum lo que llevó a volver a convocarlo en la siguiente década.
Por ahora, en Escocia, el Partido Nacional Escocés, hasta noviembre liderado por Alex Salmond, da por enterrada la posibilidad de una nueva consulta, aunque todo dependerá del pulso de la calle y lo que ofrezca Westminster en cuanto a la transferencia de competencias. «Poderes, poderes y más poderes. Ahí reside la reconciliación y el evitar confrontaciones. Tienen que cumplir «The vow» (el manifiesto publicado por Cameron, Clegg y Miliband en el periódico «Daily Record»). Lo que tienen que hacer es que los escoceses se sientan protegidos», analiza Stephen Tierney, profesor de Teoría Constitucional en la Escuela legal de Edimburgo.
Mientras en Wesminster preparan el paquete de medidas para satisfacer los deseos independentistas del país, en las casas de los escoceses seguirán, hijos y padres (los primeros han demostrado ser más proclives a la independencia que los segundos), debatiendo sobre los pros y los contras de formar parte de Reino Unido, esperando que las diferencias no lleven a enfrentamientos violentos como los del viernes, ya que precisamente, este proceso soberanista había sido, hasta ahora, un ejemplo de disentir bajo un clima de paz.
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