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Erdogan toma las calles en una brutal exhibición de fuerza
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, se ha quitado definitivamente la careta de demócrata y en las últimas 24 horas ha demostrado que está dispuesto a poner fin a las protestas por todos los medios. Desde que el sábado por la noche los antidisturbios desalojaran por la fuerza el parque Gezi, símbolo y bastión de la rebelión que empezó hace más de dos semanas, en Turquía se han vivido escenas de terror. Las Fuerzas de Seguridad han reprimido a los manifestantes en las calles, irrumpido en centros hospitalarios, arrestado a doctores así como a activistas en sus casas, tal y como denunciaba la prensa local y los propios afectados a través de las redes sociales. La información fluye en internet y desenmascara a un Gobierno elegido democráticamente, pero que hace frente de forma dictatorial al mayor desafío ciudadano de su década en el poder.
A pesar de la tensión elevadísima en las calles de Estambul y la violencia que ha continuado de forma intermitente desde el sábado por la noche, el partido gobernante, el islamista AKP, no dudó en convocar a sus fieles para demostrar su fuerza y el apoyo del que sigue gozando. Centenares de miles de personas –la agencia oficial Anadolu cifró en un millón los asistentes– se reunieron a unos 10 kilómetros de Taksim, para arropar a Erdogan, que ofreció un largo e incendiario discurso, en el que defendió su actuación y cargó tanto contra los manifestantes como contra la Prensa y la comunidad internacional. Erdogan dijo que la primavera turca había sido en 2003, año en el que su partido llegó al poder. Desde entonces ha ganado tres elecciones consecutivas y en las del 2011 obtuvo un 50% de los votos, y durante esta crisis ha demostrado que gobierna sólo para esa mitad del país, creando una ruptura irreconciliable con el resto de los turcos. «Ésta es Turquía», dijo Erdogan, señalando a sus seguidores, «estos no son los traidores que tiran cócteles molotov, destruyen y queman», en alusión a los manifestantes.
Mientras, el ministro de Asuntos Europeos, Egemen Bagis, dijo que a partir de este momento, cualquier persona que acuda o se encuentre en la plaza Taksim serán «considerada por el Estado como miembro de una organización terrorista». El gobernador de Estambul, Huseyin Avni Mutlu, advirtió de que «en las actuales circunstancias» quedaba prohibido acceder a Taksim.
La Plataforma de Solidaridad con Taksim, representante del movimiento de protesta, pidió ayer a los manifestantes que regresaran a la plaza a las cuatro de la tarde, pero la Policía lo evitó. Durante todo el día, éstos intentaron concentrarse allí de nuevo, pero los antidisturbios bloquearon las entradas a la zona y las calles aledañas, donde cargaron de forma continuada con cañones de agua y gases lacrimógenos cargados con gas pimienta. En los barrios cercanos, los manifestantes levantaron barricadas y se enfrentaron con la Policía, que estaba desplegada de forma masiva en todo el centro de Estambul. Los accesos por mar y uno de los puentes sobre el Bósforo también fueron bloqueados.
En respuesta a la violencia del Gobierno, cinco sindicatos turcos –dos grandes confederaciones de trabajadores estatales y otras tres agrupaciones de profesionales– convocaron manifestaciones y un día de huelga general para hoy.
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