Conflicto

Vasili Arkhipov, el marino que salvó al mundo de una guerra nuclear y sus terribles consecuencias

Estados Unidos y Rusia viven un ambiente similar al de la Guerra Fría y el mundo teme que pueda estallar la Tercera Guerra Mundial

Aquel octubre de 1962, Arkhipov vivía momentos de pánico, al no poder comunicarse con Moscú y tenía que decidir el destino de la humanidad
Aquel octubre de 1962, Arkhipov vivía momentos de pánico, al no poder comunicarse con Moscú y tenía que decidir el destino de la humanidadMarina soviética

El peligro de una guerra nuclear ha cobrado fuerza en los últimos días con la amenaza de Rusia de usar armas nucleares tras la invasión a Ucrania. Estados Unidos y la OTAN han alertado de los graves peligros que supondría, mientras que el Kremlin ha negado que vaya a utilizarlas, aunque no descarta su uso si se viera “amenazada”.

El expresidente ruso Dimitri Medvedev (2008-2012) acusó a Estados Unidos de planear una suerte de “distopía” nuclear aprovechando la guerra en territorio ucraniano y ha alertado de los riesgos que supondría para el mundo dejar a Rusia bajo “un liderazgo político inestable” y “una economía colapsada”. Mientras, la Unión Europea y Estados Unidos buscaron elevar la presión contra el presidente ruso, Vladimir Putin, cerrando filas con cumbres a nivel de líderes en la OTAN, el G7 y el Consejo Europeo, en un frente sin precedentes ante la invasión rusa de Ucrania.

Una situación similar a la de la Guerra Fría que ha alertado al mundo ante la posibilidad de que dichas bombas sean utilizadas, lo que podría acabar con la civilización mundial tal y como la conocemos hoy en día. Actualmente, el país liderado por Putin es la nación con más ojivas nucleares (5.977) en todo el planeta: 1.500 estarían pendientes de ser desmanteladas y 4.477 ojivas todavía estarían disponibles para su uso. Muy por encima de las que posee Estados Unidos y cualquier otro país.

La humanidad también se tambaleó en otoño de 1962. En este caso, el mar Caribe fue el espectador de la crisis de los misiles cubanos de 1962. Estados Unidos y la Unión Soviética estuvieron a punto de arrastrar al abismo el planeta Tierra, en un pulso nuclear en el que, con solo pulsar un botón, la existencia se abría terminado, o al menos, se hubiera desencadenado la Tercera Guerra Mundial. Pero gracias a la decisión de una sola persona, Vasili Arkhipov, se evitó el conflicto y sus atroces consecuencias

Vasili Arkhipov era uno de los tres oficiales al mando de un submarino soviético B-59, denominado Clase Foxtrot por la OTAN. Junto a él, se encontraba Vitaly Savitsky, máximo responsable del buque, y un oficial político. A finales de octubre de aquel año, navegaba sumergido junto con otros cuatro submarinos similares con destino a Cuba.

La URSS había instalado de forma secreta en el territorio varias lanzaderas de misiles nucleares, capaces de alcanzar territorio estadounidense en apenas unos minutos, y el despliegue tuvo lugar como consecuencia a los proyectiles atómicos de Estados Unidos en Turquía, a la que el Kremlin se vio obligado a responder.

Mientras en el Pentágono se ultimaban los detalles para la invasión final de la Cuba castrista y derrotar a Fidel Castro, los buques de la US Navy y los aviones espías de la CIA sobrevuelan el Caribe en busca de embarcaciones soviéticas. Así, se toparon con el B-59 y el resto de submarinos soviéticos. El secretario de Defensa, Robert Mcnamara, había sido tajante: si detectaban cualquier intruso, los buques norteamericanos debían obligarlo a emerger e identificarse y bloquear su acceso. Y así, forzaron al B-59 y al resto de submarinos a emerger.

Los barcos norteamericanos comenzaron a lanzar cargas de profundidad sin caer en la cuenta que, en esos submarinos, había armamento nuclear. El sumergible de Arkhipov vivía momentos de pánico, pues no podía comunicarse con Moscú y sin saber si había estallado la guerra entre las dos superpotencias, este grupo de marineros tenía que decidir el destino de la humanidad. Lanzar las armas nucleares, o no lanzarlas: he ahí la cuestión.

En medio del bombardeo, los tres marinos celebran una reunión de urgencia y contrarreloj. El oficial político estaba de acuerdo con Savitsky en abrir fuego. Pero Arkhipov dijo que no. Él consiguió convencer a Savitsky de que hiciera emerger el submarino. Y así fue como evitó el mayor desastre de la historia.

El B-59 asoma a la superficie y da media vuelta a la espera de instrucciones del Kremlin rehuyendo el enfrentamiento con la Task Force norteamericana. Pocas horas después, Kennedy y Kruschev alcanzaron un acuerdo que hizo suspirar de alivio a toda la humanidad.

La historia no se conoció hasta 2002, en un congreso celebrado en La Habana y en base a documentos estadounidenses desclasificados, Mcnamara admitió que la guerra nuclear estuvo más cerca de lo que nadie había pensado.