Italia
Las sombras del asesinato del juez Falcone en Sicilia, 30 años después
Su hermana cree que además de la mafia humo más responsables en la muerte del magistrado de Italia
El 23 de mayo de 1992 una bomba con 150 kilos de explosivo colocados bajo el asfalto de la autopista que comunica el aeropuerto de Palermo con el centro de la ciudad acabó con la vida del juez Giovanni Falcone, de 54 años, su mujer, Francesca Morvillo, y tres miembros de su escolta. La explosión produjo un cráter de cuatro metros de profundidad que llevó al Instituto Nacional de Geofísica a registrar el temblor de la tierra como un terremoto. Sólo 57 días más tarde, la mafia eliminó en otro brutal atentado a su gran amigo, el juez Paolo Borsellino.
Falcone y Borsellino, junto con los magistrados Leonardo Guarnotta y Giuseppe Di Lello, habían empezado a investigar la financiación de Cosa Nostra gracias al testimonio de Tommaso Buscetta, pieza clave en el tráfico de drogas entre Sicilia y Estados Unidos. Gracias a la confesión de Buscetta, el primer gran arrepentido de la organización, en 1986 lograron sentar en el banquillo de los acusados a más de 400 miembros de la mafia -incluidos algunos de los más escurridizos capos-, en un macro-juicio histórico. El proceso concluyó en 1992 con la condena a más de 2.600 años de cárcel. Y pocos meses después, la mafia se cobró su «vendetta». Ya se lo advirtió el propio Buscetta a Falcone: «Usted se convertirá en una celebridad, pero intentarán destruirle».
«En aquellos años se decía que existía el mafioso pero no la mafia, y por lo tanto no se podían condenar comportamientos que eran típicos de muchos sicilianos», explica el escritor Antonio Nicaso, uno de los mayores expertos en crimen organizado. Falcone y Borsellino demostraron que «la mafia existía, no era un comportamiento, sino una organización criminal con una estructura y una cúpula».
Aquella sentencia histórica marcó un antes y un después también en la sociedad italiana, que entendió que aquellos brutales atentados eran un ataque a las instituciones y ya no era posible seguir permaneciendo indiferente. Ese mismo día, las mujeres de Palermo sacaron a sus ventanas sábanas blancas en señal de duelo por la desaparición del magistrado y comenzaron a surgir los primeros movimientos ciudadanos antimafia.
«Tras la muerte de Giovanni hubo un cambio radical», recuerda María Falcone, hermana del malogrado juez. «Antes había ‘omertà’, se decía que la mafia no existía. De alguna manera, los italianos habían delegado en Giovanni y Paolo la lucha contra la mafia, pero después de su muerte mostraron toda su admiración hacia ellos y se hicieron portavoces». Han pasado 30 años de aquel tsunami, pero todavía quedan muchas preguntas por resolver. La justicia sentenció que Salvatore «Totò» Riina, el histórico jefe de Cosa Nostra, fue quien ordenó el asesinato, mientras que Giovanni Brusca, uno de sus más fieles soldados, apretó el detonador. Riina murió en 2017 en la cárcel donde cumplía cadena perpetua, enfermo y sin mostrar una pizca de arrepentimiento. Pero Brusca, que no tardó en tirar de la manta tras ser detenido, abandonó la prisión el verano pasado tras convertirse en colaborador de justicia y evitar la cadena perpetua.
La hermana del juez
El autor material del atentado que acabó con la vida de Falcone desveló a la magistratura datos sobre los ambiguos contactos entre la criminalidad organizada y el mundo político y empresarial, así como informaciones sensibles sobre la presunta negociación entre el Estado y la mafia en la década de los 90 para acabar con campaña de atentados en el país, a cambio de beneficios penitenciarios y mayor influencia política. Un chantaje al que Falcone se habría opuesto.
«Se ha dicho que detrás de su muerte había una serie de intereses variados, desde la política a las finanzas. No tengo pruebas para poder demostrarlo, pero si realmente Totó Riina no fue el único detrás del asesinato, espero que un día se pueda llegar a saber la verdad. No hay duda de que su asesinato fue perpetrado materialmente y por interés de la mafia, pero espero que otras investigaciones nos den una visión completa de todos los que querían a Giovanni muerto», asegura su hermana.
Desde hace décadas, María Falcone, una profesora jubilada de 86 años, se dedica a recorrer los colegios de Italia explicando a los estudiantes qué es la mafia y quién era aquel «héroe solo», como tituló uno de los libros que dedicó al magistrado, de quien asegura que no sólo se convirtió en azote de la mafia, sino que en sus últimos años tuvo que enfrentarse también «al poder político, al poder financiero y a muchos compañeros jueces», apunta. «Intento transmitir a los jóvenes los valores en los que él creía: la libertad, la justicia y la igualdad. Porque es necesario crear una sociedad que rechace la indiferencia y se oponga a cualquier tipo de corrupción».
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