Amistad
El exilio ruso de una exministra de Austria
Karin Kneissl, la exjefa de la diplomacia austriaca que invitó a su boda a Putin, se muda a vivir al pueblo de Petrushovo
El pueblo de Petrushovo, situado en la región rusa de Riazán, a unos 350 kilómetros al sureste de Moscú, tiene una población de 43 personas (según datos de Wikipedia en Rusia), que se ha visto aumentada durante el último mes con la llegada de una nueva residente, Karin Kneissl. La recién incorporada vecina chapurrea algo de ruso y se ha convertido en la estrella de las fiestas locales de estío. No es para menos. Kneissl, nacida en Austria, fue la máxima representante diplomática de su país entre 2017 y 2019.
Vídeos publicados recientemente en varias webs rusas muestran a la nueva habitante del lugar durante una celebración saludando a algunos de sus nuevos vecinos. No habla ruso, pero está en ello. Espera que las clases que recibe den pronto sus frutos, mientras se integra en su nuevo lugar de residencia. «Este es mi mundo», dice Kneissl a un grupo de niños de la zona, afirmando que las diferencias entre Petrushovo y la localidad austríaca donde vivía son, en realidad, pocas.
«Me gusta estar aquí, este pueblo es muy bonito. Empecé a trabajar, a seguir enseñando y aprendiendo, a escribir mis libros, a aprender el idioma. Tuve que dejar mi antigua vida, empezar de nuevo, y a los 60 años no es fácil», declaró a un periódico local, sin desvelar cuánto tiempo planea quedarse en ese bucólico paisaje de la Rusia profunda que tanto le recuerda a su pueblo en Austria. Su antigua vida en el Gobierno austriaco la llevó a ser una de las personas más importantes de su país, llevando el timón de las relaciones internacionales. En esa etapa conoció a Vladimir Putin, al que no dudó en invitar a su boda, celebrada hace exactamente cinco años en Gamlitz.
El presidente ruso aprovechó la ruta que le llevaba en ese momento a una reunión con la entonces canciller alemana, Angela Merkel, e hizo un alto en el camino para acudir al banquete nupcial y felicitar a los novios, regalándole a Kneissl unos pendientes valorados en 50.000 euros, según informaba el diario austríaco Kronen Zeitung. Imágenes del momento mostraban a Putin bailando con la protagonista, que respondía al jefe del Kremlin con una reverencia, muy criticada debido al cargo que ostentaba en ese momento Kneissl y a las acusaciones que lanzaba Occidente al líder ruso al considerarle responsable de la injerencia rusa en las elecciones de EE UU.
Desde entonces la relación entre la ministra y el presidente ruso se ha mantenido inalterable. Tras la moción de censura que tumbó al Gobierno del primer ministro austríaco, Sebastian Kurz, la hasta entonces ministra de Exteriores comenzó a colaborar con el canal de noticias ruso RT.
En 2021, Kneissl fue fichada por la petrolera rusa Rosneft, que aprobó su nombramiento en un consejo de administración al que pertenecía el excanciller alemán socialdemócrata Gerhard Schröder. Kneissl, que rechazó los primeros informes estadounidenses que hablaban de una inminente invasión rusa de Ucrania, terminó renunciando a su cargo en la petrolera en mayo del año pasado. A pesar de ello, la vida de la exministra sigue ligada a Rusia, país que la ha acogido después de vivir en Líbano y Francia tras salir de Austria en 2020. Figura todavía como responsable del centro GORKI, cuyas siglas en ruso significan Observatorio Geopolítico para las Cuestiones Clave de Rusia, creado por la Universidad de San Petersburgo y recientemente se le pudo ver en la cumbre Rusia-África, en la antigua capital de los zares.
«He pagado [alquilado] por otro mes. Después ya veremos. No sé nada sobre mi futuro, nada», declaraba la exministra al portal de noticias Vid sboku, reconociendo que no ha sido fácil trasladarse a Rusia y que está encantada con su nuevo hogar. Según afirmó en el momento de salir de su país, decidió tomar la decisión después de haber recibido amenazas debido a su posicionamiento. A sus 58 años, admite que todavía está buscando su camino en la vida, aunque no le importaría quedarse en Rusia viviendo en esa dacha de verano que ha conseguido con la ayuda de unos amigos. El año pasado, el Kremlin llevó a cabo una campaña para invitar a ciudadanos occidentales a vivir en Rusia. Resaltaba los valores del país y el coste de la vida, sin cortes de suministro al poner la calefacción.
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