Auge de la AfD

El fracaso de Scholz impulsa a la ultraderecha alemana

AfD se dispara en las encuestas y se coloca en segunda posición con su discurso antigubernamental

Un cartel de los candidatos de AfD en las elecciones de 2021
Un cartel de los candidatos de AfD, Alice Weidel y Tino Chrupalla, en una furgoneta de campañaFILIP SINGERAgencia EFE

Si hubiera hoy elecciones federales, Alternativa para Alemania (AfD) se convertiría en el segundo partido más fuerte, solo por detrás de los conservadores de la CDU. Así se desprende de una encuesta del instituto de investigación Civey publicada por la revista «Der Spiegel» que otorga 20 puntos porcentuales a este partido populista, siete más que a principios de año y la estimación más alta conseguida hasta ahora por la formación. Una cifra que coloca a los populistas por delante del SPD del canciller Olaf Scholz, que suma 19 puntos, y a bastante distancia de sus socios de coalición: Los Verdes que con 16 puntos se quedan en un cuarto lugar y los liberales del FDP con siete. La izquierda de Die Linke suma cinco puntos.

«Der Spiegel» concreta que la encuesta se realizó del 9 al 16 de junio, período que coincidió con la polémica desatada dentro de Die Linke y que llevó a este partido a pedir a su antigua líder, Sahra Wagenknecht, a que renunciara a su escaño parlamentario tras las especulaciones sobre su plan para fundar un nuevo partido. No obstante, y lejos de estas circunstancias, las buenas cifras de la AfD se apoyan en la frustración y, especialmente, en la protesta de una parte de la sociedad alemana que arrastra meses luchando contra la alta inflación u otras medidas gubernamentales que, sin ser del agrado de una mayoría, han hecho que muchos quieran dar una lección a los otros partidos. Algo que no sorprende al politólogo Michael Koß que, preguntado por el informativo Tagesschau de la televisión pública alemana, asegura que el problema germina en la coalición tripartita en la que el SPD, los Verdes y el FDP «simplemente tienen poco en común» y eso está ayudando a que la AfD suba desde hace meses en las encuestas. Sin embargo, no es solo la inflación o los altos precios de la energía lo que parece dar impulso a los populistas, sino también el nuevo debate sobre qué hacer con la llegada de refugiados o cómo gestionar la nueva legislación impuesta por el Gobierno y que busca prohibir las calderas de gas en las nuevas edificaciones a partir de 2024. Una decisión que vino arbitrada por numerosas discusiones entre el tripartito.

La AfD se siente cómoda y se crece como acecho del Gobierno. No en vano, desde algunos círculos de analistas, se refieren a esta formación con el apodo del «partido que está siempre en contra», ya que nunca está a favor de lo que quieren los otros, ya sea con el tema de los refugiados, el cambio climático o las sanciones contra Rusia. Eso y que los populistas son percibidos por buena parte de la opinión pública germana como el verdadero partido de la oposición, incluso por delante de la propia CDU. Para asombro de muchos, el partido de la excanciller Angela Merkel, ha apoyado algunos de los planes ejecutados por el actual Ejecutivo lo que, según la periodista Nicole Diekmann, «podría ser una de las razones por las que AfD se percibe como la única alternativa o como un partido de protesta».

Una nomenclatura en la que la AfD se ve a sí misma como un partido que nada en contra de la corriente y en la que sus miembros se sienten altivos, incluso cuando se trata de la invasión de Rusia a Ucrania. Ellos mismos se han adjudicado la etiqueta de «partido de la paz». Su líder, Tino Chrupalla, incluso llegó a hablar de una «guerra económica» en la que «las sanciones hacen más daño a nuestra propia población, a las pequeñas y medianas empresas y a la economía».

Scholz ha tomado nota de esta encuesta y, en un evento organizado hace unos días por el periódico «Die Zeit», se refirió a los estados federados donde el partido de ultraderecha ha salido fortalecido y se refirió a la AfD como un «partido malhumorado».

Para el canciller todo es producto de un «momento convulso» donde hay muchos problemas en un solo momento y, como ejemplo, mencionó a la pandemia, a la guerra de Ucrania y al cambio climático. Alice Weidel, la líder de la AfD, tardó poco en responder a Scholz: «Los ciudadanos han perdido la risa –dijo Weidel– y eso no se debe a una AfD supuestamente malhumorada, sino a un grupo de teatro amateur que todos los días ofrece un triste cabaret político en el Gobierno». Por su parte, el secretario general de la CDU, Mario Czaja, aseguró que los números de la encuesta dejó «fríos» a los miembros del partido conservador.

«La mayoría de las personas que están insatisfechas con el Gobierno federal todavía no nos ven como la alternativa política y tenemos que seguir trabajando en eso», aseguró.

Pero las encuestas no son resultados electorales, eso lo saben bien en la AfD e incluso, con 20 puntos porcentuales, desde la formación son conscientes del «cordón sanitario» impuesto en el resto de partidos y que ahí que la participación en un Gobierno a nivel estatal es una opción nada realista, debido a la falta de posibles socios de coalición. Si la AfD aún puede ganar el favor de los votantes y en qué medida –especialmente en Alemania occidental–, dependerá de lo que haga a partir de ahora el Gobierno de Scholz y lo que suceda en las elecciones regionales de Hesse y Baviera en otoño. Esa debería ser una prueba importante, más allá de todas las encuestas.