Guerra

Rehenes en Gaza: "Me siento como en una pesadilla de la que no me puedo despertar"

Dos semanas después del asalto, Romina no sabe si su hermana Karina y su familia están entre los 200 secuestrados por Hamás

Romina no puede contener las lágrimas cuando habla de sus dos sobrinas, de su hermana Karina, de 51 años, y del marido. Todos están desaparecidos. Los cuatro miembros de la familia vivían en el kibutz Niz Or, cerca de la franja de Gaza, y dos semanas después del asalto de Hamás contra esta y otras comunidades judías nadie en Israel le ha confirmado a la familia si están en la lista de los 200 rehenes capturados por el grupo islamista. Romina quiere creer que siguen vivos, secuestrados en algún lugar de la ciudad de Gaza, y esta creencia es lo le da fuerzas para aguantar el golpe más duro que le ha dado la vida. «Estamos viviendo una situación muy difícil y muy fea. Espero que mi hermana esté fuerte y que si siga luchando como sabe, como acá luchamos todos para que ellos salgan, porque vamos a salir de esto. Somos fuertes».

Romina trabajaba en la guardería del mismo kibutz donde vivía su hermana. El sábado 7 de octubre a las 6:30 de la mañana sonaron las sirenas y los vecinos se metieron en los refugios. Algunos fueron abatidos allí por los terroristas de Hamás, otros recibieron el tiro de gracia en sus dormitorios y hubo a quien le quemaron la casa para obligarlo a salir. Esa mañana los miembros de la familia Engelbert se pusieron en contacto por teléfono. «Siempre que suenan las alarmas nos llamamos para saber que todo está bien. Karina me dijo que estaban bien. Pero luego ya no volví a saber más de ella».

Romina se salvó de la matanza porque era sábado y festivo, así que se quedó en su casa, a 30 minutos del kibutz, donde también llegaron los miembros de Hamás con su sed de venganza; de hecho pasaron de largo frente a su vivienda y finalmente entraron en otro barrio donde secuestraron a vecinos a los que la policía israelí pudo salvar horas después.

A su hermana la describe como una persona fuerte y entusiasta. «Karina tiene 51 años, recién salió de un cáncer, luchó como una leona para salir y ahora está luchando para salvar su vida, la de sus hijas y la de su marido». Ya echa de menos los abrazos de sus sobrinas: «Las hijas son un amor, la pequeña siempre me esperaba en la parada del bus para darme un beso antes de ir al colegio».

La familia entera, con el padre y cuatro hermanos incluida Romina, procede de la provincia de Córdoba, en Argentina. Todos se instalaron en Israel en 1989, donde construyeron su hogar, crearon vínculos y criaron a los hijos protegidos por un entorno que define como «un paraíso». Se refiere a los kibutz, comunidades agrarias en los que reina la fraternidad y la alegría de vivir entre sus habitantes. «Vivir ahí era vivir en el paraíso, un sitio muy verde con árboles, con chicos corriendo jugando a la pelota, bailando y cantando». Ahora es un «infierno», lamenta.

El día más aciago de la historia reciente de Israel Romina también perdió a sus «maravillosos» niños de la guardería y a varios buenos amigos. Algunos fueron asesinados y otros cayeron en manos de Hamás como rehenes. «Hay dos nenas mellizas del jardín secuestradas, con los padres. Y una amiga con dos bebés pelirrojos, que se vieron en las fotos en las televisiones. Y a cada rato recibo otro mensaje sobre alguien que no se encuentra o que está muerto». Dice que no quiere escuchar las noticias. En su entorno le suministran información a cuentagotas para no aumentar la ansiedad: «No podíamos imaginar que algo así podía pasar, no me entra en la cabeza lo que pasó. Me siento como en una pesadilla de la que no puedo despertar», dice entre sollozos.

Los israelíes están sacando fuerzas de cualquier lado para afrontar un trauma inaudito en un país que había aprendido a repeler el odio y los misiles de Hamás. «Mi padre está tratando de ser fuerte para todos, para él mismo y también para la familia de Argentina. No tenemos otra opción».