Acuerdo nuclear con Irán

Jamenei enfría el acuerdo nuclear

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En Irán la última palabra no la tiene el presidente de la República Islámica sino el gran ayatolá Ali Jamenei. El líder supremo prefirió mantener su discreción y dejar pasar la resaca de euforia por el principio del pacto nuclear alcanzado la semana pasada en Laussane (Suiza). Jamenei rompió ayer su silencio para exigir el levantamiento de todas las sanciones «el mismo día de la firma del acuerdo final», si se llega a alcanzar. Para el líder supremo, «levantar las sanciones de manera escalonada es inaceptable». Jamenei, que «ni rechaza ni apoya el principio de acuerdo», lo ha calificado de «no vinculante» en un discurso que pronunció ayer con motivo del Día Nacional de la Tecnología Nuclear.

El poco optimismo que ha manifestado el líder supremo respecto a las conversaciones con Estados Unidos viene marcado por décadas de desconfianza mutua entre ambos países. «No alcanzar un acuerdo es mejor que un mal acuerdo», advirtió Jamenei antes de precisar que «todo está en los detalles. Puede que la otra parte engañosa nos quiera restringir los detalles». Aun así, quiso manifestar que respalda unas conversaciones nucleares que respeten la dignidad y el honor de Irán. Con ello, se refería al documento «Los parámetros para un plan comprensivo de Acción conjunta», redactado por la Secretaría de Estado de EE UU poco después de que se firmara el acuerdo marco el 2 de abril. Las interpretaciones del principio de acuerdo difieren entre Washington y Teherán. Una de las diferencias que más incertidumbre ha generado en la República Islámica tiene que ver con el futuro de las instalaciones nucleares. Según la versión estadounidense, Irán «reducirá en casi dos tercios su actividad nuclear», mientras que los iraníes aseguran que «ninguna de las instalaciones y actividades nucleares serán cerradas o suspendidas». A este respecto, el ayatolá advirtió ayer de que «las instalaciones militares no pueden ser inspeccionadas con el pretexto de la supervisión». Asimismo, Jamenei recalcó que la industria nuclear es una «necesidad» para el desarrollo de Irán, «para su producción de energía, la desalinización y en el campo de la medicina, la agricultura y otros sectores», mientras negó de nuevo que su país pretenda fabricar un arsenal nuclear.

Otra de las cuestiones con las que discrepa Irán sobre el borrador es acerca del número de centrifugadoras que seguirán activas e, incluso, sobre la duración del mismo acuerdo. La principal divergencia continúa siendo el mecanismo de levantamiento de las sanciones. En el documento de la Administración Obama, se precisa que las sanciones tanto estadounidenses como europeas se suspenderán cuando el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) pueda verificar la aplicación del acuerdo por parte de Teherán. Los negociadores iraníes aseguran que el acuerdo contempla el levantamiento definitivo de todas las sanciones una vez alcanzado el compromiso final. Las diferencias de interpretación del acuerdo entre Teherán y EE UU podría torpedear los siguientes avances en las negociaciones hasta la firma del acuerdo definitivo el 30 de junio. Jamenei afirmó ayer que la ampliación del plazo tope fijado para un pacto final «no sería el fin del mundo».

El júbilo con que los iraníes acogieron la semana pasada la firma del acuerdo nuclear comienza a disiparse ante las reacciones de sus líderes. Hasan Rohaní, el presidente de Irán, aseguró tras el acuerdo que su país respetará lo acordado si sus interlocutores cumplen su parte. Sin embargo, las últimas declaraciones del jefe del Ejecutivo iraní no resultaron tan alentadoras. Tras la alocución del gran ayatolá, el presidente iraní se dirigió al país en un discurso televisado. Rohani, con tono imperativo, reiteró que la República Islámica «no firmará ningún acuerdo a menos que todas las sanciones sean levantadas el mismo día de su entrada en vigor». «Queremos un acuerdo en el que ganemos todos», recalcó. «Nuestro triunfo es que el mayor poder militar y económico del mundo, EE UU, y su presidente han reconocido el hecho de que Irán nunca cederá a la presión, las sanciones y la intimidación», pronunció con retórica populista Rohani dirigiéndose a la nación.

Según el mandatario, el mundo se ha dado cuenta de que Irán es un «país importante e influyente». En este sentido, el jefe de Estado iraní recordó que los organismos internacionales han comprobado de forma reiterada la «naturaleza pacífica» del programa nuclear de Irán a través de la supervisión y controles que realizan. A este respecto, Rohani reiteró que Irán nunca ha pretendido desarrollar armas nucleares y nunca ha tratado de imponerse sobre ningún país durante las conversaciones nucleares, pero sí buscaba la «restauración de sus derechos», puesto que esto «será beneficioso para la República Islámica, la región y el mundo». El presidente iraní también mostró su intención de cooperar con cualquier país que busque interactuar con Teherán dentro de un «marco legal» y basado «en el respeto y el interés mutuo». Por su parte, el jefe de la Organización de la Energía Atómica de Irán, Ali Akbar Salehi, arremetió contra las «acusaciones infundadas» por parte de algunas potencias mundiales sobre el programa nuclear iraní. «Ha quedado demostrado que estas manifestaciones iban dirigidas a ejercer una presión cruel e ilegal [contra Irán] para evitar el desarrollo y progreso de la nación iraní y de su Gobierno», espetó.

Entretanto, Irán se lanzó ayer formalmente, con una visita de su ministro de Petróleo, Bijan Namdar Zangeneh a China, a buscar inversores en el gigante asiático ante la posibilidad de un acuerdo nuclear con las grandes potencias que permita eliminar las sanciones económicas que lastran su economía. Zangeneh viajó a Pekín acompañado por los más altos directivos de su ministerio y de la empresa nacional de petróleo iraní con el objetivo declarado de ampliar y revisar las posibilidades de inversión chinas en su industria petroquímica.