Siria
Ksenia Sobchak, candidata presidencial: «La anexión de Crimea fue un lastre»
LA RAZÓN entrevista a la primera candidata presidencial de la historia de Rusia. Una mujer sin miedo en un país en el que los derechos civiles están cada vez más amenazados.
LA RAZÓN entrevista a la primera candidata presidencial de la historia de Rusia. Una mujer sin miedo en un país en el que los derechos civiles están cada vez más amenazados.
Ksenia Sobchak es clara y directa. No se anda con rodeos e hila fino. Quizá la dura campaña electoral a la que ha tenido que enfrentarse la ha hecho más fuerte. Desde que anunció su candidatura para medirse con el todopoderoso Vladimir Putin no han dejado de lloverle las críticas y los ataques. Al principio, los otros seis contendientes a las presidenciales así como los detractores de Putin la acusaron de ser una «candidata de paja» impulsada por el Kremlin, pese a que ella, periodista de profesión, le seguía haciendo preguntas incómodas al presidente en sus contadas apariciones ante los medios. Más tarde llegaron los ataques a sus oficinas e incluso en uno de sus últimos debates a siete (Putin, evidentemente no ha participado en ninguno) se vio obligada a abandonar el plató después de que uno de sus contrincantes, el ultranacionalista Vladimir Zhirinovski, la insultara y tachara de «estúpida, puta y mujer repugnante». Ella le lanzó un vaso de agua a la cara y se marchó. Tras el rostro inocente de esta joven de 36 años se esconde una mujer, la única en esta contienda presidencial y la primera en la historia de Rusia, sin miedo y dispuesta a cambiar el país de arriba a abajo pese a que las encuestas le dan poco más del 2%, como a los otros opositores. Su programa liberal pasa por privatizar las propiedades estatales, acabar con la corrupción, tumbar las leyes que prohíben la libertad de expresión y manifestación así como frenar las subvenciones estatales a instituciones religiosas. Incluso aboga por cambiar el sistema presidencialista de Rusia por uno parlamentario. Además, durante su campaña en la que ha recorrido numerosos puntos del país y se ha mezclado con la gente para conocer de cerca sus preocupaciones, ha sido la única valiente en mostrar su apoyo al matrimonio homosexual así como impulsar leyes que protejan a la comunidad LGTB. En la agenda internacional busca un acercamiento a Europa el cual, según ella es su «aliado natural», critica la anexión de Crimea y cree que la aventura de Putin en Siria ha sido un error. Antes de poner punto y final a la campaña, Sobchak atiende a LA RAZÓN.
¿Está Rusia preparada para tener a una presidenta?
En primer lugar, los candidatos presidenciales no deberían ser juzgados por razón de género o nacionalidad. Lo importante son los puntos de vista y los valores. Al ser una candidata lo que hago es dar voz y presencia al papel de la mujer en la sociedad rusa. La lucha por los derechos ocupa un lugar primordial en la agenda global y también es un asunto muy importante en Rusia, ya que éste es un país machista y nos enfrentamos con muchos casos de violencia doméstica, acoso sexual, cosificando a la mujer.
Tras la aventura de Putin en Crimea y las posteriores sanciones internacionales, la economía rusa se ha visto muy dañada. ¿Cuál es su proyecto para volver al crecimiento?
Mi proyecto Rusia está muy bien explicado en mi programa, el cual denominé «123 pasos difíciles» y en el que están las claves para recuperar la economía de Rusia. El Estado debe relajar su control sobre la economía, que ahora está básicamente controlada en su totalidad. La participación del Estado en las corporaciones debe ser limitada, y las empresas tienen que ser administradas por gerentes competentes, no por funcionarios designados por el Estado. La propiedad privada debe ser defendida por la ley. Al mismo tiempo necesitamos una reforma de la legislación fiscal y laboral para ayudar a las pequeñas y medianas empresas a desarrollarse. De igual modo, es necesario que los rusos tengan permiso para poder generar y desarrollar nuevas tecnologías y que puedan poseer la propiedad total de sus patentes.
El opositor en la sombra, Alexei Navalny, el cual no ha podido presentarse por supuestos casos de corrupción, ha llamado a un boicot electoral. Su intención es que una alta abstención deslegitime la victoria de Putin. ¿Es esta iniciativa es un error?
Mire, esto son puras matemáticas: el boicot es bueno para el régimen de Putin. Aunque sólo fueran a votar diez personas en toda Rusia, las elecciones se reconocerían como legítimas. Además, la legitimidad de estos comicios no se basará solamente en que los rusos voten o no voten por Putin sino en que los líderes de EE UU y de Europa le felicitarán por su victoria el 19 de marzo. Eso es lo que le dará legitimidad.
¿Qué les diría a sus ciudadanos para que no se queden en casa?
En este momento hay un 13-14% del electorado que podría unirse al boicot. Si se quedan en casa, Putin obtendrá un resultado más alto, es decir, podría conseguir un 80%. Nosotros no reconoceríamos que este 80% es legítimo, pero el régimen utilizará estos números para presumir del apoyo que tiene en todo el país y para endurecer aún más nuestras libertades. Por eso, es necesario que ese 13-14% de la población que piensa abstenerse, al final no lo hagan y den su apoyo a cualquier otro candidato. Así Putin tendría un peor resultado. Todo lo que la gente tiene que hacer es levantarse del sofá y demostrar que existen, porque en Rusia todos los votos importan. No tienen que votar por mí, pueden hacerlo por cualquier candidato. Lo único que los rusos deben demostrar es que están contra la pobreza, la burocracia, el militarismo, la propaganda y la corrupción.
¿Considera que la persecución de Putin contra la oposición le resta valor y credibilidad?
Desde octubre, mi campaña ha abierto unas 50 oficinas en todo el país y nos encontramos con problemas en casi todas las ciudades. Los voluntarios que recolectaron firmas para mi nominación fueron atacados y golpeados, nuestras oficinas recibieron cartas amenazantes, la Policía detuvo ilegalmente a nuestros activistas y confiscó nuestros folletos y periódicos. Pero a pesar de todos estos problemas, hemos logrado tener una campaña muy brillante, honesta y valiente.
¿La anexión de Crimea fue, además de ilegal, un error de cálculo por parte de Putin?
Según el derecho internacional, Crimea pertenece a Ucrania. En 2014, Rusia rompió todos los acuerdos que había mantenido hasta entonces con Ucrania y se la anexionó a territorio ruso. Luego, llegaron sanciones por esta decisión y como consecuencia tuvo lugar la desaceleración del crecimiento económico. Un rublo es ahora dos veces más barato que en 2014. Además, Crimea supone una carga, un lastre económico para nuestro país; tenemos que financiar esta región a expensas de otros.
Sin embargo, ha sido su gran baza electoral...
Los rusos a menudo no entienden la conexión entre la anexión de Crimea y los precios más altos que ahora se encuentran en el supermercado, el aumento de la cesta de la compra. Del mismo modo, algunas personas en Rusia todavía se siguen sorprendiendo cuando escuchan que nuestro país se anexionó este territorio violando el derecho internacional. Sin embargo, mi objetivo es que los ciudadanos de este país, los votantes, vean Crimea desde otro punto de vista.
¿Está Rusia interesada en llenar el vacío que EE UU ha dejado en Oriente Medio? ¿Debe regresar Rusia al entendimiento con Occidente?
No necesitamos la guerra que estamos liderando en Siria. Un día de intervención le cuesta al presupuesto federal, al menos, 2,5 millones de dólares (unos 2 millones de euros). Este dinero se podría invertir mucho mejor en la construcción de viviendas sociales, nuevas carreteras e infraestructuras para los rusos. Incluso, también podría servir para construir un Ejército fuerte, porque ahora se encuentra en un estado de abandono total. Para hacerlo, debemos dejar de liderar guerras sin ninguna razón, como en Siria, donde Putin está apoyando al dictador Bachar al Asad. El terrorismo internacional es el mayor peligro contra el que tenemos que luchar en la escena internacional y para ello debemos hacerlo con países como EE UU y Europa. Es un bien común que compartimos. Los países democráticos y prósperos de Europa son nuestros socios y aliados naturales.
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