César Vidal
La excepción del fraude
Los procesos electorales en EE UU son ejemplo de transparencia, pero las victorias de Kennedy en 1960 y Bush en 2000 siguen bajo sospecha
Los procesos electorales en EE UU son ejemplo de transparencia, pero las victorias de Kennedy en 1960 y Bush en 2000 siguen bajo sospecha
A diferencia de otras naciones con procesos electorales, Estados Unidos se ha caracterizado, generalmente, por la limpieza de los comicios. No hay en sus casi dos siglos y medio de andadura como nación nada que se parezca a los «burgos podridos» del siglo XVIII británico o a los pucherazos de Romero Robledo durante el sistema canovista en España. Precisamente por ello, es costumbre habitual que el derrotado en unas presidenciales se apresure a llamar al vencedor reconociendo su victoria y también, precisamente por ello, ha resultado llamativo que en su tercer debate Trump se negara a decir si aceptará un posible triunfo de Clinton.
Con todo, sí ha habido dos casos en que las elecciones despertaron razonables sospechas de haber sido amañadas. El primero estuvo relacionado con el demócrata JFK. Ya en 1959, Joe Kennedy, el patriarca, había establecido contacto con Sam (Mooney) Giancana para estudiar las posibilidades de que la Mafia ayudara a su hijo John en la campaña presidencial. En otoño de ese año, Giancana se entrevistó tres veces con Joe, el padre de los Kennedy, en el Ambassador East de Chicago con la intención de ultimar el acuerdo entre el jefe mafioso y el candidato a presidente. Recientemente, ha salido incluso a la luz cómo otro de los encuentros se celebró en la oficina de un juez de prestigio. El acuerdo consistió en que a cambio de la ayuda de Giancana, el mafioso dejaría de ser incomodado por la Justicia.
En enero de 1960, Giancana incluso ordenó a Frank Sinatra que trabajara en la campaña de JFK. Durante las primarias, Giancana se entrevistó varias veces con John Kennedy y su padre en Florida, Nueva York, Chicago y el Cal-Neva en el lago Tahoe. John estaba muy preocupado por Virginia occidental a causa del voto conservador protestante y del sindicato de mineros del carbón. Giancana le aseguró que esos obstáculos serían vencidos a condición de que el mafioso Joe Adonis pudiera regresar al país cuando él fuera presidente. El joven candidato aceptó la condición. La mafia de Chicago entregaría a Kennedy no menos de medio millón de dólares para su campaña en las primarias de Virginia occidental. Así quedó abierto el camino a la nominación.
Las elecciones presidenciales resultaron especialmente reñidas. Hasta las once de la noche pareció que Kennedy iba a ganar con facilidad, pero a partir de la medianoche se produjo un cambio que llevó a la NBC a anunciar incluso el triunfo de Nixon. Todos los estados agrarios del este y Ohio, Kentucky y Tennessee habían votado a favor de Nixon. Además, Illinois no parecía seguro y si fallaba este estado y el de Texas, Kennedy podía darse por derrotado. Sin embargo, los hombres de Sam Giancana habían llevado a habitantes de Chicago de un barrio a otro para que votaran varias veces e incluso intimidaron a las personas que iban a depositar su sufragio. A lo largo del día algunos terminaron con algún miembro roto. De esta manera, Kennedy obtuvo el 80% de los sufragios en los barrios de Giancana y en los demás un nada desdeñable 60%.
A escala nacional, la victoria de Kennedy se basaba en 112.881 votos sobre un total de más de 68 millones. En Nevada y Nuevo México la diferencia a su favor fue de menos de 2.500 votos y en once estados se registraron quejas de fraude. Las victorias discutibles en Texas, Michigan, Nueva Jersey y Missouri le dieron 303 compromisarios, 34 más de los que necesitaba para ser elegido. Con todo, el apoyo de la mafia en Illinois fue esencial porque sin sus 27 compromisarios Kennedy sólo hubiera contado con siete más que Nixon y los 26 compromisarios demócratas de Mississippi, Georgia y Alabama que no habían comprometido su voto hubieran podido negárselo. Con la sospecha, nada infundada, de que Kennedy había ganado las elecciones gracias a la Mafia, el Partido Republicano llevó a cabo en Illinois un recuento que otorgaba la victoria a Nixon por 4.500 sufragios de diferencia a su favor. Sin embargo, Daley, el alcalde de Chicago, se negó a llevar a cabo un recuento oficial. Nixon aceptó reconocer su dudosa derrota en parte para no erosionar al sistema y, en parte, por presiones de la mafia.
Si las maniobras de Kennedy son ahora casi universalmente aceptadas, no sucede lo mismo con el segundo caso de presunto fraude electoral. Nos referimos a las elecciones del año 2000, cuando George W. Bush supuestamente ganó las elecciones por 271 compromisarios o votos electorales sobre los 266 del demócrata Al Gore. De manera bien significativa, Gore obtuvo el 48,38% de los votos mientras que Bush consiguió el 47,87%. Sin embargo, con una diferencia de 537 papeletas sobre seis millones, Bush obtuvo los compromisarios de Florida en un recuento que muchos consideran más que discutible y que le otorgó la victoria. El sistema es muy bueno, pero como toda regla parece que también cuenta con excepciones.
La batalla de los estados bisagra
- Demócratas a la cabeza.
Los tradicionales «swing states» (estados bisagra), donde residen los valiosos votantes indecisos, serán en esta recta final hasta el 8 de noviembre el campo de batalla entre Trump y Clinton. Según «The Washington Post», la demócrata aventaja al candidato republicano en la mayoría de los 15 estados que no se identifican claramente con un color político, como sí ocurre, por ejemplo, en Texas (republicano) y California (demócrata). Clinton lleva la delantera en Florida, que aporta 29 votos electorales, y Nevada, con seis. Mientras, los de tradición republicana son ahora tierra de nadie. Es el caso de Arizona, con once votos electorales, de tradición conservadora, que no vota a un presidente demócrata desde 1976. Allí, Hillary pisa los talones a Trump. Igual ocurre en Utah, con seis votos electorales, donde los republicanos siempre han ganado con una sólida ventaja.
- Viajes exprés.
Clinton se centrará en Georgia, Missouri e Indiana y planea viajar a Arizona, donde han hecho campaña estos días su hija Chelsea, la primera dama Michelle Obama y Bernie Sanders, su oponente en las elecciones primarias, con gran tirón entre los votantes más jóvenes. Por su parte, Trump luchará para no perder Arizona y Texas (lo cual sería un gran golpe a los republicanos) y centrará sus discursos también en Ohio, Carolina del Norte, Utah, Maine y Nebraska.
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